L U N E S
El peor de todos los días es el domingo. Los siguientes lo utilizan, estoy seguro, para preparar en él lo que todos tenemos que hacer en ellos. No te explicas de otra manera que cuando éstos llegan ya vienen con todo lo que tienes que hacer en ellos listo para que lo hagas, hora por hora y día por día.
Olvidado, pues, el domingo por sus hermanos cuando le llega su turno de aparecer, aparece sin instrucciones y no sabemos qué hacer con él. Por eso, desde que Dios amanece y según vamos despertando, nos vamos equivocando. El domingo es para que en él nos despertemos tarde, pero cuando nos decimos esto es porque ya estamos más despiertos que el sol. ¡Y prueba tú a volver a dormirte después de que éste te despertó!
Entre semana de propósito madrugas para hacer ejercicio: ir a correr o caminar de perdida, pero el domingo no fue hecho para eso, así que, después del baño diario la mayor parte de la gente, sea cual sea su religión, piensa en acercarse a Dios, y los que no lo que sea: afeitarse con su peluquero, bolearse con su bolero, en fin. Después de las primeras horas, que son las más difíciles, las otras van llegando con itinerario: salir con la familia a tal parte o con los hijos pequeños a tal otra.
Y así, poco a poco, que el domingo, por domingo que sea, no nos dura más que cualquier otro día.
M A R T E S
?¿Sabe usted cómo se alimentaba Moctezuma?
¿Moctezuma? ¿Ha dicho usted Moctezuma??.
Recuerdo esto que cuenta Antonio Ros en su libro ?El arte de comer bien? porque precisamente dos buenos amigos acaban de invitarme a comer el jueves.
?Sí, Moctezuma, el emperador de México.
¿Cómo se alimentaba? . .
Sí, sí; verá. ?Sentado en un asentadero bajo, rico y blando ? escribió Bernal Díaz del Castillo - y la mesa también baja; allí le ponían sus manteles de mantas blancas y unos pañizuelos algo largos, y cuatro mujeres muy hermosas le daban agua a manos en unos como a manera de aguamaniles, que se llamaban ?xicales?; y le daban sus toallas y le traían el pan de tortillas. Traíanle también frutas de todas cuantas había en la tierra, mas las comía muy poco y de vez en cuando?.
? Comía solo ? cuenta Antonio Solís - y muchas veces en público.
Cubríanse los aparadores con más de doscientos platos de varios manjares, a la condición de su paladar; y algunos de ellos también sazonados, que no sólo agradaron entonces a los españoles, sino que se han procurado imitar en España?.
?Oí decir ? recuerda a su vez Bernal Díaz del Castillo ? que le guisaban gallina, gallos de papada, faisanes, perdices de la tierra, codornices, patos bravos y mansos, venados, puercos, pajaritos de caña y palomas y liebres y conejos, y muchas maneras de aves?. Con que, de haber gustado de la carne humana, como algunos le achacan, con el escándalo debido nos lo hubieran hecho saber.
M I É R CO L E S
La verdad es que nuestro país es sorprendente. Desde que en él se volvió lana el oro, primero los conquistadores, luego los políticos, es decir durante los últimos quinientos años, todos ellos se han dedicado a apoderarse de él y no acaban. Aunque tampoco le dejan lo suficiente como para combatir la pobreza. Todo esto en medio de constantes declaraciones de amor a México.
No hay quién no busque, y muchos encuentran, la manera de entrar a alguna de las nóminas, de la nacional a las municipales, que nuestros gobiernos pagan. Pero, también los ex presidentes siguen cobrando. Seis años de hacerlo arraigan hábitos, pues, ¡no faltaba más! y ellos, por su parte, encuentran la receta para sobrevivir una cantidad de tiempo de la que sus ex gobernados ni cuenta se dan, pero que los descendientes de ellos sí, por lo que dan gracias a Dios.
A cada ex presidente vivo se le envían, o él manda por ellos, 5.6 millones de pesos anuales que no son cosa de poca estima y aprecio, es decir, bicoca. Es más. creo que muchas veces hasta se olvidan de agradecer a través de Dios a los mexicanos de clase media, que son quienes con su trabajo les hacen posible tal potencia.
J U E V E S
Invitado por don Pedro y por Simón, hoy he ido a comer a un sitio que, ubicado en pleno centro de nuestra ciudad es toda una tradición en ella.
Mis recuerdos más lejanos de él vienen de cuando con Everardo y Jesús íbamos allí a cenar algo, antes de despedirnos hasta el día siguiente. Y a lo mejor encontrábamos que en el lugar estaba algún artista de entonces que visitaba nuestra ciudad. Como alguna noche ocurrió con Carmen Amaya, ¿te acuerdas de ella, o sabes, al menos, quién fue?; allí estaba con los suyos, hablando casi a gritos y armando un alboroto de Padre y muy Señor Mío. Serían estos los años de la década de los cincuenta, o a lo mejor de los cuarenta, ve tú a saber, la cuestión es que pienso que ahora que se nos viene encima la celebración de nuestro primer aniversario ciudadano, deberá de buscarse la manera de hacer notar a negocios como éste, que en su mejor momento, recibieron la distinción de la gente más importante que nos llegaba de fuera, no sólo artistas, también banqueros, industriales o turistas.
Posiblemente, de momento, éste sea uno de los más antiguos en su campo. En esta ocasión, recordando, acaso, que el propio Jesucristo hubo de convertir el agua en vino mis anfitriones lo pidieron desde el principio, y a todos nos fue de primera.
En fin, que de éste y otro tipo de negocios hay que ir haciendo una selección para hacerla notar con algún emblema el año del centenrio.
V I E R N E S
El trabajo, nos hacía notar ayer Simón, se ha vuelto una maldición. Ha llegado a ser un castigo. Con el trabajo se castiga a los pobres, Los talleres son una especie de presidio. Se le ha hecho temible y odioso.
Sin embargo, ojalá que en México se vea al trabajo siempre como una bendición, lo que puede lograrse si a nuestros hijos pequeños y a nuestros nietos que lo son, en lugar de que jueguen a vaqueros e indios y a disparar pistolas y rifles se les convence para que jueguen a trabajar, para que la idea de ser útil germine en su tierno cerebro. Los hombres debieran hacer sus trabajos, sobre todo aquéllos que son manuales como si jugaran a trabajar.
El trabajo debiera ser un divino juego; pero, no. Lo hemos corrompido.
El trabajo ha de ser la bienaventurada expansión de la fuerza, el resplandor de la juventud. Ha de ser hermano de las flores, compañero de la belleza y de la verdad, fruto como ella de la salud humana, del santo júbilo de vivir.
Que no sea nunca compañero de la desesperación y de la muerte, frío y hambre de los desfallecidos, desprecio de los inocentes, ignominia de los humildes, terror de los condenados a la ignorancia, angustia de los que no pueden más.
Lo ideal sería libertar a los pobres de la esclavitud del trabajo, y a los ricos de la esclavitud de la ociosidad. ¿No le parece, Simón?
S Á B A D O
No hace mucho todavía, los políticos sabían que despertaban más curiosidad vestidos, con saco y corbata de ser posible, que con el pecho, o casi, al aire. Y como los días están llenos de sorpresa, lo que tienen que hacer los que andan detrás de lo que ellos andan es salir bien vestidos de sus casas, y no como deportistas. Así, si es necesario quitarse el saco, se lo pueden quitar; pero, sin él al brazo cuando menos, si necesitan ponérselo sencillamente les es imposible, pues no lo traen.
Eso en cuanto a uno, en cuanto al otro, rasurarse a diario y hasta dos veces al día si es necesario, es importante. A los electores les gusta elegir al que se toma la molestia que él no se toma, porque les gustaría verse como si él fuera ellos y se la tomara. Su cuerpo se vuelve icónico.
El prestigio se va haciendo por un sin fin de cosas, algunas de las cuales no sólo parecen sino son tonterías, pero que son tomadas en cuenta por los electores para decidirse por éste o por aquél. Aparte de esto, la diferencia entre nuestros dos candidatos de estas fotos son los dedos que levantan: Moreira. el gordo, aunque sin cerrar el puño; Zermeño el índice, reuniendo los demás.
Y D O M I N G O
El primer gobernante de una sociedad no debe tener más bandera que la ley; la felicidad común debe ser su norte, e iguales los hombres ante su presencia, como lo son ante la ley; sólo debe distinguir el mérito y la virtud para recompensarlas; al vicio, y al crimen para procurar su castigo: BENITO JUÁREZ