Muchas jóvenes de hoy que tienen planeado contraer matrimonio en un futuro próximo, se enfrentan a una terrible toma de decisión. Ellas no saben si aceptar o no las pretensiones del novio que día a día y en su momento oportuno, intentan con insistencia conseguir su objetivo. Ellos quieren a como dé lugar, que ellas les demuestren su amor entregándose físicamente. Por ese motivo es que los meses previos a la boda son demasiado riesgosos. Algunos novios ponen como condición, y a esto le llaman "prueba de amor", que si su prometida no accede a sus pretensiones, no habrá boda. Les repiten hasta el cansancio "que nada tiene de malo hacer el acto sexual antes del matrimonio, porque la aman y que nunca la dejarán de querer". Bajo tanta presión que ellas sienten, y por el temor de perderlo, llevan el riesgo de llegar a decir que sí.
La carne es débil, pero eso no es justificación para que la fortaleza de la mujer desfallezca. Si ella se descuida, se arrepentirá toda la vida, porque las consecuencias que acarrea este acto antes del matrimonio son sumamente nocivas para la mujer. Ella perderá el respeto ante sí misma y ante su futuro marido, porque aunque haya sido él quien lo propuso, de todas maneras será precisamente él quien se lo reprochará de mil maneras el haber aceptado.
La labor que realizan algunos hombres con su prometida para tener relaciones sexuales antes del matrimonio, es en verdad una trampa cruel que llevan a cabo a pesar del "amor" que dicen tener a su novia. Son ellos mismos los que propician el estar solos y el permanecer largas horas en la oscuridad para ir ganando terreno poco a poco con la finalidad de llegar al convencimiento final. Las películas norteamericanas presentan ese suceso como algo soñado, con música romántica, y alegre final. Pero, si realmente el novio quiere a la joven, habrá de respetarla en todo momento para que las ilusiones de la pareja no se destruyan, y sobre todo para ir avanzando por los caminos de Dios. Si se equivocan en ese instante crucial, absolutamente nada volverá a ser igual que antes. Nuestro cuerpo es Templo Vivo del Espíritu Santo y de su correcto uso habremos de dar cuenta al Señor de la Vida, a pesar de que muchos jóvenes afirman en la actualidad que ellos son sus únicos dueños, y saben muy bien lo que hacen con él. Rechazar la tentación es una victoria que rendirá generosos frutos en el futuro de las personas, y aceptarla es una verdadera derrota. Sucumbir a la prueba es señal de debilidad, y salir airoso pone de manifiesto la fortaleza de las partes. Importante es recordar también que se convierte en una obligación moral de la joven evitar todo lo que para ella y su novio pueda ser motivo de pecado que los aleje de la salvación eterna. Muy seguido observo con tristeza a varias jovencitas de tan sólo doce o trece años salir de las escuelas abrazadas de su novio. Y yo me pregunto: ¿Acaso tienen edad suficiente para tener un compañero que lo único que desea es pasar el tiempo y divertirse con ellas? ¿Se habrán dado cuenta que son portadoras de una misión muy importante que aún no descubren, y que la están echando a perder haciendo las cosas fuera de tiempo? Ellas deberían estar motivadas para terminar sus estudios con honores, obteniendo posteriormente una carrera y tal vez una maestría o un doctorado que les permitiese tener ingresos suficientes para formar una familia. Pero, para conseguir todo eso, hay que planearlo desde un principio, ser constantes y estar dispuestas a sacrificar muchas cosas.
El mismo avanzar diario en la confianza que se van teniendo los novios, es factor preponderante en esa toma de decisiones que es perjudicial para la pareja. Ellos van llegando cada vez más lejos y con toda seguridad un día no podrán resistir. La muralla aparentemente sólida que esgrimía la novia, se derrumba inexplicablemente ante los ojos sorprendidos del novio que de esa manera encuentra libre el camino para lograr sus propósitos. A los cinco minutos de haber terminado, él ya no será el mismo con ella, se habrá transformado en un ser desconocido, agresivo, celoso y reclamante, con otros intereses de por medio, pasando a un segundo plano la novia... pero ya será demasiado tarde para remediar la situación, y todo habrá concluido.
Es una etapa de la vida en la que algunos padres de familia pierden contacto con las hijas, tal vez porque ya saben que se van a casar con determinado pretendiente, o simplemente porque ya no pueden con ellas. Sin embargo la miopía amorosa de estas jóvenes que ceden a las peticiones de su novio, alegando que lo hacen "por amor", las arrastrará con el tiempo a un grave sufrimiento. Por lo pronto, todavía antes de la boda ?si es que se casan- el romántico conquistador que no midió las consecuencias, comenzará a celar a su futura esposa, le hará la vida imposible vigilándola, porque pensará para sus adentros que si lo hizo con él, también lo hará con otros. Así es la mente humana. En el futuro, estos celos se extenderán por casi todo el resto de la vida matrimonial y ella se arrepentirá mil veces de haber dado un sí en una noche lluviosa o en las afueras de un motel de paso que se caracterizó por sus condiciones insalubres. Las ilusiones de la boda, el vestido blanco, la satisfacción y la sonrisa serena de los padres, el sentir que se ha cumplido, todo ello se habrá destruido en un abrir y cerrar de ojos, y ya nada será igual.
Todo lo antes dicho se complica si les nace un hijo como producto de aquella relación. Tratarán de ocultarlo ante la sociedad que los juzgará sin misericordia, y quedará para siempre marcada esa criatura inocente como cruel recordatorio de un momento de pasión.
De aquí se desprende la importancia que tiene el arraigo moral de las costumbres y la vigilancia de los padres hasta el último instante anterior a la boda. Ellos no pueden darse por vencidos, a pesar de lo cansado que se encuentren. ¡Si aún permaneciendo alerta llevan el riesgo de equivocarse, cómo vamos a desentendernos de los hijos...!
Muchas generaciones de niños y de jóvenes crecieron en el siglo pasado sin valores y sin principios morales, porque sus padres no tuvieron la fuerza y la decisión de enseñárselos, y porque no acudieron a un colegio en donde se les hablara de temas espirituales. El medio ambiente y algunas amistades que no les convenían, fueron creando en su mente una gran ausencia de Dios y por lo tanto su conciencia se fue apagando y se hizo elástica amoldándose a una vida por demás desenfrenada. Lo más triste es que su descendencia en la que se incluyen hijos y nietos, continúa actuando de la misma forma, y nadie hace absolutamente nada para remediarlo. Estoy seguro de que esa situación deplorable no tiene contento a Nuestro Señor Jesucristo, que hace dos mil años nos inculcó principios diferentes y nos marcó el verdadero camino que deberíamos seguir.
El tema de las relaciones sexuales antes del matrimonio tiene una importancia mayor de lo que parece, principalmente para la vida futura de la pareja. También es relevante para el ejemplo que las madres le ofrecerán a las hijas que con el tiempo lleguen a tener, porque éstas llevan el riesgo de hacer lo mismo con algún enamorado que se cruce en su camino. Propicia así mismo la multiplicación de madres solteras, que como dijo el poeta: "Amaron creyendo que serían amadas, y van por la vida sin un cariño, recordando un hombre y arrastrando un niño". Amaron tanto, como decimos ahora nosotros, que dieron un paso decisivo en terrenos prohibidos y jamás podrán sacudirse ese polvo de sus pies. Lo tendrán impregnado en su mente y en su corazón, convirtiéndose en el hecho negativo más importante que hayan realizado en su vida.
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