A veces Diosito se descuida -¡tiene tantas cosas qué hacer!- y entonces suceden cosas tristes. Por ejemplo la mariposa (leve color, leve vuelo, leve vida) que se estrelló contra el parabrisas de mi coche.
¿Por qué me tocó ser herramienta de la muerte para esa frágil criaturita, más frágil aún que yo? Si no hubiera salido de mi casa esta belleza alada habría llegado a la suya y se habría eternizado en el eterno rito de la fecundación.
Un vago remordimiento se me pasea por el alma. No es necio escrúpulo de pacato conservacionista, sino aflicción sincera de alguien que cree en lo sagrado de la vida y que la ha destruido sin querer. No tengo culpa, lo sé, pero esa culpa que no tengo pesa en mí como una mariposa.
¡Hasta mañana!..