Si eres hermana de Adrián Vargas, haz de mí lo que quieras... ¡Qué orgullosa me sentí cuando me dijo esto un importante director de empresa al solicitar su apoyo para APAC! Así fue siempre... A todos nos salpicaste con tu don de gentes. ¿Sabes? Todavía no acepto que te fuiste, que ya no estarás con nosotros. Ahora me doy cuenta que qué absurdo es creer que las cosas permanecerán igual para siempre... Qué torpeza. Qué ceguera... ¿Te acuerdas del viaje que hace poco hicimos todos, en familia? Creímos, quizá con inocencia o soberbia, que esa felicidad, esa oportunidad de estar juntos, sería para siempre. La semana pasada me despedí de ti como si tuviéramos asegurado el volvernos a ver. ¡Cómo siento no haberte abrazado más! Adrián, mi hermano menor, mi consentido, con el que más me identifiqué siempre... ¡Cómo te gocé! ¡Cómo supiste disfrutar la vida! ¡Cómo nos hacías reír! De todas tus virtudes, la que más me gustaba era tu sentido del humor. Dice André Comte-Sponville que "Carecer de humor es carecer de humildad, de lucidez, de liviandad, es estar demasiado lleno de uno mismo, demasiado engañado por uno mismo y carecer por ello, casi siempre, de generosidad, de dulzura, de misericordia...". Es cierto, porque de todo esto, estabas lleno. Quienes te gozamos, conocimos tu calidez, tu calidad humana, tu generosidad, siempre tenías la palabra amable, el comentario atinado y a todos nos hacías sentir importantes: Ya fuera el mesero, un amigo, el poli, un empresario, tu secretaria, el barnizador, un político, un sobrino chiquito, quien fuera... Para ti, no había diferencias. ¡Qué lección! Siempre sembraste cariño a tu paso. Fuiste el mejor hijo, el mejor amigo, el mejor papá, el mejor jefe, el mejor esposo, el mejor hermano y el mejor ciudadano. Como empresario, trabajaste por tu país y por los demás con creatividad, sensibilidad y pasión. Como ciudadano, te involucraste en importantes proyectos de beneficio social y comunitario, como el Teletón, el rescate del Bosque de Chapultepec, el Papalote-Museo del Niño, A Favor de lo Mejor, el Consejo de Participación Ciudadana de la PGR y el Consejo de la Comunicación. Promoviste la unión de empresas competidoras entre sí, para demostrarle al gobierno cómo todos se podían unir por el beneficio de México. A través de campañas divertidas, luchaste contra la corrupción y promoviste la salud, los valores, la familia y la responsabilidad social. Como ser humano, te dedicaste a repartir detalles y cariño. Es por eso que tanta y tanta gente fue, de corazón, a despedirte. No sabes lo emocionante que fue, para todos, escuchar el aplauso espontáneo cuando saliste de la funeraria. ¡Cuántos abrazos recibimos en tu nombre! ¡Cuántas esquelas en el periódico! ¡Cuánta gente y cariño abarrotaron la iglesia! Como muchas personas, tengo ¡mil cosas que agradecerte!... Gracias a ti tuve la oportunidad de crecer y de estar en la radio. Confiaste en mí sin que tuviera la menor experiencia en medios de comunicación. Siempre conté con tu cariño y siempre te sentí cerca. ¡Cómo te vamos a extrañar! Un accidente. Un accidente estúpido el sábado a las nueve de la noche. "Vete en el coche con los niños, vieja, te alcanzo en cinco minutos", le dijiste a María. "Me llevo la moto para que no se quede aquí, en el club". Nunca pensaste que, en ese recorrido tan familiar para ti, de sólo doscientos metros de distancia dentro del fraccionamiento, sería necesario ponerte un casco. Salías de la comida de premiación del torneo de golf a favor de las ambulancias de la Cruz Roja de Valle de Bravo. Qué ironía... Qué inesperada es la muerte. Ese día le dijiste a María que había que colaborar, porque nunca sabías cuándo la podían necesitar. Quién te iba a decir que, esa misma noche, la nueva ambulancia te traería a México. Cuando Pablo me dio la noticia, después de colgar el teléfono, a las diez de la noche, con ese tono que intentaba no alarmarme y sólo logró lo contrario, no lo podía creer. Me disponía a dormir dando por un hecho que la vida me cobijaba. ¡No sabes qué dolor! Pablo intentó abrazarme y yo no me dejé. Me resistía a aceptarlo. No es cierto. No quiero oír. No quiero creer lo que me está diciendo. Aceptar que me abrace es aceptar que te fuiste... Ahora me doy cuenta que sólo la estructura familiar, la fe en Dios, y el tiempo, te ayudan a sobrellevar una pena así. Porque estar juntos y platicar de ti, recordar tus anécdotas con todos los hermanos, los sobrinos, mis papás, María y tus tres hijos, es una especie de bálsamo para el alma... De alguna manera, estando ausente, te haces presente. Estás con nosotros y siempre lo estarás. De parte de toda la familia, a todos los que nos acompañaron en este momento doloroso de perder a nuestro querido Adrián, les damos las gracias conmovidos y aturdidos de tanto cariño. Gracias por las flores, por las cartas, por los correos electrónicos, por las llamadas, por cada abrazo, por las palabras de aliento y por el apoyo que en todo momento sentimos.