Se cumplió lo que estaba escrito: Humberto Moreira será nuestro próximo gobernador. Obteniendo una ventaja mayor a la que podría sacar Ana Guevara en una competencia con atletas de la tercera edad, el candidato priista llega a la gubernatura respaldado por los miles de votos obtenidos, pero con la mancha que deja el vergonzoso abstencionismo registrado en Coahuila, el cual sigue siendo alto pese a haber disminuido respecto a elecciones pasadas.
¿Ahora qué sigue? Seguramente el profesor Moreira se está haciendo esta pregunta y más nos vale que sepa contestarla, pues de lo contrario, tendremos a un gobernador de excelentes promesas, pero de obras escasas.
Antes de ocupar su cargo, es urgente que Moreira tome ciertas medidas para que así pueda convertirse en un buen gobernante. En primer lugar, debe renunciar a todas las prácticas nocivas que hasta ahora le sirvieron para convertirse en el político con más poder en el Estado. El resultado en la elección del domingo me hace suponer que muy pocos recuerdan que en la carrera política del profesor ha estado siempre presente la sombra de la corrupción. Si en el pasado el gobernador electo no tuvo empacho en utilizar recursos públicos para satisfacer intereses particulares, de ahora en adelante debe entender que esos recursos sólo se deben invertir en un mejor futuro para los coahuilenses.
Ya no queremos ver a un Gobierno de múltiples anuncios publicitarios y obras escasas. Por el contrario, en Coahuila urge un gobernante que emprenda las obras que generen una mayor calidad de vida y no necesariamente una mayor popularidad.
Es urgente que Moreira tome un curso de administración pública. Aunque pueda presumir su experiencia como alcalde y como titular de la Secretaría de Educación Pública en el estado, los números demuestran que el profe no sabe cómo utilizar adecuadamente los recursos públicos.
Como alcalde no sólo incurrió en un desorbitado gasto por concepto de publicidad y asesorías, sino que además, durante 2004, destinó cerca del 40 por ciento del presupuesto de egresos para el pago de la nómina y prestaciones de los trabajadores municipales. Esto habla de la tremenda burocracia que existió durante su periodo como presidente municipal. En su carrera hacia la gubernatura, Moreira adquirió múltiples compromisos los cuales seguramente serán saldados con cargos públicos. Esto podría traducirse en una tremenda burocracia estatal y, por consiguiente, en una marcada ineficiencia administrativa y en una reducción al presupuesto para obra pública. Por tal motivo, el gobernador electo debe tomar un curso básico de administración.
Hablando de cursos, no está de más que Moreira tome unas clases de transparencia. Como alcalde, en reiteradas ocasiones manifestó su compromiso para respetar la Ley de Acceso a la Información, sin embargo, ninguna institución o dependencia estatal se mostró tan reticente a esta conquista democrática como lo hizo Moreira al frente del Ayuntamiento.
Otra medida que debe implementar el gobernador electo es la de aprender a bailar ballet o tango. Si los pasos colombianos le sirvieron para atraer a cientos de votos en los sectores más populares, convertirse en el nuevo Nureyev quizás podría ayudarle a ganar la simpatía de la clase empresarial. Como sabemos, poca relación tiene Moreira con la Iniciativa Privada. Si esa lejanía continúa, jamás podrá cumplir su promesa de reducir el desempleo en Coahuila.
Entre las medidas que deberá implementar Moreira para ser un buen gobernador, la más importante es la de elegir a un buen gabinete. La confianza de los coahuilenses se ha depositado ya en su persona. El escoger a un buen equipo, representa la primera oportunidad para demostrarnos que es digno de esa confianza.
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