Saludó San Virila al viñador: "¡Qué milagro!". Saludó en la aldea al panadero: "¡Qué milagro!". Saludó en el camino a la pastora: "¡Qué milagro!". Y saludó en el bosque al leñador: "¡Qué milagro!".
Cuando llegó al convento saludó al jardinero: "¡Qué milagro!".
Le dijo el jardinero:
-Padre: sé que a todos saluda usted diciéndoles: "¡Qué milagro!", pues raras veces los mira. Pero a mí me ve todos los días. ¿Por qué me dice: "¡Qué milagro!"?
Le contestó Virila:
-Porque eres un milagro. Toda criatura es un milagro del Señor. Me maravillo al ver cada ser vivo, y nunca puedo contener mi asombro y mi alegría. Por eso digo a todos: "¡Qué milagro!".
El jardinero entendió las palabras del buen padre, y cuando vio una hormiga dijo: "¡Qué milagro!".
¡Hasta mañana!..