Ya vienen los ?días santos?.
Para mí todos los días son santos, pues todos están llenos con santidad de vida. Pero a la cotidiana santificación añade la próxima semana esa católica fe que hace de ella una Semana Santa.
Yo extraño el luto de antes, tan luctuoso: la visita del pésame a la Virgen; el recorrido de las Siete Casas; aquel ronco estridor de las matracas que suplían el silenciado canto de las esquilas pregoneras...
En casa de mis abuelas los espejos eran cubiertos con morados lienzos; se tapaban los tiestos coloridos y las canoras jaulas eran llevadas a la caballeriza para que no se oyera la voz regocijada de los pájaros.
Ahora mis tristezas son módicas, como mediocre es mi alegría. No sé vivir los duelos de Cuaresma ni el desenfreno pánico del Carnaval. Morigerado en el pecado y la virtud voy, con mi limbo gris a cuestas, a descansar de no haber hecho nada.
¡Hasta mañana!...