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MIRAJES

Emilio Herrera

L U N E S

De que los hay tercos, los hay, y para muestra ahí tenemos a George W. Bush que, como modernísimo don Quijote vuelve a salir en busca de la libertad en el mundo, de ese mundo que acaso fuera más libre si este señor se quedara en su casa más tiempo ocupándose de hacer más felices a los suyos, disfrutando con ellos su propia dicha.

Esto de la libertad es cosa de cada quien. El que cree no tenerla es el que tiene que salir a buscarla, y es lo que se viene haciendo en el mundo desde que lo es, por eso, incluso algunos norteamericanos se vienen a vivir en México o se van a buscarla a China o África, y si de allá no vuelven seguramente encontraron la que no tenían en su lugar de nacimiento. Pero, insisto, es cosa de cada quien, no de que el señor Bush se levante una mañana con ganas de llevarla aquí o allá, a éstos o aquéllos.

Su paisano Thomas Jefferson se lo dejó dicho: ?El Dios que nos dio la vida nos dio la libertad al mismo tiempo?, y lo único que él, Bush, puede hacer, metiéndose cada que le viene en gana en camisa de once varas es en acabar con ella.

Pero, ¿qué se puede hacer? El que manda, manda. Y así ha sido siempre desde los tiempos de Octaviano César hasta Bush que le ha dado por señalar a los libres, y que lo son mientras más les compren a sus paisanos.

M A R T E S

Hoy, 8 de marzo, es, pues, el Día Internacional de la Mujer. Veamos lo que a través del tiempo han dicho de ella algunas eminencias:

?En las mujeres el instinto equivale a la perspicacia de los grandes hombres?. BALZAC.

?La mujer que es amada siempre tiene éxito en su empeño?. VICKI BAUM.

?La mujer es para el hombre un horizonte donde se unen el cielo y la tierra?. LUDWIG BORNE.

?Donde hay una mujer el pobre no sufre?. C. CANTÚ.

?En todas las cosas, buscad la mujer?. ALEJANDRO DUMAS, HIJO.

?La mujer lleva como dote propio la hermosura, la cual se hace perfecta con el amor, el pudor y la bondad?. UGO FOSCOLO.

?Al juzgar a una mujer jamás pensamos suficientemente cuán difícil resulta ser mujer?. PAUL GERALDY.

?El alma y la inteligencia de una mujer están en su corazón?. REMY DE GOURMONT.

?Si fue la mujer quien arrojó del Paraíso al hombre, la mujer, y sólo la mujer es todavía la única que puede encaminarlo nuevamente allá?. ELBERT HUBARD.

?¿Dónde puede tener la humanidad un templo más hermoso que en el corazón de la mujer? AUGUST Fr. VON KOTZEBUE.

?Después de todo, la más exquisita bendición de Dios es una buena mujer?. GEORGE MEREDITH.

?Son las mujeres quienes crean la opinión pública?. L. TOLSTOI.

M I É R C O L E S

A veces la realidad me saca de quicio y, sin embargo, en ocasiones, yo no tengo por qué esperar lo que algunas veces espero. El sábado último, por ejemplo, el licenciado Serna llegó por mí para llevarme a Arcinas. La última vez que estuve allí fue hace ochenta años, pero, cuando me dijo lo que haríamos esa tarde ni por aquí me pasó que lo que íbamos a ver no era lo que yo había visto hace el tiempo que les digo. Lo que yo esperaba encontrar era lo que entonces se distinguía como la ?casa grande?, el molino de nixtamal que, además de lo suyo servía como una especie de despertador para los pocos habitantes del lugar, la casa de don Santos y doña Gabina que estaba enfrente y hacia la izquierda de la casa grande, y pare usted de contar, hacia atrás de todo esto un pequeño cementerio en el que me encontré más solo que el uno un medio día y ríase de los que van a nuestro cementerio municipal a tomar cervezas de noche, los cementerios nunca están más solos ni de temer que cuando lo están al medio día, con el sol encima. Aquella vez y la otra en Peñón Blanco, cuando descalzo, porque íbamos a Peña Alta a nadar al río, pisé una víbora muerta ? que lo estaba yo no lo sabía ? son las dos ocasiones en que he tenido más miedo en mi vida, que resolví corriendo para alejarme de allí. Total que lo que yo, no sé por qué, seguía considerando con poca gente, hoy está lleno de ella, y de sus casas, para lo cual hubo que sacrificar la grande que yo recuerdo tan clara y resplandeciente, y en cuyo patio central un día tuve conciencia de mí mismo. Pero, claro, ochenta años son muchos años, por lo que veo, para que las cosas, las que sean, no cambien, con excepción de nuestra Plaza de Armas, dentro de la cual lo único que ha cambiado es su quiosco y las figuras de sus fuentes, que hoy son copia de las originales.

En fin, licenciado, que a estas alturas de nuestras vidas muchas cosas se han perdido y de ellas sólo queda el recuerdo que nosotros guardamos.

Esta visita iba a ser la primera de una serie de ellas, especie de despedida de ciertos sitios que no volví a ver, que vi con dulzura en su momento y se me volvieron inolvidables.

Pero, después de esta primera experiencia, creo que así dejaré las cosas, no sea que otras me resulten peores.

J U E V E S

Hace ya tiempo que no leemos juntos, tú y yo, una poesía. Lo haremos hoy, aunque Miguel Castañeda, adivino de verdades, diga que eso lo hago cuando no tengo, de momento, nada original qué decir. Leeremos, porque sé que te gustará, un fragmento de ?La memoria en las manos?, de Pedro Salinas. Dice el autor:

?Hoy son las manos la memoria.

El alma no se acuerda, está dolida

de tanto recordar. Pero en las manos

queda el recuerdo de lo que han tenido.

Recuerdo de una piedra

que hubo junto a un arroyo

y que cogimos distraídamente

sin darnos cuenta de nuestra ventura.

Pero su peso áspero,

sentir nos hace que por fin cogimos

el fruto más hermoso de los tiempos.

En una piedra está

la paciencia del mundo, madurada despacio.

Incalculable suma

de días y de noches, sol y agua

lo que costó esta forma torpe y dura

que acariciar no sabe y acompaña

tan sólo con su peso, oscuramente.

Se estuvo siempre quieta,

sin buscar, encerrada

en una voluntad densa y constante

de no volar como la mariposa,

de no ser bella como el lirio,

para salvar de envidias su pureza.

¡Cuántos esbeltos lirios, cuantas gráciles

libélulas han muerto, allí, a su lado,

por correr tanto hacia la primavera!

Ella supo esperar sin pedir nada

más que la eternidad de su ser puro.

Por renunciar al pétalo y al vuelo

está viva y me enseña

que un amor debe estarse quizá quieto, muy quieto,

soltar las falsas alas de la prisa,

y derrotar así su propia muerte.

V I E R N E S

En realidad no es el sábado, y menos el domingo, sino el viernes el fin de la semana. El sábado tiene ya algo que te suena a no hacer nada, o a hacer lo menos posible esperando su noche que, cuando se acaba, acaba siempre decepcionándote por acabar no siendo lo que tu soñabas. Y esto lo mismo siendo joven que eso a lo que llaman viejo y que no acabo por saber qué es.

Hoy todo está visto y acaso los pocos que todavía se entusiasman por algo sean los fanáticos del futbol, pero, como cada día hay más conservadores ? los últimos, los que se quedaron con todo o parte del contenido de las famosas maletas que tanto escándalo armaron ? y a los conservadores no les da por el entusiasmo sino por cuidar lo suyo, ahora que han hecho lo que no tenían, o tenían menos, a eso se dedican con los ojos bien abiertos.

S Á B A D O

Queramos o no, el centenario se nos viene encima. Un par de años ahorita llegan. ¡Díganmelo a mí que ochenta y nueve se me han ido como si nada..! Es hora, pues, y esta hora lo es para todos, de ir preparando el regalo que inversionistas, banqueros, promotores, agricultores, ganaderos, industriales, comerciantes, y todo aquél que quiera y deba reciprocarle a Torreón lo que éste le haya dado durante su vida aquí vivida, lo vaya preparando. No regalos de compromiso; no regalos de última hora sino regalos preparados con la anticipación debida, en reciprocidad de aquello, y pensados con el corazón. Regalos que la embellezcan, particularmente. Quién que haya viajado, dentro o fuera de México, no ha visto alguna vez en una calle, un parque, un barrio algo que en el momento de verlo le hizo pensar: ¡Si esto lo tuviéramos en Torreón!

¡Pues, el centenario que pronto celebraremos, es la oportunidad de buscar la manera de adornarlo con ello. Las autoridades actuales porque, si no se lo dejaran, brillarían por ausencia. Y como ellas todos, agrupaciones culturales, sindicatos, clubes. Por eso. Y no se crea que es pronto pensar en ello. ¿No estábamos apenas ayer dando abrazos de Año Nuevo? Y ya la cuarta parte de este año se nos fue de las manos. Con que . . . Todos los que pueden deben hacerse la pregunta esencial: ¿Qué voy, o que vamos a regalar a nuestra ciudad? Los arquitectos deben comenzar a diseñar y ofrecer sus diseños, porque si no, como siempre, los van a carrerear.

Y D O M I N G O

Y mientras los mexicanos conserven su apatía, mientras no se decidan a ocuparse activamente de la suerte de su patria, que tanto importa a sus intereses privados, imposible es toda mejora y casi indefectible la ruina de nuestra sociedad. FRANCISCO ZARCO

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