L U N E S
Cuenta don Alfonso Reyes en sus ?Memorias de cocina y bodega? que: ?Al maíz sólo se había habituado Europa con lentitud, más por obra de los Estados Unidos que de nuestra América. Hay, en Italia, la polenta; en España, la borona y también las gachas de Valencia y de Asturias (no las andaluzas), y en Canarias, gachas, frangollo y gofio. Pero en mis veranos del Cantábrico nunca logré que la gente del campo me vendiera mazorcas. ?Eso ? me decían ? es para los cerdos, eso no lo comen los cristianos?. Y si yo me empeñaba en comer elotes a la mexicana, no me quedaba otro recurso que robármelos. No había más que remar río arriba, e ir desembarcando aquí y allá, donde había sembrados de maíz.
Cuanto a la patata, parece que llega a España, procedente del Perú, en 1535. Charles de l?Ecluse (Clusius) la introdujo en Austria y en Alemania 211 años antes de que Parmentier se llevara la gloria de haberla aclimatado en Francia.
Allí el absolutismo real permitía finezas psicológicas vedadas al moderno Estado jurídico. El rey conocía la atracción que ejerce la fruta del cercado ajeno. ¿Cómo acostumbrar a un pueblo reacio a comer patatas, de cuya virtud alimenticia el rey estaba ya convencido? Muy fácil: las mandó sembrar en su huerta, las declaró tesoro y privilegio de su persona, dictó penas y prohibiciones contra el que se atreviera a robarlas; pero, al mismo tiempo ordenó a los guardias que se hicieran desentendidos. No hizo falta más: las patatas se enseñorearon de Francia?.
M A R T E S
Por cierto, en esas páginas don Alfonso nos da a conocer que los famosos ?duelos y quebrantos? de El Quijote, son ?una tortilla de huevos con torreznos, pedazos de tocino frito, con lo que nos enteramos que el mundo apenas si cambia, pues, como dice don Alfonso, el Quijote se almorzaba los sábados, igual que nuestros vecinos a diario, sus sabrosos ?ham and eggs?.
Total, que don Alfonso estuvo a punto de fundar en Madrid con un su amigo un club gastronómico cuyo lema había de ser: ?Una mala comida no se recobra nunca?, contraseña que desde hace más o menos quince años el Licenciado Homero del Bosque defiende mensualmente en uno de nuestros restaurantes para que sus amigos no corran el riesgo de comer mal, comiendo fuera de casa.
Y yo he caído en el tema hoy porque a Carito, una de mis nietas, le ha dado, precisamente por querer estudiar alta cocina, pues ninguna otra carrera le seduce lo suficiente como para seguirla; pero, no se crea que es cosa fácil, lo prueba el hecho de que allí anda ahora de Herodes a Pilatos, buscando el mejor sitio que, lo más seguro es que localice en Francia, donde, como dice don Alfonso ?hasta los humildes salones Duval dejan una huella en la memoria, con sus pedazos de buey a la sal gruesa, que por de contado no compiten con las casas de primera fila, pero tampoco son desdeñables?.
M I É R C O L E S
O antes había muchas cosas qué hacer, o qué ver, para pasar el rato, o ahora se ha perdido el secreto de pasarla bien sin que importe el tiempo.
Porque, bueno, el Libro, la Biblia, nos cuenta de ese grupo de varones que, sin aburrirse para nada, se dedicaban a vivir de quinientos a novecientos años, como si tal cosa.
Y la verdad yo no lo entiendo. He llegado al diez por ciento de la mayor de aquellas edades, esta mañana he caminado diez cuadras y, por primera vez mis chamorros han protestado.
Se lo conté a mi hijo Pepe, que entonces llegaba, y recordamos las caminatas que juntos hacíamos por las noches en la Ciudad de México cuando él allá estudiaba, y platicando nos íbamos desde el Zócalo hasta Polanco, donde vivía entonces mi cuñada Amparo, hermana de Elvira.
Y eso es lo que me pregunto: Si a los ochenta y nueve las largas caminatas comienzan a volverse inaccesibles, ¿Qué harían todos esos señores con los ochocientos y novecientos años que vivieron, o de qué tenían las piernas?
Porque, oiga usted, si se la pasaban sentados un día tras otro corrían el riesgo de no poder levantarse un día, ¿y entonces?
Sus problemas debe de haber tenido el Señor con estas sus primeras generaciones, de tal manera que si bien ninguno de ellos llegó a vivir los mil años, de todas maneras muchos milagros debió de hacer para mantener en forma a todos los que le iban llegando a centenarios, que cada vez fueron menos, y yo creo que eso fue porque no encontró remedio al aburrimiento que les tomó por su cuenta cuando ya no pudieron trasladarse por sí mismos de un sitio a otro.
J U E V E S
No es que el beber sea malo. Lo que es malo es el exceso, como lo es para todo. Una copa o dos, o vasos, según sea lo que se beba, de lo que a cada quien le guste, caen de maravilla en su momento. En copas o en vasos es como se toma lo que se toma, no en botellas; pero ahora a muchos les ha dado por las últimas, y ya no son los tiempos. Y pocos son, por otra parte, lo suficientemente fuertes para hacerlo y mantenerse firmes, y menos lúcidos.
Tampoco se debe buscar la felicidad en el beber; no está allí. No se debe beber para ser felices, al contrario: todos pueden beber un par de copas por serlo, jamás para serlo. No lo serán.
Pero, tampoco se come hoy lo que se comía hace siglos, entonces se engullía, y del mismo Napoleón cuenta que así lo hacía, y conste que para entonces la cosa había mejorado, pues más voraces que él fueron los Luises, y eso los hacía aguantar el beber; pero, ¿qué van a hacer los jóvenes de ahora con sus hamburguesas o taquitos, y que tampoco tienen los trabajos fuertes que pudieran fortalecerlos? Por eso lo único que hacen es chocar y otras estupideces por el estilo.
Tampoco se debe beber por ser infelices o desgraciados. Bebiendo no dejarían de ser aquello y, al contrario, acaso llegasen a serlo más.
Hay sitios para beber. El mejor es el hogar, en la mesa, con la familia.
El tinto allí nunca está de más. Ni un aperitivo, ni un coñac o un aguardiente con el café o la conversación de sobremesa.
En todo caso, lo que se tome debe de ser fino. Por dos cosas: primero, por el desfrute; segundo, porque lo bueno cuesta más, y así se toma menos.
Beber de otra manera, es buscar pretextos para emborracharse.
V I E R N E S
Praxiteles, escultor griego, uno de los mejores de su tiempo, vivió en Atenas en el siglo IV a. de J. C. Su modelo era su bella amante Friné, Praxiteles autorizó a Friné para que escogiera entre todas las estatuas de su taller, la que más le gustase. Friné, con el fin de descubrir cuál era la mejor hizo que un esclavo le dijera al escultor que el taller estaba en llamas.
Y Praxiteles grito: ¡El cupido| ¡Salvadme el cupido!
Friné lo tranquilizó y le dijo que la noticia era falsa: Es que no habría sabido elegir con acierto, y ahora ya sé. Me quedo con el cupido.
Praxiteles expuso al público su Venus, copia del cuerpo de Friné. Era una estatua totalmente desnuda. Friné era una cortesana y tenía por lo mismo, muchos enemigos, entre ellos a todas las otras mujeres. Y Friné fue acusada de impiedad. La hubiesen condenado a no ser por la astucia de su defensor, un viejo que conocía a los hombres y confiaba en ellos. Los acusadores pedían nada menos que la pena de muerte. El defensor les preguntó si alguno de ellos sabía lo que perdería Atenas con la muerte de aquella mujer.
Uno de los acusadores se levantó a contestar: ?Atenas perdería una cortesana impía que sólo da mal ejemplo?.
El viejo defensor acompañó a Friné hasta el estrado. Ella iba tan sólo envuelta en una túnica. y el defensor gritó: ?¡No sabéis nada de nada. Pero quiero que lo sepáis. Atenas perderá ¡Esto!?.
Y en un gesto rápido despojo de su túnica el cuerpo de Friné. Ella levantó los brazos, cruzó las manos sobre la cabeza y dobló la cintura. Y de la multitud, ante la belleza de aquel cuerpo de mujer, se levantó un grito de admiración. Y Friné fue declarada inocente.
S Á B A D O
Allá por 1972 Mao Tsetung decía a los suyos: ?Debemos velar porque todos nuestros cuadros y todo nuestro pueblo tengan siempre presente que China es un gran país, pero al mismo tiempo un país económicamente atrasado y pobre, y que esto es una contradicción muy grande. Para convertir a nuestro país en un país rico y poderoso se requieren varios decenios de intensos esfuerzos, que suponen, entre otras cosas , la observación de un riguroso régimen de economías y la lucha contra el despilfarro, o sea, la aplicación de la política de construir nuestro país con laboriosidad y economía?.
Bueno, pues ya es más que tiempo para que entre nuestros políticos apareciera un verdadero líder y nos propusiera algo por el estilo dirigiéndonos en la tarea de llevarlo a cabo; pero, infortunadamente, todavía andamos en las mismas, despilfarrando nuestras riquezas sin que nadie se atreva a conquistar a nadie, creyéndolas inagotables.
Y D O M I N G O
El drama de este país es que no hemos acabado de vencer a la serpiente. JOSÉ CLEMENTE OROZCO