Mira chula, en este negocio no sólo hay que serlo, sino también parecerlo y, siempre simularlo.
Los 8 escalones (E. de Luca)
Un México donde todo se posterga, donde la democracia sigue perdida por el camino inextricable que da la simulación misma, de la oscura transición con metáforas y quimeras en una esfera muy reducida que sólo abarca la clase política. El disfraz con el que se viste la democracia, las distintas mascaradas de trueque que tiene la justicia, la forma tan subliminal de gobernar con fortunas al por mayor y un gran aparato de adulación y como única y rígida regla, la impunidad galopante, es desgraciadamente lo que los mexicanos por años hemos padecido.
El filósofo de mi rancho Josétor, mejor conocido como el “Malhecho” tiene una definición muy clara y hasta la solución de lo que debe hacer y decir el presidente Vicente Fox cada vez que habla, manda una iniciativa o pretende buscar otro rumbo en la política nacional. Ante esto, el “Malhecho” propone de una manera irónica: que el Ejecutivo diga y proponga lo contrario a lo que piensa y como está claro y quedado demostrado que la oposición rechaza todo lo que manda, pues de una vez por todas el presidente Fox se saldrá con la suya.
La posición de la oposición ha sido una calca al carbón desde hace varios sexenios, una triste simulación protegida por una cortina de ruidos y miasmas. Sin embargo la descomposición política ha salpicado a la sociedad y la contaminación parece de índole general y como están las cosas ni la simulación es capaz de tapar, mucho menos curar las disputas por las grandes o chicas pasiones, casi siempre por intereses particulares o de partidos, pocas han sido por un bien común (recuerdo dos acciones de bien común: la Expropiación Petrolera y el Reparto Agrario, que paradójicamente terminaron bifurcándose con intereses particulares y de grupos).
Disputas coquetas disfrazadas de luchas sociales han nacido en México con programas que no son otra cosa que simulaciones al fetichismo y adulación del Gobierno en turno, programas (aspirinas) que quitan el dolor de cabeza, pero no curan la migraña. Una cultura la de nuestros políticos con valores simulados, sin integridad, con ausencia de un respaldo moral que los apoye, mucho menos ideología donde los rasgos y la misma democracia son sepultados.
La dimensión del miedo es la simulación y más cuando algunos actores políticos no saben perder; citaré el caso de Roberto Madrazo (jefe del PRI), que cuando pierde engaña y hasta arrebata y cuando no pierde sólo engaña, siempre con el fantasma de la falacia que aún con la cantaleta de la transición no somos capaces de desterrar; y entre los ciudadanos acarrean puras catástrofes acompañados de una catapulta de penas, que por increíble que parezca los habitantes de este hermoso país nos acostumbramos a disimularlas y hasta ser parte de esta obra bufa en que los directores (políticos) de escena nos dicen cuál papel tomar y actuar y hasta por qué, cuándo, dónde y cómo disimular.
Como dice Camus en su novela “El cielo de los pobres”: nos enseñamos a sufrir, a no llorar, a obedecer y poco a poco estamos aprendiendo a no comer.
Somos los reyes de la simulación y cuando existen funcionarios corruptos y truhanes nos convertimos en cómplices silenciosos porque dejamos que estos gamberros sigan con su cinismo descarado y en la mayoría de las ocasiones con una simulación tal, que raya en lo ridículo al eternizarlos con el nombre de una escuela, calle u colonia.
Los economistas al servicio de FMI y el BDM y las altas corporaciones, los mismos operadores en las diferentes bancas nacionales disimulan lo endeble de nuestras finanzas, ¿qué decir de la justicia en México? con leyes sometidas a la fugacidad que da la burocracia y los amparos que forman parte del crisol en los diferentes aparatos de justicia y la aplicación del castigo es abismal entre los pobres y ricos.
La simulación está presente en todas las dependencias gubernamentales sin excepción, sean éstas de salud, educación, el agro, los recursos naturales (ecología) comunicaciones y otros servicios incluyendo el mismo combate a la pobreza, donde para no variar se disfraza y simula muy bien con cifras y gráficas alegres.
Y si nuestras más altas tribunas y sus representantes (entiéndase diputados y senadores) son la vil representación de defensores del pueblo, no pasan de ser simples charlatanes “arremedadores” de los antiguos tribunos griegos.
URNAS ELECTRÓNICAS
¿No será otra jalada más de nuestros incorruptos aparatos electorales de Coahuila? o tal vez se cumpla la sentencia de que la democracia es muy cara, porque el pueblo debe saber el costo de estas urnas y cuál y cuántos proveedores participaron en su licitación y por último: ¿qué garantía se tiene con este tipo de urnas, si el fraude como uso y costumbre el PRI no lo hace en las urnas, lo efectúa mucho antes de usar las urnas?
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