Me gustaría conocer a Arturo Hernández. No sé cuándo ni dónde tomó un pedazo de cartulina negra y fue pegando en ella diminutas pajitas pintadas de colores, y así plasmó una preciosa imagen de la Guadalupana que hoy está frente a la mesa donde escribo.
Para hacer una obra de tanto primor y delicadeza hay que tener genio de artista y corazón de santo. Por puro azar hallé esa maravilla en una tienda de Tepic y la llevé a mi casa de Saltillo. La estoy mirando ahora, y me parece que la Madre me ve también con su mirada hecha de hierbas del campo mexicano.
Me gustaría conocer a Arturo Hernández. Con esta Virgen vegetal, y este indiecito de alas de bandera, y estas diez rosas florecidas puso en mi casa ese milagro terrenal y celeste al mismo tiempo: la belleza.
¡Hasta mañana!..