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Más Allá de las Palabras / ¡VIVA CRISTO REY!

Jacobo Zarzar Gidi

Benedicto XVI se hizo presente este domingo 20 de noviembre con un saludo en la beatificación de trece mártires de la persecución religiosa que tuvo lugar en los años veinte del siglo pasado en México.

De los trece mártires, tres eran sacerdotes y diez laicos, incluido un adolescente de 14 años, José Luis Sánchez del Río, asesinado por ?odio a la fe?. El más famoso de ellos, era Anacleto González Flores, padre de familia y abogado, quien fue asesinado al igual que siete compañeros mártires entre 1927 y 1928.

?En esta solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, al que invocaron en el momento supremo de entregar su vida, ellos son para nosotros un ejemplo permanente y un estímulo para dar un testimonio coherente de la propia fe en la sociedad actual?, aseguró el pontífice.

Entre los testigos del martirio de José Luis Sánchez del Río -un muchacho mexicano de catorce años, beatificado este domingo en Guadalajara, se encontraba Marcial Maciel, un niño que no había cumplido los ocho años y que después se convertiría en fundador de la congregación de los Legionarios de Cristo y del movimiento ?Regnum Christi?.

La Legión de Cristo cuenta con cerca de 650 sacerdotes y 2,500 seminaristas; mientras que el movimiento de apostolado ?Regnum Christi? se compone de unos 65 mil miembros, seglares ?hombres y mujeres?, diáconos y sacerdotes, esparcidos por todos los continentes.

El padre Maciel, a sus 85 años, recuerda el martirio de su amigo:

?-José Luis ?como le llamábamos sus amigos? era de Sahuayo, Michoacán, un pueblo no lejano de Cotija, mi pueblo natal. Mi abuela materna, doña Maura Guízar Valencia, tenía ahí su casa, y acudíamos a visitarla con frecuencia. Yo era seis años menor que José Luis. A él le gustaba organizar juegos para los niños, nos hablaba de Jesús, recuerdo que me llevaba a hacer visitas al Santísimo, era muy bueno.

-Cuando comenzó la persecución religiosa quiso unirse a los cristeros para defender la fe; pidió varias veces permiso hasta que por fin fue recibido. En febrero de 1928 ?yo tenía siete años, casi ocho? estaba en Sahuayo cuando supimos que José Luis había sido apresado y que lo habían encerrado en el bautisterio de la parroquia.

-Una ventana daba a la calle y desde allí le escuchábamos cantar ?Al cielo, al cielo, al cielo quiero ir? mientras esperaba su sentencia. Los federales estaban usando la parroquia como cárcel y también como corral. Rafael Picazo, quien dominaba el pueblo de Sahuayo, ponía como condición para liberarlo que delante de él y sus soldados renegara de su fe.

Todos lo supimos y estábamos muy preocupados y en un estado de emoción y de tristeza tremendo. Sus amigos nos reuníamos para rezar por él. Llorábamos mucho, pidiendo a la Santísima Virgen que no lo fueran a matar, pero al mismo tiempo que no abjurara de su fe. De hecho, José Luis no quería saber nada de esto.

Y al cabo de dos días, por la tarde, supimos que lo habían llevado al mesón del Refugio. Aquella noche le cortaron las plantas de los pies y le obligaron a caminar descalzo hasta el cementerio, que se encontraba a varias cuadras de distancia. Nosotros ?algunos pocos parientes, amigos, conocidos del pueblo? lo seguíamos desde lejos. Recuerdo las manchas de sangre que dejaban sus pasos, él iba con las manos atadas a la espalda y recuerdo a los federales empujándole, insultándole y exigiéndole que dejara de gritar: ?¡Viva Cristo Rey!?. Y su respuesta, siempre fue el grito: ?¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!?. A nosotros sólo nos permitieron llegar hasta la tapia del cementerio. Lo colocaron junto a la fosa. Dicen que lo apuñalaron varias veces y que le seguían insistiendo que abjurara de su fe y él respondía: ?¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!?. Su papá no estaba con nosotros, no estaba allí presente. Y le preguntaron burlonamente: ?¿Qué mandas decir a tu padre??.

Contestó: ?que nos veremos en el cielo?.

-Por fin le dispararon en la sien. Yo escuché el disparo que terminó con su vida. Puede usted imaginarse la impresión profunda que este hecho dejó en nosotros, especialmente en los niños. Tengo un recuerdo muy hermoso, entrañable, de este amigo mío que dio su vida por Cristo, ha sido siempre para mí un testimonio de lo que significa el auténtico amor a Jesús. También lo recuerdo con algo de nostalgia, porque yo le decía a Nuestro Señor: ?¿Por qué a él lo escogiste para mártir y a mí me has dejado??.

El martirio de José Luis me dejó una huella profunda, imborrable: su muerte contribuyó a sembrar en mí la certeza de que la fe vale más que la vida misma, me hablaba del valor eterno de una vida totalmente entregada por amor a Cristo, me sembró un anhelo de eternidad? pero no sólo fue él.

-En mi pueblo de Cotija, durante la guerra cristera, con frecuencia veíamos a los ahorcados en la plaza o presenciábamos fusilamientos de cristeros que habían muerto al grito de ¡Viva Cristo Rey! Dejaban atrás quizá una familia, unos hijos, una madre ?¡cuántas alentaban a sus hijos a no renegar de su fe!?.

-Presencié el martirio de Antonio Ibarra, un músico de mi pueblo, de Leonardo y de varios otros; tengo todavía grabados en la mente algunos de aquellos rostros y escenas; especialmente aquélla cuando bajaron de la horca a Antonio y lo depositaron en los brazos y el regazo de su madre, doña Isabel Ibarra. Y eran toda clase de personas las que fueron martirizadas en muchos pueblos de México: niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, ricos y pobres, sacerdotes y fieles laicos.

-Yo creo que ese testimonio del martirio de tantos cristianos, que prefirieron derramar la sangre antes que traicionar a Jesucristo, sí influyó mucho en mi propia vida y en mi misión de fundador, pues era un testimonio que, por decir así, hacía revivir la fe heroica de los primeros cristianos.

Ese testimonio me ayudó a comprender que la vida cristiana, para ser coherente, tiene que estar plenamente comprometida con Jesucristo. Un cristianismo a medias, de componendas, que ?le enciende una vela a Dios y otra al diablo? (como dice el dicho popular), no es cristianismo.

A mí me hubiese gustado dar la vida, como lo hizo José Luis Sánchez del Río, como lo hicieron los centenares y millares de mártires cristeros; pero comprendí que a mí Dios me pedía otra clase de martirio, el de la vivencia del evangelio hasta las últimas consecuencias; y es esto, a fin de cuentas, lo que está detrás de la fundación de la Legión de Cristo y del Movimiento ?Regnum Christi?: ayudar a que también otros hombres se comprometan a conocer, vivir y transmitir el amor de Jesucristo.

Cuando llegó el momento de elegir nombre para la congregación que el Espíritu Santo me inspiró fundar, barajé en mi mente varios nombres, y el recuerdo del testimonio de los cristeros, fue un elemento que me ayudó a comprender que el nombre que mejor podría significar nuestra misión era el de Legionarios de Cristo: hombres que van a la lucha por el Reino de Cristo sin reservarse nada para ellos, dispuestos a dar su vida.

En 1929 los cristeros depusieron las armas en obediencia al mandato de Su Santidad el Papa Pío XI. Los gobernantes de entonces no cumplieron los acuerdos con la iglesia y con los cristeros, y muchos cristeros desarmados fueron después asesinados. Todo acabó en nada. Parecería un fracaso. Pero como decía Tertuliano: ?la sangre de mártires es semilla de cristianos?. Juan Pablo II fue testigo en su primer viaje a México en 1979 ?el primero de sus viajes como peregrino por el mundo?, del entusiasmo y la vida de la fe que en México se respira, sin duda regados por la sangre de sus mártires.

Un martirio no sólo no será jamás una muerte inútil, sino que será más bien una muerte fecunda, redentora. Es la muerte del discípulo que se asocia a la cruz de su Maestro, y que con Él ofrece su vida por la salvación de muchos hombres, incluidos sus mismos verdugos. Como Jesús, su muerte parece inmediatamente un fracaso, pero es un testigo luminoso de la resurrección y de la vida eterna que a todos nos aguarda. Es el triunfo del amor sobre el odio y de la vida sobre la muerte. He podido ver varias veces que desde la muerte de José Luis hasta el día de hoy, muchos visitan su tumba, le llevan flores, le ponen velas, y se detienen allí a orar, solicitando su intercesión. Como decía Jesús: ?Dios no es Dios de muertos sino de vivos?. Cuando rezamos a los santos, sabemos que hablamos con personas que viven, que han triunfado definitivamente y han alcanzado la felicidad con Dios hacia la que peregrinamos durante esta vida y a la que todos estamos llamados.

El martirio es un llamado de Dios a dar toda la vida por Cristo en unos pocos minutos, y eso es lo que hizo mi amigo ?un adolescente de tan sólo 15 años?. La vocación es un llamado a dar toda la vida por Cristo también, pero día a día, minuto a minuto.

No podemos olvidar que es Dios el que llama, y Él escoge el momento para hacerlo. Es Dios el sembrador que deposita la semilla. Él puede hacer despertar la vocación sacerdotal en el corazón de un niño, como en el de un joven, como en el de un adulto; cuando le parece el momento oportuno Él sabe encontrar el modo de hacerles sentir en su interior de modo nítido su invitación a seguirle. Claro que, como sucede con todo proceso de maduración en la vida de un niño y de un joven, con el tiempo esta semilla debe crecer, y la llamada será estudiada y tendrá tiempo para ser ponderada y verificada. El camino hasta el sacerdocio o la vida consagrada pasará por diversas etapas de formación y la iglesia admitirá a quienes sean aptos. Lo importante es poder ofrecer a estos niños y adolescentes que a temprana edad experimentan en su interior el llamado de Dios, un espacio de libertad y un ambiente propicio, una ?tierra buena?, el sol, el agua, el aire para que la semilla pueda germinar a su tiempo; esto es lo que tratamos de hacer en los centros vocacionales de la Legión y del ?Regnum Christi?.

Ésta ha sido también mi experiencia personal: recibí el llamado al sacerdocio a los 14 años de edad, salí de mi casa al seminario a los 15 años; nunca he dudado de mi vocación, he sido y soy plenamente feliz en mi sacerdocio y ya tengo 85...

Le pido a José Luis que nos alcance de Dios a todos la gracia de ser fieles a nuestra fe y a nuestro amor incondicional a Cristo hasta la muerte. Le confío a todos los niños y adolescentes. Me parece que como lo fue para mí, José Luis será para todos ellos un excelente modelo de amistad con Cristo y de fidelidad y coherencia cristiana.

zarzar@prodigy.net.mx

jacobozarzar@yahoo.com

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