Gerardo es el más pequeño de mis nietos, pero sus ojos son los más grandes de este mundo. En ellos caben el cielo, la tierra y todo lugar, y cabe también el mar con todos sus pescaditos.
He aquí que fui a Felipe Carrillo Puerto, en el estado de Quintana Roo, a medio camino entre Cancún y Chetumal. Bello lugar es ése que lleva el nombre de aquel apóstol de mirada verde y apasionado corazón. Su gente conserva el antiguo saber y la grandeza señorial del maya. Un amable maestro, don Juan José Ruiz Torres, me hace un regalo hermoso: una moneda de plata mexicana acuñada en 1904. Yo me resisto a aceptar tan bello obsequio, pero el maestro insiste. "Usted me ha dado mucho a mí -me dice-. Permítame que ahora le dé yo algo a usted".
Cuando vuelvo a Saltillo me encuentro una muy grande novedad, tan grande que no sé por qué no se detuvo el mundo a contemplarla. Gerardo, mi adorado nieto, dio sus primeros pasos. Tiene un año de edad; nació en el 2004. Recuerdo la fecha de la moneda que el profesor Ruiz Torres puso en mi mano y la pongo en la de mi nietecito. Un siglo, un maestro en Quintana Roo y un niño pequeñito que en Saltillo echó a caminar... Qué pequeño es el mundo. Y qué grande.
¡Hasta mañana!..