(Cuarta parte)
En las tres aportaciones anteriores hemos visto con preocupación cómo la tendencia actual de nuestros jóvenes es vivir en una sociedad con gran egoísmo, con conductas poco comprometidas para ayudar a resolver los problemas sociales, en busca constante de una comodidad y confort a toda costa, con juegos y diversiones cargados de un hedonismo y sensualidad nunca vistos en las generaciones anteriores y que indudablemente desembocarán en un futuro poco prometedor para las nuevas generaciones.
Ya vimos el papel fundamental que tiene mantener la familia como célula básica del tejido social y algunas acciones que debemos emprender para su fortalecimiento, especialmente su unidad e integración, su respeto, su moralidad y espiritualidad; acciones a las que nos obligamos todos en la sociedad, pero especialmente los grupos religiosos, los dirigentes empresariales, los líderes comunitarios y los dirigentes políticos en cuya responsabilidad recae en gran medida el buen o mal desarrollo del país.
Los Centros Educativos de Estudios Superiores, como la inteligencia viva y palpitante de nuestra sociedad, también tienen una aportación qué hacer para la solución de este grave problema. ?El mundo está cambiando y las universidades debemos cambiar? es la sentencia del Dr. Knut Reese, decano de la Facultad de Negocios de la Universidad de Wismar, Alemania. En la actualidad la educación superior de Europa se está moviendo hacia la homologación de estudios en todos los países y sus universidades; estudiar en alguna de ellas equivale a recibir reconocimiento de los grados académicos alcanzados por el resto de los integrantes de la Comunidad Económica Europea. Es la Universidad de Bolonia, la más antigua del mundo occidental, antecedente de las instituciones de educación superior, la que se pone a la cabeza de este movimiento de reflexión y cambio que ameritan nuestros centros educativos.
El maestro universitario sudamericano Gilberto Cely Galindo hace un llamado de atención sobre la responsabilidad que tenemos los seres humanos que vivimos la era del ?post-capitalismo?. El habla de la necesidad de un estudio y reflexión serios acerca de las preguntas básicas del hombre: ¿quiénes somos? ¿A dónde queremos ir? ¿Cuál es nuestro compromiso para preservar la especie humana?
El avance del conocimiento en las ciencias y en la técnica es tan rápido, que no da oportunidad adecuada para la reflexión filosófica, sobre lo que es bueno o no lo es para la humanidad, dejándonos sólo con lo inmediato, lo deseable, lo sensual. El conocimiento, entendido en forma sana, debe ser abocado a mejorar la calidad de vida de la humanidad y con ello asegurar la convivencia en armonía. Hasta ahora sólo ha podido generar hondas diferencias entre los que lo poseen y los que no, creando grupos sociales de pobres en extremo y ricos que todo lo dominan y administran.
El reto entonces es unir las ciencias con el humanismo como en el pasado, ya que el conocimiento se ha posicionado como el principal constructor y sostén de la sociedad del tercer milenio.
El conocimiento, por lo tanto, debe tener una fuerte concordancia con la moral, nacer de la experiencia que genera por sí mismo, que a su vez alimenta a la conciencia del individuo y la sociedad para construir su ética.
La ciencia y la técnica sin el colador de los valores trascendentes y humanos pueden sernos negativos y atentar contra nosotros. Tampoco es aceptable rebasar la dignidad, especialmente la espiritual, porque iría más en la línea del ser irracional.
Por lo tanto debemos de buscar como universitarios, en el combate a esa cultura de lo superficial de nuestros jóvenes, darles en sus estudios un sentido con bases humanistas, que rebase lo meramente utilitario; es decir buscar el bien real, lo que es bueno y deseable para el ser humano -debe ser bueno para todos-, sobreponiéndolo al simple beneficio material que únicamente se refiere al campo de la ganancia y la satisfacción del deseo.
También debemos inculcar en nuestros jóvenes motivaciones más profundas y solidarias, que les promuevan la visión de ayuda a toda su comunidad a través de la aplicación del conocimiento. Y no sólo eso, sino con una cosmovisión más trascendente, puedan plantear el desarrollo de la sociedad en la que quieran vivir ellos y sus hijos.
¿Estaremos cumpliendo como universitarios con estos postulados vivamente universales?
?Dar de sí antes de pensar en sí?.
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