De vez en cuando sueño al Terry, mi amado perro cocker. Escucho sus ladridos y quiero abrir los ojos, pues me parece que anda por el jardín, y ansío verlo y acariciarle la cabeza, Si lo hiciera se tendería de espaldas, como hacía siempre, y me presentaría el cuello sin defensa, lo cual es en los animales cánidos suprema demostración de acatamiento y de confianza.
Vendría luego y se tendería junto a mí al pie del sillón grande de la sala. Yo miraría por la ventana los nogales que se quedan y las nubes que se van, y él soñaría entretanto sus atávicos sueños de lobo cazador.
Pero el Terry no me deja despertar. Pone en mí sus infinitos ojos negros, océanos de amor, y me dice con su mirada: "Duerme, que un día despertarás igual que yo".
¡Hasta mañana!...