Allá por 1780 un niño de cinco años visitó en compañía de su hermana un cementerio londinense. Tras recorrerlo y leer los epitafios de las tumbas le preguntó con desconcierto a la muchacha:
-Mary: ¿y dónde entierran a la gente mala?
Ese niño era Charles Lamb, que llegaría a ser uno de los mejores escritores de su tiempo.
En efecto, tal parece que la muerte, como el bautismo, borra todos los pecados. El Día de los Fieles Difuntos la memoria se vuelve infiel y evoca nada más las buenas prendas de los seres idos, y sus defectos quedan olvidados.
Así hacemos con los otros para que con nosotros así se haga. Será difícil encontrar una lápida como aquella que decía: "Aquí yace doña Fulana de Tal. Madre excelente; esposa regular".
¡Hasta mañana!..