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MIRADOR

Armando Fuentes Aguirre (CATÓN)

John Dee era dueño de la segunda biblioteca más grande en toda Europa. (La mayor pertenecía a Erasmo, el ácido escritor de Rotterdam). Los libros de John Dee trataban de los misterios de Hermes, de la Cábala, de las tres AAA que guardaban el secreto de la amalgama para obtener la piedra filosofal.

Cierto día John Dee conoció a una mujer. No era una dama principal: era una muchachilla que vendía gansos en el mercado sabatino de la aldea. John Dee se prendó de ella y la cortejó con la timidez con que van por la vida los filósofos. Al principio ella admitió al desmañado galanteador, pero después lo rechazó. El sábado siguiente lo volvió a mirar con mirada invitadora, pero cuando él se acercó, ilusionado, le damisela le volvió la espalda y se fue riendo.

John Dee pensó alelado, y más rendido aún: "¡Y yo que creí que los misterios más profundos eran los de la Cábala, los de Hermes y los de las tres AAA! Ahora sé que el mayor misterio es la mujer". Mientras el filósofo pensaba eso la chiquilla, provocadora, se volvía hacia él, cimbreaba la cintura, movía las caderas y se reía más.

¡Hasta mañana!...

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