L U N E S
La suerte está echada. Si la tenemos buena al elegir, ya se sabe, incluso del toro nos nacerán terneros. Pero, ¿Y si no? Buena suerte, pues, debemos empezar a pedir todos los ciudadanos, y no sólo a los santos de nuestra devoción, que más veces nos defraudan que nos hacen el milagro, sino a nuestras experiencias pasadas. Y no es que nos haya ido mal en esta ocasión. De allí p´al real las cosas irán bien, si no olvida el que sea elegido en la próxima oportunidad que parte de su labor tiene que tener en cuenta el primer centenario de Torreón y que, aun cuando no esté dentro de su periodo, le compromete a no perderlo de vista.
Lo que desde ya los que se acercan deben de tomar en cuenta es al tiempo. Allí tienen al propio don Guillermo, cuando alzó la mano para protestar seguramente le parecía suficiente para sus proyectos, y estoy seguro que no lo fue y algunos propósitos habrá hecho a un lado para poder realizar otros.
(¿Será por eso que sus colaboradores ya se preocupan de los ?bonos de marcha??
Independientemente de lo que sean sus propios programas, Eduardo Olmos Castro o José Ángel Pérez Hernández con quienes por ahora coquetea el destino, el que salga electo, debe tomar en serio su situación, no sólo en cuanto a lo que puede ser su ejercicio, sino en relación a lo que pueda embellecer a Torreón durante su intervalo.
M A R T E S
La más grande y constante de las pasiones de don Guadalupe Victoria, aquél de ?Va mi espada en prenda, voy por ella? fue la de nuestra patria, a la que dedicó toda su vida. No pensar sino en ella es lo que afirman todos los que en nuestros tiempos se postulan para algún puesto público, pero lo que uno ve cada después de que un mitote electoral termina es que los que pierden vuelven a aquello en lo que estaban y los ganadores a ejercer el poder ganado, lo cual está bien.
La ciudad que hoy tenemos es, pues, el resultado de los esfuerzos, unos mayores que otros, de todos aquéllos que ganaron el derecho de poner su talento al servicio de Torreón. Es decir, todos ellos tuvieron la oportunidad de actuar para engrandecerlo, si algunos no contribuyeron a ello es un pecado que seguramente muchos no notaron, otros han olvidado, pero que ellos recordarán siempre.
Ahora que se acerca, ?a pasos agigantados? la celebración del primer centenario de nuestra ciudad no hay que olvidar honrar a todos aquéllos que presidiendo su Gobierno se distinguieron cumpliendo tal labor. La historia de una ciudad no pasa de ser la biografía de los mejores hombres que dirigieron su Gobierno.
El viejo Torreón no es lo que fue; la forma de toda ciudad algo cambia con el tiempo; pero, los que hicieron el primer Torreón así como los que han logrado el actual, lo han hecho con el mismo amor, sin lo cual nosotros, sencillamente, no seríamos lo que somos: torreoneses.
M I É R C O L E S
Como todos lo haremos el día que nos toque, el rey Fahd alcanzó esa noche interminable que llega después del brillante relámpago que es la vida, y que, como ya se sabe, es una condena a muerte.
Thierry Desjardins, que tanto sabe del mundo árabe le quiso, dice que Arabia Saudita ?es un inmenso desierto que separa dos ghettos, un océano de arena que separa dos islotes prohibidos uno y otro para el occidental?.
Por un lado la fe y por el otro el dólar?. Por un lado Dios y por el otro el infierno. Por un lado la plegaria, por el otro el dinero. Entre estos dos mundos tan distantes, separados por los siglos y las civilizaciones, un país desértico que se está explotando. Porque la política de este país también oscila entre esta fe y estos millones de dólares.
?Terminada la guerra, los americanos llegaron, construyeron oleoductos, hicieron venir a sus petroleros y en Arabia Saudita el desierto se convirtió en un país rico que pronto tuvo dólares ?hasta pa aventar pa arriba? . De esa Arabia era rey Fahd, quien el martes fue sepultado en modesta tumba. Como suele decirse, la muerte se encarga de igualar a todos los hombres, porque tumba modesta u ostentosa, lo que se guarda en ella es lo mismo: los restos de un hombre que cumplido la misión que vino a hacer a este mundo, no le queda más qué hacer que morir.
J U E V E S
Leonidas fue rey de Esparta hacia el año 488 a. de J. C. Es históricamente famosa la defensa que hizo del paso de las Termópilas, sólo con 300 espartanos y unos cinco mil griegos de otras ciudades helénicas, contra un ejército enemigo poderoso, el de Jerjes. A última hora, defendió el paso con sólo 300 de Esparta, 400 tebanos y 700 tespianos, que murieron todos. La cabeza de Leonidas fue enviada a Jerjes y su gesta pasó a la historia como ejemplo de heroísmo, no como estratega. Con este acto heroico consiguió retrasar el avance del enemigo, lo que permitió a los demás griegos agruparse. Se dice que en vísperas de la batalla un atalaya le anunció:
Parece que ya tenemos encima a los persas.
Y Leonidas le contestó:
Pues váis a ver cómo pronto los tenemos debajo.
Un emisario de Jerjes, conminándole a la rendición, dijo:
¡Somos tantos que nuestras flechas oscurecerán el sol!
Y Leonidas en su papel de héroe, pronunció una frase histórica:
Mejor; así combatiremos a la sombra.
Se dice también que las últimas palabras de Leonidas, dirigidas a los pocos soldados suyos que aún estaban vivos, fueron éstas:
Estáis invitados a cenar esta noche con Plutón.
Que, como se sabe, era el dios de los infiernos.
V I E R N E S
Cuentan que Huysmans, novelista francés, aborrecía a las mujeres porque nunca se pusieron a su alcance. La mujer era para él un animal desconocido y misterioso que le infundía miedo, y su timidez se disfrazaba con bravatas y frases de desprecio. Las mujeres que escriben le inspiraron las más atroces burlas.
Cuando Miriam Harry se estableció en Francia, quiso conocer a los escritores de su predilección, y Huysmans fue de los primeros. Le envió su primera novela, ?Las mujercitas? y, como le habían dicho que el escritor odiaba a las escritoras, dio a entender que su nombre era un seudónimo.
Una correspondencia interesante se estableció entre ella y el misógino. Un día recibió un aviso del maestro para que fuese a verle. La principiante tembló al subir las escaleras de la vieja casa. ¿Qué diría el terrible maestro al enterarse de que no era un hombre? . . . Muy emocionada se dejó caer en un sillón.
¿Me perdona usted que sea una mujer?
Si ? contestó Huysmans ? ya que la cosa no tiene remedio.
Un anochecer, pocas semanas antes de morir el maestro, hablaron del amor, y esta vez fue ella sola la que habló, con todos los entusiasmos de la juventud y del idealismo femenil. Las primeras sombras empezaban a flotar en la habitación. Lucían en la penumbra los lomos de oro de las encuadernaciones. De pronto brillaron también en las mejillas de cera del moribundo dos lágrimas que descendían lentamente. Ella se puso de pie, alarmada, mientras él iba doblando la frente sobre la mesa de trabajo, hasta ocultarlo entre sus manos. Resonó el largo sollozo de Huysmans. Lloraba el amor, lloraba la mujer, lloraba todas las cosas de que creía morir harto y que no había conocido nunca.?
S Á B A D O
En mis tiempos de niño circulaban monedas de uno y dos centavos que se iban a quedar pronto sin valor, pero que, como entonces no lo sabían, eran capaces de adquirir en los puestos de las esquinas y los mostradores de las tiendas de chinos una gran variedad de cosas. Hoy aquellas cosas se compran en pesos y no tan sabrosas.
En fin, la cuestión es que a veces las monedas de veinte y cincuenta centavos que recibimos en cambio alguna vez, duran en nuestros bolsillos algún tiempo por no tener cómo salir de ellas, porque hasta los mendigos las rechazan como limosna. Y no falta quién lo diga: ?¿Y qué voy a hacer con esto??. La mejor respuesta es aquélla que un amigo dio en mi lugar:
?Guárdala, guárdala, y dásela al primer pobre que encuentres.?
Y D O M I N G O
Es función esencial de todo Gobierno educar y reeducar a los hombres para conseguir que todos sean libres y no vanos, hipócritas, huidizos, simiescos, rastreros, inconscientes, livianos, contradictorios, moralmente traidores y deformes.