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MIRAJES

EMILIO HERRERA

L U N E S

Cuenta Edward Rutherford en su novela ?LONDON? que: ?Cincuenta y cuatro años antes del nacimiento de Cristo, al término de una fría noche primaveral tachonada de estrellas, una multitud de doscientas personas permaneció de pie en un semicírculo junto a la orilla del río y esperó que amaneciera?, que ?Delante de ellos, al borde del agua, había un grupo más reducido de cinco figuras. Silenciosas e inmóviles, enfundadas en sus largas túnicas grises, podrían haber sido tomadas por piedras verticales. Eran los druidas, y se disponían a llevar a cabo una ceremonia que confiaban salvaría la isla y su mundo?. ?Frente a ellos, en la orilla izquierda, se encontraba el lugar, en ese momento desierto, que ostentaba el nombre de Londinos.

Londinos era una especie de tierra de nadie?. ?De algún modo, durante los últimos mil años el lugar había tomado ese nombre?.

Dos mil cincuenta y nueve años después de aquello, las autoridades británicas han dicho ayer que ?temen más atentados terroristas, mientras los autores de los ataques que sacudieron la red de transporte público de la capital inglesa no sean capturados.?

A nosotros ?los Herrera? la cosa nos inquieta porque el tercero de los Emilios, recién casado con la regiomontana Zayda escogieron aquella capital, que el mismo César no desdeñó, para terminar la maestría de sus personales carreras y, posiblemente, quedarse a residir en ella. Aquello es otra cosa. Qué Dios los guarde. ¿Quién si no?

M A R T E S

Pocas veces, antes de ahora, había andado tanta gente detrás de un puesto público a través de las urnas. Mal deben de andar las otras actividades para que esto haya sucedido; pero allí están todos los que quieren vivir a costa de nuestras contribuciones repitiendo los ofrecimientos que otros han hecho en el pasado, y no han cumplido, pues de haberlo hecho las cosas irían mejor de como van.

Muchas de las informaciones que los políticos nos dan son falsas; es seguro que no saben distinguir lo que es posible hacer de lo que no lo es, y se empeñan en perder el tiempo intentando hacer casi siempre esto último.

Si uno de nuestros precandidatos imaginara claramente lo que ha de ser nuestro país o nuestro Estado, ambos serían hechos. Por lo menos lo serían si el hombre tuviera bastante carácter para gobernar, que es lo que le ha faltado a quien la mayoría de los mexicanos le dimos la oportunidad.

Lo que pasa es que, sean cual sean las declaraciones con que ganan votos, cada quien hace su propia lucha cuando llega, y la mejor demostración de ello es observar cómo algunos, los más, entran y cómo salen, de bienes, digo, de dinero, para qué hacernos los incautos, tapándonos los ojos para dejar de ver lo que frecuentemente vemos.

Importa, pues, mucho, luchar contra todo ese cúmulo de palabras que hoy tanto precandidato va soltando. En los últimos años, más que nunca, las palabras sustituyen a los hechos, y esas palabras, cuando llega el tiempo nada las justifica. Ése es su peligro.

M I É R C O L E S

Después de haber ganado un poco de dinero con un betún para los zapatos, y algo más con una especie de calcetín que permitía conservar los pies calientes en las bajas temperaturas Juan Logie Baird pensó hacerse rico fabricando conservas y mermeladas por todo el mar Caribe, pero ni aquellos primeros inventos ni las mermeladas para los trópicos le satisfacieron. Y entonces comenzó a trabajar para resolver el problema de la televisión práctica.

Una caja de té sostenía un motor de segunda mano; una lata de galletas alojaba la lámpara de proyección; las lentes le costaron cuatro peniques cada una en la tienda de bicicletas, y así por el estilo lo demás.

Parecía absurdo; pero dio sus primeros resultados al futuro inventor.

Instalóse en el humilde barrio londinense de Soho, donde alquiló dos destartaladas habitaciones en un desván. En una instaló su aparato transmisor; en la otra, el receptor. Y allí ocurrió el milagro por primera vez.

Recibió en una habitación la imagen de ?Bill? ? un muñeco ventrilocuo ? transmitida desde la otra. La televisión era un hecho. Como Arquímedes desde su bañera, Baird salió corriendo de la habitación en busca de un ser viviente para transmitirlo. Necesitaba ver movimiento en la imagen recibida.

Agarró al botones de una tienda y lo arrastró escaleras arriba. A esto se debe que Guillermo Taynton fuera la primera persona televisada en vivo.

J U E V E S

La junta directiva de una fiesta de caridad que se organizaba en la celebrada estación veraniega de Newport (Estados Unidos) contaba con que uno de sus miembros, el hombre más rico de aquella ciudad, Augusto Belmont, hiciese un crecido donativo. Por eso se aterraron cuando un distinguido pastor protestante, que era el principal orador de la tarde, se desató en un violento ataque contra las carreras de caballos.

Si la gente diera para fines de caridad parte de lo que malgasta en las carreras de caballos, las reuniones como éstas serían innecesarias.

Probablemente el señor Belmont se dará por ofendido ? le dijo al pastor el asustado presidente de la Junta. No sólo tiene locura por las carreras de caballos sino que es dueño de un hipódromo, que lleva su nombre. Mucho me temo que ahora no nos dé nada.

El pastor, tratando de arreglar las cosas se dirigió a Belmont inmediatamente, y con toda humildad le manifestó:

Señor, si herí una de sus debilidades confío en que usted comprenderá que no lo hice intencionalmente.

Sin denotar la menor molestia, Belmont le contestó:

No se preocupe usted de eso. Un pastor que hablara durante cinco minutos sin herir una de mis debilidades no merecería ni un centavo falso.

V I E R N E S

Preguntemos, nomás, lo que tu quieras sobre el que tú quieras de los hombres esclarecidos del otro lado a cualquier mexicano que haya cursado una secundaria hace el tiempo que haya hecho, y puedes estar seguro de que obtendrás contestaciones bastante aceptables de la mayoría. Tal conocimiento lo habrá obtenido en las aulas, en sus propias lecturas, en revistas, en las pantallas de nuestros cines, donde haya sido, la cuestión es que lo sabe.

Hagamos lo mismo a los mismos sobre nuestros héroes y, yo creo, que el resultado resultará bastante más bajo. Y es que sobre nuestros héroes hay poca bibliografía, ya sea escrita como historia o como novela.

Por eso la aparición del libro de Eugenio Aguirre Benavides, biografía novelada, sobre don Guadalupe Victoria, invariable insurgente que a través de triunfos, derrotas y envidias permaneció firme en sus principios llegando a ser (1924 / 1929 ) el primer presidente de nuestra república.

La lectura de este tipo de libros es interesante, y a ello están casi obligados todos los que en la actualidad aspiran a los puestos públicos para que puedan recordar a otro tipo de políticos capaces de ofrendar lo mejor de ellos mismos, y no sólo su codicia, en aras de una patria mejor.

S Á B A D O

No sé si habrás visto la foto aparecida el último viernes ilustrando la primera página de la primera sección de nuestro diario, pero, es muy posible que tu respuesta sea afirmativa. La mirada de ?Terminator?, o sea de Arnold Schwarzenager, hoy por hoy Gobernador de California, es de película. Y es que el cine marca más que la política. Definitivamente, nuestro Gobe no se quiso poner al tú por tú con el austriaco que, además de ser lo que es, que le obligó a visitarnos, ha sido Mr. Universo y Mr. Olimpia, y por encima de todo es culturista. Así que, ¿a qué buscarle? Nuestro Gobe con esa furiosa mirada tuvo, y a otra cosa, mariposa.

Lo peor es que si a nuestro Gobe, el Gobe de California es capaz de mirarlo así, ¿se imaginan ustedes cómo mirará a nuestros pobres compatriotas cuando por su mala suerte llegan a su oficina aun cuando sólo sea en papeles oficiales que hablen sobre ellos? Lo único que tienen de común con él es que ambos son perecederos.

Y D O M I N G O

La vida es una pequeña equivocación. A veces una pequeña desgraciada equivocación. Otras, una feliz pequeña equivocación. De todos modos es un error. DANIEL COSÍO VILLEGAS

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