El incrédulo le pidió a San Virila que hiciera un milagro. Sólo viendo un milagro creería.
-El milagro está en ti -le dijo San Virila-. Haz un movimiento con tu mano y lo verás.
El incrédulo movió la mano, y no sucedió nada.
-¿Dónde está el milagro? -preguntó burlón.
-El milagro está en tu mano -le respondió Virila-. Tus manos son un prodigio que tardó millones de años en hacerse. Ellas te distinguen de todos los demás seres de la Tierra. Con tus manos puedes hacer cualquier milagro. No necesitas que nadie los haga para ti.
El incrédulo no se convenció. Su incredulidad le impedía ver que todos los milagros están al alcance de la mano de aquel que tiene fe en sí mismo.
¡Hasta mañana!...