La leyenda de San Virila tiene un hálito de poesía que seduce.
Humilde monje era él. Un día se le ocurrió un extraño pensamiento: si se iba al Cielo, ¿no se aburriría mirando a Dios toda la eternidad?
El gorjeo de un ave interrumpió sus pensamientos. Jamás había escuchado Virila un canto como aquel. En él se oían los rumores del bosque en las montañas, las melodías de los peregrinos instrumentos que sonaban en la iglesia del Apóstol, el eco de las palabras de su madre, las músicas todas del cielo y de la tierra...
Extasiado, Virila salió del huerto conventual en pos de aquella ave, pues no quería dejar de oír su canto. Largo rato escuchó sus armoniosos trinos. Cuando volvió al convento se maravilló al ver que todo estaba transformado. Nadie conocía ya a Virila, y él no conocía a nadie. Buscando en los archivos se supo de un monje llamado Virila que había vivido en el convento hacía más de un siglo, y que un día desapareció misteriosamente sin que nadie volviera a saber de él.
Virila entendió que el buen Dios le había enviado al pajarillo para enseñarle que las bellezas del Amor no cansan nunca, así duren toda la eternidad.
¡Hasta mañana!..