Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. Si supiéramos escuchar lo que las tumbas dicen, y si nos acercáramos a ésta, he aquí lo que oiríamos:
"Fui una mujer sin nombre porque fui una mujer sin hombre. En el tiempo en que viví ninguna mujer valía si un hombre no le daba su valor. Mis amigas casadas proclamaban con orgullo su nombre y pertenencia: Manuela Rosales de Gaona; Petra Martínez de Oyervides... Yo no era ?de? de nadie, por eso no era nada. Cocinaba para mí, lavaba para mí, planchaba para mí... Es decir lavaba, planchaba y cocinaba para nadie.
"Ahora sé que estaba equivocada, y que valía por mí misma sin necesidad de llevar aquel signo de propiedad, el ?de?, que las mujeres llevan como si fueran propiedad del hombre. Nadie es de nadie, ni debe haber otra pertenencia que aquella que deriva del amor...".
Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. Con voces del pasado nos dice cosas del futuro.
¡Hasta mañana!..