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México adelanta tiempos/Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

El tema de la sucesión presidencial está por todas partes en México cuando falta exactamente un año para el relevo en Los Pinos.

Tanto en los medios de comunicación como en los cafés y en las sobremesas todos opinan, critican e intentan predecir los resultados del dos de julio de 2006.

Nunca como ahora los candidatos han realizado campañas con tanta anticipación. Andrés Manuel López Obrador inició su labor de proselitismo desde su llegada al Gobierno del Distrito Federal a pesar que pidió que “lo dieran por muerto” en la carrera presidencial.

Roberto Madrazo está en campaña desde el sexenio pasado cuando perdió la interna con Francisco Labastida Ochoa. No dejó pasar una segunda oportunidad a pesar de haber ocasionado una de las peores divisiones al interior del PRI.

Felipe Calderón manifestó sus aspiraciones hace unos dos años, mismas que le costaron su ruptura con Vicente Fox y su puesto en el Gabinete, en un incidente que a la postre le valió la candidatura. Por algo dicen que la política es una rueda de la fortuna.

Del resto de los candidatos como Patricia Mercado de Alternativa Socialdemócrata y Campesina, y Bernardo de la Garza del Partido Verde Ecologista de México, no podemos decir lo mismo, aunque que ya están en la jugada con más de seis meses de antelación.

En los tiempos de la dictadura priista el candidato del partido oficial surgía entre los meses de septiembre y diciembre, previos a la elección del mes de julio.

Hoy no existen reglas escritas de manera que hemos visto procesos selectivos de todos los sabores y colores, incluyendo elecciones primarias o internas que han ganado credibilidad.

Pero se mantiene la figura del caudillo o candidato único como una constante en la mayor parte de los partidos que les cuesta trabajo practicar la democracia interna.

A diferencia del pasado, hoy las campañas con sus críticas y ataques son abiertos y en ocasiones inmisericordes.

Ahora avanza quien más se expone a los medios de comunicación sin importar sus yerros y tarugadas.

Por ello es evidente que 2006 será más que nunca una campaña mediática en donde ganará más votos quien tenga mayor capacidad para proyectar su imagen y planes a través de la radio, la prensa, la televisión y la Internet.

Al momento las encuestas sostienen a López Obrador a la cabeza, un candidato que creció en base a sus conferencias matinales durante cinco años y al proceso de su desafuero. Felipe Calderón ha registrado un ascenso importante en las preferencias electorales, producto de su triunfo contundente en la interna del PAN, pero todavía en varias encuestas aparece diez o más puntos detrás de AMLO.

Roberto Madrazo con todo y su larga campaña no puede quitarse el estigma de villano y por lo mismo su imagen va en franco descenso. Al entrar 2006 podría recuperar terreno si los priistas de peso económico y político deciden apostarle a su candidatura.

Las oportunidades reales para que gane un cuarto aspirante son remotas. Hay quienes desean ver en la contienda a Jorge Castañeda y a Juan Ramón de la Fuente, pero a estas alturas están lejos de conseguir un partido que los postule.

La historia nos dice que los electores mexicanos tienden a ser conservadores y a votar por el partido en el poder. En tal caso la ventaja sería para Calderón y el PAN, cuyo Gobierno ha sido exitoso en lo económico aunque muy cuestionado en lo político y en el espinoso tema de la seguridad social.

La diferencia en las elecciones de 2006 será que los mexicanos imiten la tendencia de Latinoamérica y Europa de cargarse hacia la izquierda y opten por el PRD.

La campaña sistemática que se registra en el sector privado y entre grupos conservadores en contra de López Obrador pudiera dar buenos resultados como ocurrió en su momento con Cuauhtémoc Cárdenas.

Pero puede ser todo lo contrario a como lo vivimos en 2000 cuando Fox terminó con una holgada victoria a pesar de las campañas furibundas en su contra. Lo cierto es que México transita por una democracia que hace diez o veinte años se parecía inalcanzable.

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