Así como hay monumentos al Soldado Desconocido debería haber también estatuas que honraran al Emigrante Anónimo.
Yo admiro a esos hombres y mujeres que dejaron su patria para buscar la vida en otras tierras. Los que llegaron a Estados Unidos por Staten Island; los que marchan en éxodo desde África hasta Europa; los que entraron a México por Tampico o Veracruz; los que se van de nuestro país "al otro lado" cruzando el Río Bravo o los crueles desiertos de Arizona...
He leído el libro de un emigrante. Ese libro se llama "Un beduino salvó mi destino", y contiene las memorias de don José Abugaber Sara, que vino a México, niño aún, con su familia de Belén, en Palestina, y formó su propia familia aquí, después de años de esfuerzo y de trabajo. "Quiero hablarles -nos dice don José- de cómo luchamos en este nuevo mundo para sobrevivir; y cómo, desde la pobreza apátrida, aprendimos a trabajar como mexicanos hasta alcanzar el amor y la identificación con estas tierras, generosas y fértiles para toda semilla que anhela el porvenir...".
Gracias por este bello libro que me llegó en las manos de Silvia Mohamar Abugaber, amiga muy querida, mujer excepcional.
¡Hasta mañana!..