L U N E S
Hoy amaneció lleno de amor y amistad. Ambos son sentimientos que se entrelazan; sin embargo, y aunque usted no lo crea, hay gente que ya se está yendo y nunca ha amado. A ésos el escritor Gautier les insistía: ?Ama a una nube, ama a una mujer, pero ama. Y tampoco, tampoco: ¿para qué a la nube teniendo a la mujer más cerca? Y aunque estuviera más lejos, porque, como dijo Campoamor: ?Es propio del amor, si es verdadero, compendiar en un ser, el mundo entero?.
La amistad es otra cosa, y no hay que enfrentarlas, cada cual tiene lo suyo. Muchas cosas pueden terminar con el amor, con la amistad sólo la ausencia y la muerte, y eso lo sabe bien Francisco Ledesma, que hoy acaba de afirmar una nueva amistad. Y conste que para eso no hay que pedir permiso, sólo hay que dar el primer paso.
Claro que hay que tener cuidado, por eso se advirtió: ?Dime con quién andas y te diré quién eres?.
Hay quienes dicen, y es cierto, que los hermanos nos son impuestos, en cambio, a los amigos los elegimos nosotros mismos, por eso, una vez que los aceptamos debemos cultivarlos constantemente, hasta llegar a amarlos.
En fin, ya Cicerón decía: Si suprimiéramos la amistad de la vida, sería lo mismo que quitar del mundo el sol, porque ningún don tan estimable y deleitoso recibimos de los dioses inmortales.
M A R T E S
?Todo poder se corrompe; el poder absoluto se corrompe de una manera absoluta?.
Por esta frase se recuerda al historiador inglés John Emerich Edward Dalberg, primer lord Acton, historiador inglés y hombre erudito. Pertenecía a una familia católico-romana, inglesa en parte, pero con muchos vínculos en el continente. Debido a su religión no se le permitió ingresar en el Trinity College de Cambridge, lo que dio lugar a que se convirtiese en uno de los pocos ingleses de su época (1834 ? 1902) que se hallaban familiarizados con la cultura europea. Acton tenía una ansia enorme de saber; sin embargo, alentaba siempre en él el deseo de ocuparse de los pequeños enigmas de la historia. Como erudito, fue grande la reputación que alcanzó.
Creó una vasta biblioteca con el fin de proveerse de material suficiente para una Historia de la Libertad ? aunque la libertad, comparada con la opresión, tiene una historia breve - , pero no llegó a publicar prácticamente nada. A su fallecimiento, todo cuanto quedaba de sus labor se reducía a las notas que de sus conferencias guardaban sus discípulos, notas que sirvieron para compilar algunos libros.
Los propios escritos de Acton, todos los cuales suenan a sala de conferencias, abundan en fuertes generalizaciones que impresionaban sin duda a su auditorio, pero que ante una análisis imparcial perdían parte de su eficacia.
M I É R C O L E S
El trabajo, más que noble, es un problema: los que no lo tienen quisieran tenerlo, y los que lo tienen se lo quisieran sacudir cuanto antes, saliere como saliere lo que están haciendo. Y es que no se ponen a pensar cómo sería su vida si el Señor no hubiera incluido en ella la necesidad de trabajar; si pudieran excluirlo de ella de inmediato aparecería el aburrimiento, y eso sí que es peor.
Por otra parte, la vida se debe aceptar tal como viene, y si le viene con trabajo, recibirla con la sonrisa en los labios y coraje en el corazón, para convencerse a sí mismo de que es un verdadero hombre. La vida es dura, pero, además del trabajo trae consigo la alegría, que ayuda a soportar a aquél. Lagerlof decía que la alegría era una máscara puesta sobre la pena; y que sobre la tierra, con independencia de nuestra voluntad, sólo germina el dolor.
Los que creen odiar el trabajo lo único que tienen que hacer es intentar quedarse un día con los brazos cruzados para convencerse de que vale más hacer la cosa más insignificante del mundo que estar un día sin hacer nada.
A veces lo que asusta es el nombre de las cosas, y al trabajo parece que eso es lo que le sucede, pero, en todo caso la solución está en llamarlo con la palabra que más nos guste para enamorarnos de él. Si esto lo hicieran todos tendríamos a los mejores trabajadores del mundo.
J U E V E S
Pero, la verdad es que ni el trabajo ni la ociosidad son malos. Lo malo o bueno que en ellos pueda haber es lo que es capaz de comprarlos, esa cosita metálica que, según se maleaba se hacía redonda, y que acabó en papel para quitarle peso y hacerla más portable.
En su viaje por la historia aparece dando diferentes servicios honrando a los muertos, llenando sus tumbas con objetos hechos de él y aún recubriéndolos. Siempre, en todos los tiempos y lugares fue reconocido. En ninguna parte pasó desapercibido o se le tomó por algo sin valor. Por algo la infancia de la humanidad lleva su nombre: La edad de oro.
En su tiempo, dice Sedillot, aquéllos eran: ?tiempos de paz y felicidad permanentes, como contraposición a las edades ulteriores, más difíciles: edades de la plata, del bronce, del hierro. En sus albores el mundo no conoce ni leyes, ni penalidades, ni guerras ni arados, ni trabajo: vive en una primavera eterna que prodiga las frutas, el néctar y la leche. El vocablo ?oro? evoca aquí la inocencia y la abundancia. En la Biblia, la Edad de Oro llega a confundirse con el preámbulo del paraíso terrenal.
Y entonces fue que comenzó a comprarse el trabajo, el trabajo de otros y la ociosidad propia, que no eran malos, pero, que se hicieron al empezar a venderse, dejándose convencer por el oro. Al buscarlo todos encontraron que no había suficiente en el vellocino de oro, pero, que había diferentes maneras de obtenerlo y el trabajo era la más lenta.
V I E R N E S
Ahora que Carlos y Camila se han comprometido a casarse el próximo ocho de abril, como que le han quitado algo a sus vidas y a su aventura amorosa, que se ha vuelto como todas. Lo que hacía su amor diferente a los demás es que, a sabiendas de que todo lo tenían en contra, hasta a la reina, que no tragaba a la novia, él insistía en llevarla al altar, pues no se conformaba con sólo haberla llevado a muchos otros sitios.
Carlos y Camila no se dan cuenta de que lo mejor de su destino es ese ser y no ser que les ha mantenido por años en la inclinación y casi devoción no sólo de sus paisanos sino del mundo entero, pero ya verán cómo todo eso les cambia y el público, tan tornadizo, les olvidará en cuanto sean una pareja más en el mundo del romanticismo.
Haciéndose perdonar su terquedad de uno por el otro, cuando en el caso de él hay tantas jóvenes más ¡eso!, más jóvenes que la Parker y a lo mejor tan inteligentes, si es que la Camila lo es, y en el de ella que a qué le va, pues entrará al tálamo real, pero no a la realeza, lo cierto es que no conseguirán del todo sus propósitos, que se quedarán a medias.
El caso de Carlos y Camila es como el de Adán y Eva, ambos creyeron que fuera de lo que tenían a mano nadie había más en el mundo, y resulta que cuando a Caín le dio por matar se encontró que fuera del Paraíso (y ahora de la realeza) había para dar y prestar si lo que se quería entonces era matar, y ahora amar.
S Á B A D O
Bueno, pues el calor nos anda ya haciendo la ronda, pero, es temprano; todavía es temprano para guardar la ropa protectora de invierno.
No usarla sí, pues, comenzaríamos a sudar como demonios, si es que los demonios todavía no se acostumbran al calor del infierno y sudan con él.
Veinticinco grados a la sombra de la calle no están del todo mal, y peor son los veintiuno aquí, dentro de la casa frente a la pantalla de la computadora. Pronto, por lento que pase el tiempo, (y no es esa su forma de pasar, pues ¿no estábamos, apenas ayer, esperando el Año Nuevo?) estaremos sudando en uno y otro lado.
Éste es el peligro de febrero, que nos hace creer lo que no es y, cuando lo consigue ¡vámonos!, que nos suelta lo que es, uno o dos días fríos como los que más, que es lo suyo; (y aquí precisamente suena el teléfono: es nada menos que Simón Álvarez, que me habla para avisarme que me llamará el lunes próximo para ponernos de acuerdo y tomarnos un café en una de las tardes de la próxima semana, noticia que me agrada, pues, queriéndolo como lo quiero, volver a saludarlo me da mucho gusto porque de nuestras entrevistas siempre salgo aprendiendo algo que no sabía).
Y D O M I N G O
La política es el deporte más caro, la actividad más costosa de ejercer en el país. LUIS SPOTA