Muy Feliz año a mis lectores. Estoy de vuelta en este espacio y considero oportuno comenzar mis columnas de este año con algunos comentarios sobre el desempeño económico de América Latina, en particular el de México, durante el año pasado y lo esperado para 2005. Hoy me refiero a la región latinoamericana y la semana próxima tocaré con mayor detalle lo que espero para nuestro país.
Al hacer una evaluación del ambiente económico de los países latinoamericanos en el año que acaba de terminar se aprecian buenas y, hasta cierto punto, malas noticias. Las buenas noticias muestran que el desempeño económico (5.7 por ciento de crecimiento) de América Latina en 2004 fue el mejor desde 1997, debido esencialmente a que se conjugó la aplicación de políticas económicas ortodoxas con un entorno externo muy favorable.
Los factores externos favorables para el crecimiento económico de América Latina en 2004 fueron unas condiciones financieras globales muy laxas, con niveles bajos de tasas de interés; una reactivación de la demanda global, que favoreció las exportaciones de nuestros países; una menor aversión al riesgo por parte de los inversionistas internacionales que estuvieron dispuestos a canalizar más recursos hacia los mercados emergentes; y un alza en los precios de los bienes genéricos, en particular productos agrícolas, metales y algunas materias primas que fortalecieron las cuentas externas y apreciaron las monedas de varios países.
El crecimiento de 5.7 por ciento de la región en 2004 incluye la expansión de Argentina y Venezuela, que registraron avances muy significativos porque ambas economías venían de contracciones severas en años anteriores. Sin embargo, cuando excluimos a dichos países, nos quedamos con un respetable pero nada extraordinario crecimiento del 4.3 por ciento. Y con esto terminan las buenas noticias.
Una mala noticia es que este desempeño palidece frente a lo que sucede en Asia, que creció al 7.6 por ciento en 2004. Este contraste en la evolución de ambas regiones es un recordatorio más de la mediocridad latina, donde aún con un entorno externo tan favorable, la falta de atención, por razones políticas, a los impedimentos estructurales al crecimiento sigue contribuyendo al creciente rezago económico de las naciones de América Latina. México en esto no es una excepción.
El problema es todavía más grave para nuestra región, ya que no sólo no corregimos las deficiencias estructurales, sino que nuestro nivel de ahorro se ubica alrededor del 20 por ciento del PIB, cifra apenas comparable con los niveles que existen en las economías africanas pero muy inferior al 35 por ciento de las naciones asiáticas.
Ello no sería un problema tan serio si no fuera por el hecho de que esta insuficiencia de ahorro interno no se subsana con la entrada de ahorro del exterior. Aquí también nuestros números palidecen frente a los asiáticos. Los flujos netos de capital a la región latinoamericana fueron prácticamente cero durante 2004, mientras que Asia recibió 80 mil millones de dólares.
Por otra parte, se ve muy difícil que la evolución de nuestras economías durante el año pasado se repita durante 2005. Este año las condiciones económicas globales serán menos favorables, aunque si bien todavía positivas, lo que se traducirá de acuerdo a la mayoría de los analistas en un crecimiento de la región del 4.1 por ciento, cifra inferior al 5.7 por ciento registrado el año pasado.
Esta evolución es todavía relativamente buena, pero como mencioné anteriormente, no raya en lo espectacular, en particular cuando se compara con lo que sucede en otras economías emergentes, como las de Asia, cuyo ritmo de avance esperado para 2005 sigue excediendo el siete por ciento.
Los riesgos externos para la región, y también para México, son mayores este año que el pasado y están vinculados con el proceso de corrección de los desequilibrios de la economía de Estados Unidos y el tipo de “aterrizaje” que registre la economía china.La gran incógnita en cuanto a la corrección de los desequilibrios económicos de Estados Unidos es si se basará exclusivamente en una depreciación del dólar, o si la presión sobre esta divisa se atenuará mediante una reducción significativa del déficit fiscal.
Por su parte, el alza de las tasas de interés no ayuda al desempeño de nuestras economías, como tampoco lo hará el hecho de que un menor dinamismo global se traducirá en menores precios para nuestras exportaciones. Esto último, por ejemplo, ya ocurre con el precio de la soya, el principal producto de exportación de Argentina, y pronto puede ocurrir con otros granos y materias primas.
A pesar de este panorama mediocre, las condiciones económicas globales y la salud financiera de la mayoría de las economías de América Latina han llevado a varios analistas internacionales y diversas empresas de inversión a recomendar la compra, por ahora, de instrumentos de deuda de corto plazo en países como Brasil y México, donde las tasas de interés son suficientemente altas en relación con las que ofrecen los bonos del tesoro estadounidense. Esto puede fortalecer las monedas de estos países, por lo menos durante los primeros meses de este año.
Esta recomendación tiene, sin embargo, sus advertencias. Una de ellas señala que la expectativa de un aterrizaje suave para las economías de Estados Unidos y China es crucial para América Latina, ya que en su defecto los resultados serían bastante pobres. Otra advertencia tiene que ver con el hecho de que si bien en los países de la región se prevé un año políticamente tranquilo, porque las elecciones presidenciales de la mayoría de ellos tendrán su desenlace hasta el año próximo, se teme que en México se enturbie el ambiente político antes de fines de 2005. Sobre nuestro panorama continúo la semana próxima.