L U N E S
Cuando me busco hacia atrás en mis lecturas al final me encuentro leyendo una de estas dos publicaciones: ?El Siglo de Torreón? o ?El Eco de los Valles?, editado este último, entonces, en papel color azul en Panes, Oviedo, Asturias, España. En ambas, pues, me aficioné a la lectura diaria que me proporcionaba nuestra publicación, sin pensar que un día me permitirían publicar en él la serie de recuerdos y tonterías que he venido publicando en sus páginas por siete décadas, y en cuanto al ?Eco? con su lectura semanal o quincenal, que ya no estoy seguro de la frecuencia con que llegó a casa por muchos años.
Pero, el mundo es un puño, como decía mi abuela, y años después, se me presentó en ?Los Precios de México?, negocio del que llegué a ser socio industrial, un fabricante ofreciendo chamarras, y que resulta que era el mismo que editaba aquel periódico hispano que yo leía de chamaco, lo que descubrimos a poco de platicar. El hombre, pensando en América, empezó a estudiar sastrería por correspondencia, y después de echar a perder algunos cortes, empezaron a salirle más o menos bien los siguientes, con lo que se fue a Cuba pensando que allí le iría bien. No fue así y por eso se vino a México, donde ya se sabe, que con nuestro ?ai se va?, hacemos, compramos y vendemos todo. ¿A quién no le ha pasado algo por el estilo, digo, conocer a alguien del que ya sabe algo, pero que si lo pretendiera no lo conocería personalmente jamás?
M A R T E S
Esta mañana pasé por la Allende y, antes de llegar a la Galeana vi un gran solar que terminaba donde por varios años estuvo, por la Matamoros, La Comercial Treviño, cuya puerta principal daba frente a nuestro Palacio Municipal, y la pared que estaba viendo era la del dormitorio de los internos, por donde más de uno pudo hablar por las noches, sólo hablar, haciendo entre ambos parte del orificio correspondiente, casi a la altura del suelo, para que fuera cubierto por las camas, con las chicas que en aquellas casas de comercio vivían y con las que se habían puesto de acuerdo para fabricar aquello y divertirse un poco platicando por las noches mientras la ilusión de la aventura duraba. Debajo de aquellos catres, todo era risa de cuyas causas fui testigo acompañando algunas veces a aquellos raros tertulianos.
La Comercial era una novedad particularmente para quienes íbamos de colegios primarios mixtos, pues por entonces la escuela admitía sólo hombres y, de vez en vez, se suscitaban algunas peleas entre alumnos ya muy formados y el propio director si venía al caso. Una de las más parejas que me tocó atestiguar fue la del ?Nebraska?, un alumno muy fuerte que acababa de llegar del otro lado y el propio don Enrique, a quien el box le gustaba, para qué es menos que la verdad. Por mi parte, apenas acabado de entrar me anotaron para castigo, porque dejé el lugar que me habían asignado para ir a sentarme con Miguel Alvarado, amigo al que había reconocido filas más adelante, cosa que estaba prohibida.
M I É R C O L E S
No sé si alguna vez alguien ha sentido esta sensación, pero, en un momento dado de la vida morimos sin que nos entierren. ¿Cuántos son los que andan por nuestras calles, no sólo muertos, más que muertos, sin que se den cuenta de ello?
Hay que estar atentos a esto, no sea que hayamos agotado nuestro destino y ni por aquí nos pase. Año por año recibimos, cada uno de nosotros, todo lo que la vida nos tenía que dar, y ni la vida puede darnos más de lo que para nosotros recibió, ni pedir más para darnos. Lo que se acabó se acabó, y entonces es cuando empieza algo que, notémoslo o no, va dejando de merecer el nombre de vida.
El mundo está, pues, lleno de gente sin vida, que cada día están más muertos aunque lo ignoran, o a lo mejor porque se hacen locos.
Benditos aquellos a quienes les ha sido permitido morir en el momento en que dejan de tener qué dar.
En ocasiones es la esperanza la que mantiene vivos a algunos, la esperanza de ganar de pronto una fortuna sólo porque la vida es algo misterioso, y ¿por qué no había de ser la de ellos?
J U E V E S
Ana Bolena (1507-1536) fue la segunda esposa de las seis que tuvo Enrique VIII y murió decapitada, tres años después de haber sido coronada reina de Inglaterra. Ya condenada a muerte dijo que prefería que le cortaran la cabeza con espada en vez de hacha, como era más usual. El verdugo de Londres no era diestro en el manejo de la espada; pidieron uno a Francia y esto retrasó la ejecución. Cuando supo que el verdugo francés ya había llegado, preguntó a Kingston, el alcaide de la Torre de Londres, si era hábil.
El alcaide le dio todas las garantías acerca de la habilidad del verdugo, y Ana Bolena hizo este comentario: ?Después de todo no le daré mucho trabajo. ¡He adelgazado tanto!
Pasó la noche rezando y, al amanecer, conversó animadamente con las mujeres que la acompañaban. Y al despedirse de ellas, les dijo: Me llamarán la reina sin cabeza.
Llegada la hora puso la cabeza de lado sobre el tajo y quedó así mirando fijamente al verdugo. Éste, que no la conocía, levantó dos veces la espada sin dejarla caer, y dicen que se disculpó con estas palabras dirigidas a Kingston: Perdón, señor. Mientras esté mirándome no podré matarla. Es superior a mis fuerzas. Entonces Ana cerró los ojos y el verdugo le cortó la cabeza.
V I E R N E S
Se dice que la primera película de Gary Cooper, que fue mi vaquero preferido y de quien no sé si usted ha visto alguna de sus películas, fue ?La conquista del oeste?, que dirigió Cecil B. de Mille. Gary Cooper hacía el papel de un vaquero legendario vencedor de bandidos y malhechores, un tal Wild Bill. En una de las escenas, Cooper tenía que poner fuera de combate a tiros a tres bandidos a la vez. Tenía que hacerlo gracias a un rápido manejo de la pistola, nada fácil. De Mille temía que Cooper fracasara en aquella escena, mucho más porque, al darle las dos pistolas con las que tenía que defenderse, las había puesto al revés, como si no supiera manejarlas. Se rodó la escena y Cooper la hizo de forma tan magistral que dejó a todos asombrados.
El mismo De Mille, gritó: ¡Muy bien!
Gary Cooper le dio las gracias. Y De Mille le preguntó:
¿Cómo diablos has conseguido hacer esto?
Pues, desde que leí el guión hace tres meses, todos los días, sin falta, he ensayado esta escena, y algunos días hasta siete veces seguidas.
Un periodista le preguntaba dónde y cómo había aprendido a actuar tan bien y con tanta personalidad. Y contestó: Si esto queda bien es porque sale así. Yo lo hago así, simplemente porque no me sale de otro modo. Esto es todo lo que me atrevo a hacer.
Le preguntaban si podía definir la felicidad. Y lo hizo así: La felicidad puede consistir en tener suficiente trabajo durante todo el día y suficiente sueño durante toda la noche, para que no quede tiempo de pensar en la felicidad. Y agregaba: Si alguien me preguntara si soy el hombre más afortunado del mundo, le diría, que sí.
S ÁB A D O
De todas las cosas malas que el Señor dejó que se hicieran, la que no tiene perdón es el dolor. Sin embargo, allí está como el aire, con esa misma naturalidad constante y gratuita. Abate a sus víctimas más tarde o más temprano, por fuertes que sean. Es difícil anticiparlo, aparece cuando menos lo esperamos. No es precisamente el tiempo, pero con él viaja y en él está y así siempre sorprende cuando aparece diciendo candorosamente: ¡Hola!
¿Qué tal? Ese tal es precisamente la máscara del dolor que se manifestará a partir de ya manifestándose sin contemplaciones para nadie, ni para ricos ni para pobres, ni para fuertes ni para débiles, a todos les llega al límite.
Recuerdo ahora que mi primer colaboración a este diario, mandada bajo sobre con atención al ?Señor Director? fue precisamente un pequeño artículo intitulado: ?El dolor y la muerte?, y el dolor del que fui testigo era ajeno.
Aparecido el dolor la condición se transforma en una continua espera, de quienes han ido atrapados por él con tal intensidad que muchas veces llegan a la conclusión de que la muerte es preferible al dolor que sólo busca sus gritos para excitarse.
Y D O M I N G O
El mexicano no desconfía de tal o cual hombre o de tal o cual mujer; desconfía de todos los hombres y de todas las mujeres. Su desconfianza no se circunscribe al género humano; se entiende a cuanto existe y sucede.
Si es comerciante, no cree en los negocios; si es profesionista, no cree en la profesión; si es político, no cree en la política. SAMUEL RAMOS