Los trinitarios afirman que los hombres debían persignarse con tres dedos, pues son tres las personas de la Santísima Trinidad.
Los unitarios, por el contrario, sostenían que el signo de la cruz debía hacerse con un solo dedo, pues Dios es uno.
Con ese motivo trinitarios y unitarios, los dos creyentes fervorosos, se declararon una guerra a muerte que duró cerca de un siglo, en el curso de la cual murieron cientos de miles de hombres, muchas ciudades fueron arrasadas y comarcas enteras quedaron sumidas en la desolación. Tan grande era la fe de los dos bandos contendientes que acabaron por destruirse el uno al otro.
Muchos años después la Santa Madre Iglesia, movida por un sabio espíritu de renovación, dictaminó que no es necesario persignarse para obtener la salvación.
¡Hasta mañana...!