¡Soy sandia y soy neurótica! La sensación que tengo de que el mundo está por colisionarse, se ha agudizado severamente con la presencia de dos hijos de mis hijos que por vacaciones de sus padres, han quedado a mi descuido. Los chiquillos comen todo el día excepto a las horas de comer. No quieren dormir, no quieren callarse, gritan, se pegan e invaden hasta el último reducto de mi intimidad.
El pequeño Pablo quiere el globo de Ernes que es exactamente igual al suyo pero con la estampa de Robin. En cuanto lo convenzo que el Batman que tiene estampado su globo es más poderoso que Robin, entonces es Ernes quien sintiéndose totalmente devaluado, se convierte en un cuadrafónico porque quiere el globo de Pablo.
Cuando al fin encontramos un punto de equilibrio entre Batman y Robin, los chiquillos pierden interés en los globos y abren un nuevo litigio por los cochecitos: hay muchísimos pero los dos niños quieren el mismo.
Con cosas como ésas se va institucionalizando mi neurosis. Y por supuesto también cuentan detalles como el que voy a referirles: el pasado fin de semana camino a Valle de Bravo, en el tramo de la carretera de Toluca sembrada con espectaculares fotografías del gober Montiel (tan hijo del PRI, tan elemental que ha bautizado con el nombre de su intrascendente mujer actual, de su padre, de su madre y de él mismo, todas las obras que se realizaron con dineros públicos), en las que con seductora sonrisa plastificada y el pelo pulcramente teñido nos sale al paso para informarnos lo bien que ha cumplido con su mandato; cuando como un relámpago me llegó la imagen: una pick up orillada de mala manera y con la portezuela del pasajero abierta, otro auto detenido un poco más atrás y en medio de los dos vehículos tres hombres de mala catadura levantaban del acotamiento a una joven inconsciente de quien sólo alcancé a ver la abundante y rubia cabellera y las piernas flojas como de muñeca de trapo, enfundadas en jeans.
Al reaccionar la escena había quedado atrás pero la imagen permanece obsesiva en mi memoria. Recientemente leí en alguna parte, que aún no se puede precisar si fueron 500 u 800 las mujeres asesinadas en Toluca en 2004, así que empecé a tejer historias: ¿y si a la joven la hubieran secuestrado y tratando de salvarse se arrojó de la pick up?
Debimos detenernos para ofrecerle ayuda, pero yo no soy valiente y el Querubín está convencido que mi obligación es protegerlo en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad.
Perdón por lo deprimente del tema pero en cuanto los niños regresen a clases es casi seguro que me olvidaré de la delincuencia.
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