Cierto relato, seguramente apócrifo, habla de un hombre que inventó una palabra. El hecho merece registrarse, pues las palabras que perduran no las inventa un hombre: las inventan todos los hombres.
Esta palabra, sin embargo, era muy bella. Era más bella que todas las palabras. Más bella aun que "lapislázuli" o "bugambilia"; más bella incluso que la palabra "amor".
Pero aquel hombre se guardó la palabra para sí, y a nadie la comunicó. Tan hermosa era su palabra que con nadie la quiso compartir. Murió el hombre, y la palabra murió junto con él.
Cuando el hombre llegó a la morada celestial le preguntó el Señor:
-¿Qué hiciste para pretender entrar aquí?
Respondió el hombre:
-Inventé la palabra más hermosa de todas.
-¿La compartiste con tus hermanos? -le preguntó el Señor. Y el hombre tuvo que responder que no.
-Entonces -dijo el Padre- la palabra que inventaste es la más fea.
¡Hasta mañana!..