Mientras dormíamos cayó la nieve, y cuando despertamos el monte azul se había vuelto blanco, y blanca estaba la tierra color ocre, y blanco era el verdor del huerto y el solar.
Esta nieve es una blanda caricia de Dios. La amamos por callada, y por buena la amamos. Con la primera visita del sol se fundirá, y llegará por secretos laberintos a los abismos minerales. Saldrá después tornada en agua clara que calmará la sed del campo y de los hombres.
Hermana blanca, hermana nieve, inmóvil agua promesa de abundancias: bienvenida seas, y perdona si nuestro paso rompe tu alba belleza, extendida como un armiño real sobre el paisaje. Quédate con nosotros unos días, nieve hermosa, y vuelve luego a los senos de la tierra, y amasa con ella nuestro pan.
¡Hasta mañana!...