Este rosal de la Virgen me gusta por dos cosas: porque es rosal y porque se llama de la Virgen.
Sube por la pared del jardín este rosal, y da pequeñas rosas blancas que parecen un copo de nieve cada una. Al atardecer sale de las flores un perfume suave, y su aroma es como una caricia en el viento del día que se va.
Las muchachas de Ábrego nos piden esas rosas para formar con ellas sus ramos de novia, y las niñas cortan los capullos el día de la Virgen para ponerlos a los pies de su imagen en la capilla del lugar.
Yo miro este rosal por mi ventana, y mi ventana se vuelve un cuadro de Manet. A veces paso cerca del rosal, y cuando regreso a la ciudad llevo conmigo el recuerdo de su perfume y su blancor.
¡Hasta mañana!...