EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

México, país latinoamericano

Julio Faesler

El descalabro de la candidatura mexicana a la Secretaría General de la OEA nos obliga a un examen de conciencia. Los rumores corren sobre si Luis Ernesto Derbez fue o no el favorito de Estados Unidos o si el desenlace del inesperado impasse electoral fue o no más una derrota para Estados Unidos que para México, o si México escogió mal en la rivalidad de proyectos políticos que algunos ven en nuestra América. Sea como fuere, el confuso conjunto de especulaciones apunta específicamente a que algo anda muy mal en nuestras relaciones con nuestros hermanos del sur y que urge corregir.

No hay duda que México tiene una muy peculiar relación con sus vecinos del norte gracias al TLCAN. Pero es igualmente importante entender que nuestras raíces con la gran familia latinoamericana se nutren de una honda historia y cultura. Pero por desgracia las relaciones con el sur se nos presentan hoy dañadas y en algunos casos hasta rotas. Es el momento de enderezar las relaciones de México con los países hermanos al sur. Precisa revisar y poner al día intereses y propósitos comunes para sincronizarlos con los escenarios de intensa competencia internacional en los que inevitablemente actuamos.

La coyuntura que se descarnó con el episodio de la OEA demanda definiciones claras y respuestas efectivas respecto de nuestra política latinoamericana. Van de por medio el rumbo y con él la calidad de vida en nuestro país.

El que por dictado geográfico seamos eslabón entre las dos culturas que dominan nuestro continente no significa que renunciemos a lealtades básicas. No hay que seguir aceptando ficticios dilemas. Aprovechar el TLCAN y ampliar intercambios económicos, que es el ámbito al que se constriñe este acuerdo, podría contribuir tangiblemente a los intereses económicos de la comunidad latinoamericana donde las coincidencias de corto y largo plazo son mucho más que la simple conveniencia comercial.

Con capítulos históricos que hemos compartido desde hace tantos siglos, nuestras credenciales como país comprometido con una visión latinoamericana son ininterrumpidas. No podemos olvidar que México fue en 1960 uno de los signatarios fundadores de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC).

Muchos años de intensa participación de sectores oficiales y privados mexicanos en ese primer programa de integración y después en la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) demostraron nuestra convicción en que era posible encausar esfuerzos colectivos para desarrollar los recursos del área, colocarnos en primeros planos mundiales y a la vez atender los diversos grados de desarrollo de los miembros.

Esos esfuerzos no se han perdido. Hasta la fecha ALADI es punto de referencia de nuestros acuerdos bilaterales y regionales con Chile, Venezuela y Colombia, Centro América, el Caribe, el Grupo Andino y con el Mercosur.

Datos del INEGI nos dicen que de 1997 a 2004 nuestras exportaciones subieron de 3,737 millones de dólares a 4,219 millones. Más aún nuestras compras que aumentaron de 2,200 millones de dólares a 9,000. Nuestro comercio con América Latina crece y lo hará más.

Los éxitos económicos de la integración regional llevan a la cooperación tecnológica y colaboración en políticas de desarrollo. Para que México sea actor mundial respetado en el Siglo XXI requerimos un vigoroso crecimiento con fuertes vinculaciones regionales. Es ésta la primera credencial que se pide en un escenario internacional dominado por prioridades económicas. Véase la Unión Europea, los programas de integración en África y Asia. Obsérvense las estrategias de Brasil y Chile. Quienes no entiendan el mensaje de los tiempos serán arrasadas por las corrientes dominantes.

La ruta para que México alcance niveles de vida digna para su población no se limita a explotar el TLCAN. A corto plazo este acuerdo no ofrece más que perspectivas comerciales. A la larga, si mucho, asimétricos esquemas de colaboración impuestos al gusto del socio predominante.

Definir el rumbo de México no es sólo proponernos a conquistar los mercados que nos quedan al norte. No hay duda que siempre buscaremos ofrecer productos y servicios a donde mejor podamos. Los objetivos mayores de nuestro desarrollo deben fijarse metas más altas. Metas que inflamen la imaginación de nuestros jóvenes y recluten la dedicación de los mayores en un siglo que no sabe inspirar.

Que nuestra estrategia integral consista en programas que articulen acciones también orientadas al sur. La relación que nos urge reinstaurar con América Latina completará el perfil de un México que define su destino democrático con claridad y firmeza y que, coopera con sus hermanos de la región en la lucha común contra la pobreza, la enfermedad, la desnutrición y la ignorancia.

Así, nuestro país se elevará sobre suspicacias banales como las que rodearon la pasada elección en la OEA, restañando heridas, para ocupar el lugar internacional que corresponde a nuestro potencial humano y abundancia de recursos. Lo haremos en beneficio propio y el de la región.

México D.F. 9 de mayo de 2005

juliofelipefaesler@yahoo.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 147872

elsiglo.mx