Hace unos días tuve la enorme satisfacción de recibir el Premio a la Excelencia Universal, otorgado por un comité que desde hace muchos años elige con gran escrupulosidad a los destinatarios de dicha mención de honor en reconocimiento de los méritos realizados en una vida de trabajo. El comité esta formado en la Ciudad de México por el gran señor y escritor Paco Ignacio Taibo, Enrique Castillo-Pesado, Tony Scheffler y Ángel Gali Moreira (inmemorial). Celebro que este grupo de personalidades, además de las muchas y trascendentes labores que desarrollan en sus diferentes ámbitos, se unan para generar estos encuentros que tienen como fin estimular la creatividad -que por cierto en México fluye como cascada-, especialmente en estos momentos en los que pareciera que nos ganan los conflictos, las crisis y el desaliento.
México vive tiempos difíciles, al parecer como nunca antes: crisis económica, política y social que enturbia nuestro presente y parece ensombrecer nuestro futuro. Sin embargo, nuestras almas abrigan una esperanza de luz; un anhelo fundado en la fuerza incontrastable, poderosa, que está presente en el inconsciente colectivo. Ánimo proveniente de las voces profundas que surgen del pasado y que propician la reconstrucción de nuestra cultura, única, excepcional, autónoma; historia que nos da solidez para enfrentar el futuro de pie, firmes, en nuestra añeja convicción de que el amor vence a la muerte y nos permite afirmar que los valores estéticos de la nación seguirán intocados.
Gracias a esta certeza, por encima de las circunstancias actuales se vislumbra un futuro promisorio, sólo comprensible si volvemos los ojos a nuestra historia y antiguas tradiciones; si retomamos el rumbo que ha permitido crear una nación independiente, soberana, con perfil propio, cuyo principal crisol se dio en la gran Tenochtitlan, “La ciudad de los palacios”, “La región más transparente”, que dijo el poeta. La Ciudad de México, donde día a día se conforma un mosaico cultural que nos define y, a pesar de todas las desventuras -en la sempiterna lucha entre lo que repta y lo que vuela- continúa escuchándose como una proclama de sus habitantes, la cual constituye a la vez una obra estética y literaria que ofrece la oportunidad de desnudar lo que en esencia somos y lo que deseamos ser. En horas difíciles y angustiosas resulta más que oportuno, algo así como milagroso, tener presente esas raíces, pues eso nos recuerda, entre muchas otras cosas, la intemporalidad de nuestro carácter, la prodigiosa capacidad y voluntad creativa, aun ante soplos huracanados.
Tengo la seguridad que México es más fuerte que todos esos conflictos, lo que le permitirá salir adelante, porque tiene seres de excepción, conscientes y decididos a dar la batalla. Y lo vemos en muchas acciones. Una, por ejemplo, que me conmueve, es el trabajo que lleva a cabo la organización México Unido contra la Delincuencia, que en uno de sus recientes anuncios por televisión nos muestra a un hombre que fue víctima de secuestro y cuyos sanguinarios captores le cercenaron cuatro dedos y a pesar de ello él ofrece sus manos a las autoridades para ayudar a erradicar estos actos de vandalismo. Y me brotan las lágrimas nomás de recordar la cara de angustia y dolor de mi maravillosa amiga Talina Fernández a quien, como ella bien lo dice, se fue media vida con la muerte de su hermosa hija Mariana, joven a la que quisimos y admiramos.
Con esos sentimientos encontrados, que se mezclan y confunden en este tipo de celebraciones, acepté el galardón -pese a saber que hay muchos mexicanos que lo merecen-, porque siento que este tipo de reconocimientos nos ofrecen foros importantes que nos dan la oportunidad de convocar a la concordia, al esfuerzo común y a generar un compromiso a fondo para lograr ese México que tanto anhelamos.
Pues bien, más allá de lo personal, recibí el premio en nombre de nuestra cultura, de las artes plásticas y de nuestra gastronomía, que sin duda son ejes fundamentales de la identidad de este país. Como artista, pintora, mujer mexicana que ama la armonía de las formas y las formas de la armonía, agradezco profundamente la oportunidad de dejar constancia en estas líneas de la labor que hacen organizaciones como ésta al estimular a mexicanas y mexicanos para que juntos continuemos cultivando la belleza, el pensamiento y el saber.
Sobre todo en estos tiempos tan complicados en los ámbitos económico, político y social, pero esperando que no lo sean también en lo cultural, ya que el arte es la expresión esencial de la humanidad; la transmisora y receptora de los sentimientos de un pueblo, además del sustento para forjar una sociedad humanizada. Razón más que suficiente para cuidar pulcramente lo mejor que tenemos: nuestro patrimonio cultural. México ha inspirado muchas obras en el urbanismo, la música, la literatura, la escultura y la pintura. Así fundado en el mundo viejo como en el nuevo. Juntos en el ayer con el hoy cercano.
Por todo esto, mi agradecimiento a quienes decidieron otorgarme el Premio a la Excelencia Universal, por hacerme sentir que mi trabajo ha sido valorado y ha tenido un público sensible. Que a todos la luz siempre los acompañe y que también cubra a México.
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