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Más Allá de las Palabras / Nuestras miserias

Jacobo Zarzar Gidi

Hace varios años, en una ciudad muy cercana a la nuestra, una pareja de jóvenes se preparó para contraer matrimonio por la Iglesia Católica. El novio acababa de regresar de Ciudad Juárez en donde radicó durante un tiempo para juntar dinero y posteriormente contraer nupcias con su prometida. Entre los requisitos más importantes que exige el Registro Civil se encuentran los exámenes de sangre. Con ellos se intenta proteger a los futuros cónyuges de alguna enfermedad contagiosa que alguno de los dos desconociera o quisiera ocultar. Cuando el novio se enteró que tenía qué cumplir dicho requisito, le pidió a un primo que lo reemplazara y que diera su nombre a los encargados del laboratorio. Los dos jóvenes guardaron en secreto lo que habían hecho, y no pensaron en las consecuencias de su engaño.

Preocupado, el familiar se vio en la necesidad de platicarle a una tía lo que estaba sucediendo. Durante dos semanas, aquella tía no pudo conciliar el sueño por las noches, hasta que tomó la decisión de buscar a un sacerdote para que la orientara. Cuando lo encontró, éste le dijo ?que se trataba de un problema de conciencia y que era mejor que nadie interviniera?. No conforme con esa respuesta -a todas luces irracional, buscó al sacerdote que iba a casar a la pareja y le comentó lo que estaba pasando. Éste le pidió que fuera cuanto antes a buscar a la novia para impedir que siguiera con los preparativos de la ceremonia.

Faltando unas cuantas horas para que se efectuara la boda, llegó la tía del primo del novio -que armada de valor, pidió hablar con la joven para decirle todo lo que estaba sucediendo. Le comentó el engaño al que se había prestado su sobrino cuando acudió al laboratorio para hacerse el análisis de sangre, y finalmente le expuso la terrible verdad: durante su estancia en Cd. Juárez, el novio se contagió de SIDA.

La novia lloró y gritó, al enterarse de aquella terrible verdad que dolosamente se le había ocultado. Hasta las casas vecinas llegaron sus lamentos. Cuando se repuso un poco y se situó en su realidad, acudió con su madre para reclamar al novio su indigno proceder. El se limitó a decir una y otra vez ?que había guardado silencio porque la quería mucho?.

Durante varias semanas la novia se encerró en su cuarto y no quiso ver a nadie. La mamá -para consolarla, le repitió una y otra vez ?que ese maldito hombre no merecía una sola de sus lágrimas, y que debería estar tranquila porque se dio cuenta a tiempo de algo que pudo haberle causado un daño grave?, pero ella no cesaba de quejarse y de gritar. La actitud de la hija intranquilizó a la madre y despertó sospechas de que algo más andaba mal. En efecto, días después, ella consiguió que su hija le dijera toda la verdad: Cuando faltaban tan sólo unas cuantas semanas para la boda, el novio convenció a la muchacha para que tuvieran relaciones sexuales.

Al año siguiente la joven se enteró que su ex-novio había muerto por causa del Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida. Diez meses después, ella se dio cuenta que también estaba infectada. La familia gastó en medicinas el poco dinero que tenían ahorrado, sufrió mucho porque los dolores eran intensos y finalmente falleció acompañada únicamente por su madre.

Un destacado experto, tras recordar que a escala mundial, todos los días se contagian 16 mil personas con el virus, ha llegado a la conclusión de que un estilo de vida moral y ordenado puede ser la mejor forma de prevenir el SIDA.

Cada vez la gente se entera de la existencia de un mayor número de casos de infidelidades que cometen algunas personas sin importarles que tiempo atrás contrajeron matrimonio religioso y civil, y se juraron amor para toda la vida. A determinada edad del ser humano, la fuerza del deseo es muy grande y se puede dirigir hacia la persona equivocada. No se miden las consecuencias, no se reflexiona, y poco a poco se va cayendo en las redes de la aventura, de la sensualidad y del erotismo. Posiblemente la única manera de contrarrestar esas tentaciones es refugiarse con mayor frecuencia en el amor a Jesucristo que lo encontramos en el sendero de la espiritualidad.

Jesús nos ha enseñado a rezar al Padre con estas palabras: ?No nos dejes caer en la tentación...?. Las tentaciones provienen de Satanás, pero también, como enseña la iglesia, del mundo corrompido y de nuestra naturaleza débil que, después del pecado original, está más inclinada al mal que al bien. El mundo es hermoso y bueno, pero bajo la influencia del demonio, y a causa de nuestra debilidad, está sometido a múltiples falsificaciones, de las cuales el hombre puede ser su víctima debido al estímulo del pecado que ha quedado en él como efecto de la caída original. Esta debilidad es explotada por el tentador, al que el Evangelio define como ?el padre de la mentira?.

La dignidad del matrimonio y su estabilidad, por su trascendencia en las familias, en los hijos, en la misma sociedad, es uno de los temas que más importa defender, y ayudar a que muchos lo comprendan. La salud moral de los pueblos está ligada al buen estado del matrimonio. Cuando éste se corrompe, bien podemos afirmar que la sociedad está enferma, quizá gravemente enferma. De aquí la urgencia que todos tenemos de rezar y velar por las familias. Al elevar Jesucristo el matrimonio a la dignidad de Sacramento, introdujo en el mundo algo completamente nuevo. La transformación que obró en la institución meramente natural fue de tal importancia que la convirtió -como el agua de las bodas de Caná- en algo hasta el momento insospechado. Desde entonces, desde el nacimiento del matrimonio cristiano, éste sobrepasa el orden de las cosas naturales y se introduce en el orden de las cosas divinas.

Muchos maridos engañan a su esposa, sin tomar en cuenta que es cimiento y columna vertebral para que la familia no se derrumbe. Ella es la que lleva la responsabilidad de los embarazos con todo el dolor y el sacrificio que el ser madre implica. Es también la responsable del buen manejo de la casa y de hacer rendir los dineros que el marido le entrega. Ella es a quien se le exige que sea madre, esposa y amante, que permanezca bonita cuando el esposo llega al hogar y que su alegría sea constante para que llene de luz todos los rincones de la casa. Por todo esto es inconcebible el engaño del marido, a pesar de que éste trate de justificarse pensando que la amante a la que visita clandestinamente es más joven, más fresca y más hermosa que su mujer.

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