L U N E S
?Es falso, es inaceptable, dice Ortega y Gasset, pretender seccionar el todo humano en alma y cuerpo. No porque no sean distintos, sino porque no hay modo de determinar dónde nuestro cuerpo termina y comienza nuestra alma. Sus fronteras son indiscernibles como lo es el límite del rojo y del anaranjado en la serie del espectro: el uno termina dentro del otro. Por eso fuera oportuno sermonear un poco a los que sermonean contra el cuerpo y le hacen, como los antiguos místicos del platonismo, blanco de todos sus insultos?.
Y sigue más adelante:
?Necesitamos no perder ningún ingrediente: alma y cuerpo. Vemos por fin hacia una edad cuyo lema no puede ser: ?O lo uno o lo otro? ? lema teatral, sólo aprovechado para gesticulaciones -. El tiempo nuevo avanza con letras en las banderas: ?Lo uno y lo otro?. Integración. Síntesis. No amputaciones?.
Y aquí estamos cuarenta años después atestiguando cómo las nuevas generaciones han ido cumpliendo su parte para que la vida triunfara. No el alma ni el cuerpo solos. Ambos. La vida, en fin.
M A R T E S
Siempre que los viejos amigos se congregan para platicar, el pasado, ¡claro! sale a relucir.
?En el pasado? es una exclamación que hemos heredado y que habremos de heredar a los que nos siguen. El primero en proferirla, seguramente fue Adán, y eso porque la serpiente se ocupaba en sugerirle a Eva lo de la manzana, o porque a ésta hablar del pasado no es algo que le atraiga precisamente.
Si el hombre, y particularmente la mujer pudiera evitar hablar del pasado jamás lo haría. Pero la vida camina sobre esos tres círculos: pasado, presente y futuro y no puede prescindir de ninguno de ellos.
A unos el pasado les es más querido que el presente, otros, al contrario, aman el presente y si pudieran se olvidarían del pasado. A otros, como a mí, nos da por querer el futuro, por corto que sea, porque siempre será una prolongación del presente que tan poco dura.
Cuando fuimos adolescentes y hasta jóvenes los viejos mandaban en nuestro mundo. pero ahora que nuestros años suman más que lo que quisiéramos, son los jóvenes los que se van pasando el poder unos a otros.
Una de las cosas que no veremos nunca es ver detenido al tiempo, y no me diga que no le gustaría a usted, sea cual sea la edad que el día de hoy tenga, ver al tiempo detenerse por los años o las horas que quisiera. En relación con el tiempo lo único que está en nuestras manos es mejorar los días que vivimos. Y lo único que le puedo recomendar es que se dé prisa en hacerlo.
M I É R C O L E S
Cuenta el humorista italiano José Giusti de un cierto Tobías que era el hombre más bonachón y apacible que se pueda imaginar nadie ? pues por no molestar a su sombra le pedía perdón -, se había propuesto ver si lograba pasar lo poco que de vida le quedaba sin ocasionar molestias a nadie y, naturalmente, sin ser molestado por los demás.
Un día, después de comer, se arrellanó en su poltrona, y allí se disponía a hacer tranquilamente la digestión, cuando he aquí que una maldita mosca se le plantó en la cara. Tobías, firme en sus principios, hizo sólo un leve ademán con la mano para espantarla; pero la mosca volvió a la carga. Entonces el hombre se quitó el gorro y empezó a abanicarse con él, canturreando entre los dientes y llevando el compás con el pie; más no por ésas se apeaba el obstinado huésped. Así las cosas, va Tobías y le toca delicadamente con la puntita de un dedo, para ver si le comprende . . . ¡Nunca lo hubiera hecho! Desde aquel momento el eufórico insecto ya se paseó tranquilamente sobre un ojo, nariz arriba y por la vertiente de las mejillas como Perico por su casa.
¿Qué os parece que se le ocurrió entonces a Tobías? Pues ni más ni menos que quedarse firme, como una estatua y dejarla que fuese y viniese, y subiese y bajase a su antojo, hasta que vino a encontrarse entre sus labios. Le hubiese bastado apretarlos un poco para poner término a las correrías del pesado bicho; pero el buen hombre prefirió obligarla a fuerza de cortesía, y así, cerrando los labios tan sólo lo indispensable, para apresarla, tomola delicadamente entre dos dedos, y, llamando a un criado, le ordenó:
- Ábreme esa ventana, Andrés.
Andrés abrió, y Tobías sacó la mano y echó la mosca a volar, diciendo:
- ¡Ea, señora, ancho es el mundo, y me parece que bien cabemos los dos sin necesidad de andar a la greña!
J U E V E S
Hallábase Emilio Castelar, el político, estadista y orador español en un banquete que se daba en París en su honor. Entre los comensales figuraban destacadas personalidades y una de ellas era León Gambetta, magnífico orador también.
En cuanto Castelar ocupó su asiento, rompió a hablar, según su costumbre, y en un francés exuberante y quizás un tanto adulterado, al punto se hizo con la atención de todos los asistentes. Algunos de éstos y en particular Gambetta, intentaron en vano entablar el diálogo con el español o generalizar la conversación; pero Castelar los atajaba enseguida y continuaba su disertación. En esto se detuvo un instante para beber un poco de agua, que bien debía necesitarla, oportunidad que aprovechó Gambetta para tomar la palabra. Castelar se separó rápidamente el vaso de los labios.
¡Ya era tarde! Gambetta hablaba, hablaba . . . En dos o tres ocasiones pretendió Castelar recobrar el hilo de su interrumpida peroración, pero como el francés no cedía terreno, murmuró con desaliento y disgusto:
- ¡Cómo se conoce que este hombre es un verdadero charlatán!
V I E R N E S
Lao Tse, filósofo chino que vivió, según parece, a principios del siglo VII, estaba en su juventud de bibliotecario en la ciudad de Khu. Confucio era entonces ministro del Imperio chino, y, en uno de sus viajes por el país, se detuvo en Khu.
Alguien le habló de Lao Tse y Confucio le visitó, Le encontró en su jardín, vestido de cualquier manera, porque trabajaba la tierra. Le dijo:
- Sé que eres un hombre sabio y me gustaría que me dieras algún consejo que me ayudara a restablecer en nuestro país la humanidad y la justicia.
- ¿Humanidad? ¿Justicia? ¿Conoces acaso el significado de esas palabras? Se habla mucho de humanidad y justicia , pero siempre es para ocultar otros designios. Y si tú sabes el significado de ?humanidad? y ?justicia?, ¿qué interés tienes en enseñarlo a quienes lo ignoran? Las palomas blancas son blancas porque nacen así y nunca cambiarán de color.
Dios sabe lo que se hace y mejor será que dejes a su cuidado hacer de la humanidad lo que mejor le parezca.
En aquella conversación Confucio dijo a Lao Tse:
- Yo voy en busca de la verdad.
- ¿La verdad? Buscar la verdad es un trabajo inútil y tú eres el primero en desear no encontrarla ¿qué quieres que haga la gente con la verdad? Tú dices que la buscas, y tú sabes muy bien que la verdad no se encuentra buscándola, porque no está escondida, sino alrededor nuestro, en todas las cosas. No hace falta buscar la verdad. Lo único que hace falta es creer en ella, creer que es verdad todo lo que existe.
S Á B A D O
Emile Chartier, el escritor francés que escribió sus breves reflexiones sobre cuestiones morales ? murió en 1951 - bajo el seudónimo de ?Alain?, refiriéndose a la Ley alguna vez dijo que ?La ley molesta a dos tipos de personas: a los encargados de obedecerla y a los encargados de hacerla cumplir, y los dos tipos ofrecen resistencia a la ley, los primeros porque la ley les impide hacer su gusto o su negocio; los segundos porque prefieren vivir cómodos.
Siempre hay muchas leyes y muchos intereses privados en desacuerdo con ellas; esto crea una especie de conspiración contra las leyes, en la que participamos todos.
Todos pedimos que se aplique la ley, y todos tratamos de eludir el cumplimiento de alguna.
Los gobernantes se encuentran con la resistencia al cumplimiento de la ley, ven que no hay forma de eliminarla, y se dedican a hacer nuevas leyes, sin hacer que se apliquen las nuevas ni las viejas.
Promulgar una ley es un buen comienzo. Pero falta hacer todo lo demás, que es casi todo. Y es lo que nunca se hace.
Y D O M I N G O
Nada existe por encima de las contradicciones del hombre. JESÚS REYES HEROLES