Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. Es la de una mujer, doña Martina, recordada por su bondad caritativa. Nunca falta sobre su lápida una flor, y cuando la gente del Potrero habla de una persona buena siempre dice: "Es como doña Martina".
En tiempos de necesidad ella prestaba dinero a los campesinos sin cobrarles réditos. Cuando no había cosecha abría sus graneros para que todos tuvieran qué comer. Daba una dote a las muchachas que contraían matrimonio, y a las mujeres que parían las llenaba de regalos para sus criaturas. Hacía venir un médico de Saltillo, o de la Villa de Santiago, a fin de que curara a los enfermos, y pagaba la sepultura de los pobres.
Un día alguien le preguntó por qué hacía todo eso. Y contestó doña Martina:
-Porque quiero que cuando yo muera Diosito me deba algo.
Ésta no es una frase. Es una lección de vida, y un camino para vivirla bien..
¡Hasta mañana!...