HISTORIAS DE LA PASIÓN
Cuando Jesús entró en Jerusalén la muchedumbre lo aclamaba. Todos lo bendecían a su paso, agitaban palmas en su honor y las tendían en el suelo para que sobre ellas pisara el manso pollino a cuyos lomos iba el Divino Redentor.
Los discípulos se alegraban por aquello, pero Jesús estaba triste: aquéllos que le gritaban vítores eran los mismos que después lo injuriarían en su camino hacia la cruz.
Y dijo el Maestro a los apóstoles:
-Ahora estáis alegres, siendo que deberíais estar tristes, porque esta vida que véis será mi muerte. Mañana estaréis tristes, siendo que deberíais estar alegres, porque la muerte que veréis será la vida vuestra. No os dejéis engañar por las apariencias de la vida, pero menos aún dejéis que os engañe la apariencia de la muerte.
¡Hasta mañana!...