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Mensajes

La Presidencia de la República se ha convertido en fuente inagotable de mensajes, muchos de ellos erráticos, crípticos, inoportunos y carentes de sensibilidad, de esos que lo único que abonan es al enorme campo de las ambigüedades y la incertidumbre.

Justo en estos momentos, cuando el país vive un episodio político definitorio de lo que puede ser el futuro cercano, Vicente Fox decide jugar a las palabras ante empresarios oxaqueños. El mandatario considera que es necesario remover e impedir el regreso de populistas al país, “pues lo único que han dejado a México, el único crecimiento, es el de la pobreza; es necesario remover a los necios que se oponen a la reforma energética, algunos necios que ustedes conocen bien, bloqueando la posibilidad de acompañar la inversión pública en materia de energía con inversión privada; es necesario removerlos, porque es necesario que el país avance”.

Tal vez ya pocos puedan arriesgar el que en Los Pinos sepan exactamente lo que están haciendo, cuando se lanza ese mensaje contra quienes “pretendiendo cambiar de rumbo nos van a sostener en el mismo ritmo del pasado, con décadas de bajo crecimiento con lo que sólo crecerá la pobreza y la marginación”, pero sin duda tanto priistas como perredistas –luego de buscar asesores en lingüística y semiótica que interpreten qué fue lo que se quiso decir- capitalizarán sus frases en contundentes respuestas ante los medios de comunicación.

En el fondo, el presidente tiene razón al cuestionar al populismo y el advertir de los riesgos de pretender ignorar las realidades que impone un mundo globalizado, pero también es cierto que un mandatario debe, antes que nada, reflexionar profundamente sobre el peso y repercusiones de sus palabras, sobre todo si se vive en un contexto de polarización social y confrontación entre los poderes Legislativo y Ejecutivo.

La Presidencia de la República, que libra hoy la más fuerte de las batallas contra Andrés Manuel López Obrador, nunca debería olvidar que hoy en México, la llamada “oposición” es mayoría en el Congreso y que el momento exige altura de miras y un lenguaje depurado y cuidadoso, ya que los exabruptos y ataques sólo avivan el fuego de esta hoguera en que se ha convertido la escena política mexicana.

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