Me habría gustado conocer a San Bernardo de Clairvaux. Tenía un perro, y los monjes se molesta-ban por la presencia entre ellos del animalito. Le pidieron a San Bernardo, a quien todos querían y respetaban, que sacara a su perro del convento. Respondió él: "Qui me amat, amat et canem meum". Quien me quiera debe querer también a mi perro.
Tenía razón el santo. Señor y perro -lo mostró Thomas Mann en su bello relato de ese nombre- llegan a unirse tan estrechamente que no pueden estar el uno sin el otro.
Me habría gustado conocer a San Bernardo de Clairvaux. Sabía que entre hombre y perro hay lazos tan estrechos que el perro llega a parecerse al hombre. Y que si el hombre fuera más bueno y más inteligente llegaría también a parecerse al perro.
¡Hasta mañana!..