L U N E S
Poca cosa nos dejaron de encargo: ?amarás al prójimo como a ti mismo?. Ya de por sí que otro se deje querer es difícil, pues el sólo intentarlo hace que todos nos miren feo, imagínate cómo será la cosa si se persiste en la idea.
Si nos hubieran encargado sólo ser buenos con los demás, santo y bueno, pero, amarlos. Amarlos tiene sus bemoles. Entre otros que todos pretendemos ser amados por nosotros mismos. Lo que se nos propone es que amemos a los otros como a nosotros mismos, y la cuestión es que cada vez el hombre se conoce más y, como consecuencia, se ama menos a sí mismo, así que el amor que ofreceríamos sería un amor disminuido.
Por otra parte, si en el pasado se tenía necesidad del amor del prójimo, hoy ese amor le tiene sin cuidado o no le hace tanta falta; lo ha suplido casi totalmente por el dinero y sus consecuencias. La tiranización a que lo han sometido algunos gobiernos y algunos imperios lo ha acostumbrado a que lo pisen y son muchos los que ya casi ni lo notan; algunos, como dice Knut Hamsun, cuando se les hace notar se sorprenden de buena fe: ?¿Qué me pisan? Cuál pisar; me arrastran, pero nada más?.
Estos son los tiempos que hemos alcanzado, y que se pondrán peor sin asombro de los que se queden cuando nosotros nos hayamos ido. Por eso si le vas a alguien con eso de amarlo como a ti mismo, es capaz de rechazarte y contestar: ?Se sufre a gusto y se quiere la mano que golpea?.
M A R T E S
Independientemente del sabrosísimo café con el que Estelita le arma, llenándole a diario un termo que nunca falla, algunos lunes me regala Homero con la copia de algún poema de los autores predilectos de su época de estudiante en la Universidad de Guadalajara.
Ayer el escogido fue ?Blasón? del peruano José Santos Chocano, hombre de vida tan aventurera que fue testigo de varias revoluciones, incluida la nuestra, en la que se relacionó con Obregón, Venustiano Carranza y Villa, y que así como fue el poeta al que la muerte no le impide seguir siéndolo, (ya lo verán) pudo haber sido el hombre de negocios que no fue.
Disfrute hoy, pues, querido lector, usted también, el poema que ayer disfrutara yo en compañía del licenciado Del Bosque.
B L A S Ó N
Soy el cantor de América, autóctono y salvaje;
mi lira tiene un alma, mi canto un ideal;
mi verso no se mece colgado de un ramaje
con un vaivén cansado de hamaca tropical. . .
Cuando me siento indio, le rindo vasallaje
al sol, que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniaje,
parecen mis estrofas trompetas de cristal. . .
La sangre es española e incaico el latido;
y de no ser poeta, quizá yo hubiera sido
un blanco aventurero o un indio emperador.
M I É R C O L E S
Esas fotos que en las últimas semanas han salido mostrando desde las alturas de los edificios próximos al zócalo la multitud allí reunida son para preocupar a cualquiera. Afortunadamente en los últimos tiempos no hemos tenido líderes carismáticos, y el que tenemos ve el uso de esa gente para más adelante, no de inmediato.
De multitudes así, pero con guías más inquietos se han levantado o derrumbado gobiernos a través de los siglos, no sólo en otros sitios sino en México mismo.
Esto es bueno que lo consideren quienes en un futuro próximo habrán de rivalizar por sus candidaturas presidenciales. Quienes pretendan en las próximas elecciones conquistar nuestra presidencia deben tomarlo seriamente. Cualquier ciudadano puede ser presidente de la República, se dice, pero más vale que no; de ello ya hemos tenido bastante. Los electores tenemos que cuidarnos de no volver a cometer el mismo error dos veces. De no dejarnos llevar, a la hora de cruzar nuestro voto, por la emotividad sino por la razón.
J U E V E S
Bueno, por fin, se acabó. O al menos eso parece, Mil y una noches le llevó a Scherezada terminar sus cuentos y, para entonces, ya todo estaba salvado. No tanto, pero también le llevó lo suyo terminar a Manuel López Obrador decir lo que tenía que decir. Ahora sólo le falta la plática presidencial y, a otra cosa mariposa.
A todos los que nos gobiernan sólo les queda dedicarse a lo que se comprometieron desde el primer día, es decir: a trabajar por México. Y eso es lo único que México necesita que hagan por él y dejen en paz otros cuentos.
Varias veces nuestro señor presidente ha intentado en sus viajes fuera del país convencer a los extranjeros que visita a que vengan a invertir entre nosotros, pero, como al mismo tiempo a ellos les llegan, por televisión, todos los relajos en que aquí se nos van las horas, en lugar de trabajar, pues, ¡pingos! que vienen; no vienen. El día que les lleguen noticias de pláticas de nuestro presidente, no con ellos sino con los capitalistas de la Ciudad de México, que convencidos de su política sean los primeros en aportar nuevas inversiones, ya se vería cómo, en lugar de seguir esos lejanos inversores en la expectativa, se lanzarían a fondo a crear empleos.
La cuestión es, pues, que no vuelvan a las andadas, que olviden, inclusive, que anduvieron en ellas; que vuelvan a sus oficinas, que ocupen sus escritorios y llamen a sus secretarias ? o secretarios ? para echar a andar como Dios manda las obligaciones que quieran que no, han abandonado.
V I E R N E S
Por otra parte, que en cierta forma es la misma, nuestro señor Presidente ha hecho declaraciones en relación con las elecciones que nos permitirán buscar mejor suerte en ellas. Porque, la verdad, nuestros comicios, no obstante el tiempo que hemos gastado en ellos siguen siendo una especie de lotería a la que se juega a sabiendas de que carece de un verdadero, auténtico premio gordo.
Claro que por ahora todavía tenemos tiempo y el destino pudiera sorprendernos con muy buenos candidatos. Pero, la verdad es que a estas alturas los que se ven, bien pocos son, así que, incluso, no hay mucho dónde escoger, porque distinguirse, lo que se llama distinguirse, no se distinguen, y el que se distingue puede haberse vuelto peligroso.
Lo que sí todos hemos aprendido en el próximo pasado es que las proposiciones deben ser de políticos, no de otra cosa. Los políticos saben de política, y eso es lo que México necesita. El candidato que salga es el que necesitará de especialistas. Ese será su problema y, como siempre antes sabrá resolverlo.
Y en cuanto a las mujeres, un puesto las está esperando, el más alto inclusive, pero no por lo que sean sus esposos, esto lo entendió con toda claridad en su momento Eleanor Roosevelt. Los suyos fueron los tiempos de la depresión. Tiempos en que (¡también allá) nadie hacía nada porque no había quién les dijera qué hacer.
Lo que siempre sobran son los protagonistas; lo que siempre faltan son los guías.
S Á B A D O
El gran escritor ruso Fedor Dostoievsky ha sido, según los críticos, uno ?de los más grandes novelistas de todas las épocas y todos los países?. Sus obras ?Los hermanos Karamazov?, ?Crimen y Castigo? y ?El Idiota? se siguen reeditando y leyendo. Y sin embargo, también según los críticos, escribía el ruso sin ninguna belleza ni gracia en el estilo, hasta tal punto que sus obras parecen mejor escritas en las traducciones que en la versión original. Y esto puede ser una demostración de lo poco que importa el estilo, el buen estilo, para la grandeza y la profundidad humana de un escritor. Su vida siempre estuvo envuelta en tragedia. Su padre fue asesinado, su madre enloqueció y él fue no sólo condenado a muerte sino que estuvo a punto de ser ejecutado, aunque no llegó a morir. Y del dolor, siempre en ebullición de su vida, nació, condensada en humo inmortal, su obra.
Tuvo desde la infancia extraños temores. Oía voces y veía fantasmas; hablaba con apariciones; tenía un gran miedo a que le enterraran vivo. Al acostarse dejaba sobre la mesita de noche un papel escrito con esta rara petición: ?Si mañana no me despierto, que no me entierren enseguida, que esperen algunos días. Puede ser que no esté muerto.?
Y D O M I N G O
El dinero y los puestos muchas veces hacen malvados a los hombres y los obligan a obrar contra sus mismos sentimientos para conservarlos. JOSÉ JOAQUÍN FERNÁNDEZ DE LIZARDI