El agua, como Dios, tiene caminos misteriosos. En el Potrero el cielo está sin nubes, y las tierras secas. Pero de pronto se oye un rumor vago, y de repente el cauce vacío del arroyo se llena con un torrente de agua color ocre. Es que ha llovido "allá arriba", lejos, donde las tierras son rojizas, y la líquida bendición llega a nosotros.
Quienes viven del fruto de la tierra saben muy bien que el agua es vida. La cuidan más que a sus rebaños, y no permiten que se pierda ni una gota. Esta agua turbia que hoy distribuyen los regadores en la huerta será mañana la clara miel de los duraznos, el rojo néctar de los ciruelos Santa Rosa, el jugo sabrosísimo de las manzanas Golden...
"Hermana agua", dijo San Francisco. "Madre agua" dice el agricultor. Llevar el agua al árbol es llevarle a Dios para que lo haga florecer y dar su fruto. Beber esta agua de la noria, tan fresca y transparente como el día, es apurar la eucaristía de la vida.
¡Hasta mañana!...