En el Potrero de Ábrego la tierra está muy alta y el cielo está muy cerca. Cuando hay luna llena el pequeño gato del rancho levanta una patita para jugar con ella.
Luces de Dios y de los hombres brillan en este cielo tan vecino. Por el cinto de Orión pasan las luces de los jets y siguen su curso los metódicos satélites. Dicen que hay una música de las esferas. Si la hay debe ser la exacta música de Bach.
Yo pongo mis zozobras en ese calmo cielo y la inquietud se acaba, y quedo todo lleno de silenciosa paz. Nadie me mira ahora, pero me miro yo, tan poca cosa, tan mezquino. Si no me mirara levantaría también la mano, como el gatito de la casa, para tocar la luna como se toca la hostia o la mujer, con el fervor que inspira lo sagrado.
¡Hasta mañana!..