Jean Cusset, ateo con excepción de las veces que oye un disco de Mahalia Jackson, dio un sorbo a su martini ?con dos aceitunas, como siempre-, y siguió hablando.
-Tengo mis dudas acerca de los llamados pecados capitales. Atrás de cada una de esas culpas consideradas graves hay un intenso acto de adoración a Dios. ¿Es gula tomar un durazno de piel de terciopelo y hundir en él los dientes, y dejar que salte el jugo como un gozoso río que nos baja por los labios y por el pecho? ¿Es lujuria llenarse el hueco de las manos con la belleza, buscar con el tacto los misterios de la vida que residen en la mujer, en cualquiera mujer? ¿Es pereza mirar pasar las nubes? ¿Es soberbia sentir que después de todo quizás sea verdad que el hombre es semejanza e imagen de Dios? Hay pecados que son en verdad graves: no amar a los niños; no haber acariciado nunca a un perro; no cantar una canción; no haberle dicho a alguien ?Te quiero?; no haberse embriagado con un amigo bueno...
Eso dijo Jean Cusset, ateo fervoroso. Y luego pidió otro martini. Con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!..