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MIRAJES

EMILIO HERRERA

L U N E S

A mí se me hacen pocos, pero, en fin, trescientos cuarenta y cinco mil estudiantes han vuelto a clases en la comarca lagunera. En proporción, pocos serán los que han viajado, la mayoría se habrá refugiado en las pantallas grandes y públicas o en las pequeñas y hogareñas. Da igual, en ambas el sexo es el que impera.

Anualmente, para la época vacacional de todas las regiones deberían integrarse algunos programas televisivos que, en cierta forma, continuaran la educación de los vacantes, facilitando por su horario el que padres e hijos pudieran verlos al mismo tiempo, en esa época en que los alumnos están libres de esas tremendas tareas que en estos tiempos les dejan siempre todos, desde primaria.

Como todos los años los padres que siguen como el llanero solitario, ignorando a los padres que trabajan en equipo quisieran que no les cobraran inscripciones, aunque, al parecer en su aislamiento ignoran que tienen todo un año para pagarlas, lo cual suaviza las cosas.

Los problemas contra los que algunos gritan apenas, pues, si existen, lo que se necesita es entender las cosas y adaptarse a ellas, como lo hacen quienes haciéndolo, no tienen ningún problema.

M A R T E S

Los automóviles pasan hoy tan rápidamente que ni siquiera hay tiempo para ver quién va en ellos. En mis tiempos. ¿Cuáles tiempos? ¿Cuáles tiempos? Bueno, pues en aquéllos en los que yo empezaba a fijarme en los coches, coches tirados por caballos propios, lo mismo que era el coche, o bien de aquéllos que se alquilaban donde hoy los automóviles, por viaje o por horas en la Plaza de Armas.

Hoy todo se ha vuelto prisas, prisas que ya ni se notan, pero que nos impiden ver a quien nos hubiera gustado ver. Si no por otra cosa para llegar a casa diciendo: Fíjate que acabo de ver, a Fulana, como un día de hace años no faltaría quién lo dijera de Jeanne Antoinette Poison, marquesa de Pompadour, dama que fue favorita de Luis XV, y que pasara por donde pasara, siempre en coche, tan se notaba, tan tenían tiempo de verla al pasar, que, dice, nunca faltaba el comentario: ¡Qué elegante es la Pompadour!

Será también que en estos tiempos, por la naturaleza o por los cosméticos más mujeres son hoy más hermosas que nunca antes lo fueron, y lo son tanto y tantas que serlo apenas es notable; o se tiene que ser mucho y de verdad para hacerse notar, para poder convivir y sobrevivir en este mundo de hermosas en que se ha convertido el nuestro.

Vivir en estos tiempos es toda una buena suerte. Buena suerte para las mujeres, que han alcanzado a ser tan hermosas como lo son; suerte para los hombres nacidos para gozar con exclusividad de su belleza.

M I É R C O L E S

Cuentan que ?el color negro para el traje de etiqueta de los hombres ha triunfado sobre tantas tentativas para introducir colores más alegres, y ni siquiera la decisión del último rey de Inglaterra de vestir en cierta ocasión un ?smoking? de color pudo determinar un cambio de la moda?.

Sin embargo hasta hace poco más de un siglo, en general se consideraban de buen gusto los ?fracs? de color marrón, azul o verde, y la adopción del color negro se debe a una mera alusión hecha en una novela.

Eso, al menos es lo que aseguró el primer Conde de Lytton.

Uno solo de los cambios realizados por su novela ?Pelham? ? escribió al hacer la biografía de su padre como novelista - se ha mantenido firme hasta hoy.

La madre de Pëlham dice en una carta a su hijo: a propósito de las caras rubicundas, no me gusta esa chaqueta azul que llevabas puesta cuando te vi la última vez. te sienta mejor el negro, lo cual es un homenaje a tu personalidad, pues las gentes deben de tener una presencia de mucha distinción para que le siente el color negro. La novela que se publicó en 1818, causó tremendo furor, e irremediablemente, según el Conde, todo hombre que deseaba parecer distinguido, renunció a las chaquetas de color, optando por las negras.

J U E V E S

Los rusos, que no se andaban, cuando menos hace tiempo, por las ramas y todo lo que tenían que decir lo decían abiertamente, alguna vez dijeron: que el hombre que hace su fortuna en un año debería de haber sido ahorcado doce meses antes. Es decir que nosotros andamos en ésas. Pues no faltan entre los que andan de candidatos para una u otra cosa en estas próximas elecciones aquéllos que hasta ese plazo, tan corto, se les hace largo.

En alguna parte he leído que las grandes riquezas, y más las que se han hecho rápidamente, se amasan con infamias y las pequeñas con suciedades. Y aunque busco y rebusco, pienso que no he leído nada que desmienta nada de lo que se ha dicho contra la riqueza, y no he conocido a casi nadie que, a pesar de todo, haya dejado de buscar la riqueza por encima de casi todo. Bueno, a algunos sí, muy pocos, y, tratados ninguno de ellos me ha parecido muy inteligente.

Lo anterior lo dejó dicho León Daudet, el escritor francés muerto en 1942, quien terminó aquello diciendo que había leído que lo bueno es ser rico y saber disfrutar al mismo tiempo de los menudos placeres de la pobreza, pero que mejor le pareciera si a continuación se enumerara uno a uno tales placeres.

V I E R N E S

El emperador Carlos I de España y V de Alemania vino a ser el más acérrimo propagandista del castellano, lengua que empleaba para hablar con Dios a creer la frase que se le atribuye. Cuando llegó a España desde Gante, donde se criaba, no lo hablaba, y hubo de hacerlo para entender a las súplicas de sus primeras Cortes de que ?fuese servido de hablar el castellano, porque haciéndolo así lo sabría más pronto, y podría mejor entender a sus vasallos, y ellos a él?; luego que supo hablarlo nada le halagaba tanto como conversar en castellano. Esta lengua usaron, tratando de congraciarse con él los príncipes alemanes venidos de Muhlberg.

Impuso el castellano como lengua universal en las Chancillerías . Ante el Senado de Génova comenzó un discurso así: ?Aunque pudiera hablaros en latín, toscano, francés y tudesco, he querido preferir la lengua castellana ?porque me entiendan todos?.

En 1536, tras de recorrer triunfalmente Italia, entró en Roma a raíz de haber tomado posesión del ducado de Milán, a pesar de las protestas de Francisco I de Francia que reproducía sus antiguas pretensiones al milanesado.

Los embajadores del rey francés fueron a pedirle explicaciones acerca del acto que acababa de llevar a cabo. Prometioles el Emperador que a presencia del Pontífice (Paulo III) les daría la contestación y, en efecto, el 17 de abril ante todos los citados pronunció un largo discurso en español exponiendo sus esfuerzos por el mantenimiento de la paz, a los que siempre se oponía la ambición de Francisco I, a quien acabó retando para que un desafío entre los dos librase a ambos países de los horrores de la guerra, de otra forma inevitable. El obispo de Macón quejose de no entender la lengua española, a lo que el Emperador repuso, según refiere Brantome:

Señor Obispo, entiéndame si quiere, y no espere de mí otras palabras quede mi lengua española, la cual es tan noble que merece ser sabida y extendida a toda la gente cristiana.

S Á B A D O

Déjame, estimado lector, terminar esta semana con este soneto de Francisco Luis Bernardez:

SONETO DE L AMOR UNITIVO

Tan unidas están nuestras cabezas

y tan atados nuestros corazones,

ya concertadas las inclinaciones

y confundidas las naturalezas.

Que nuestros argumentos y razones

y nuestras alegrías y tristezas

están jugando al ajedrez con piezas

iguales en color y proporciones.

En el tablero de la vida vemos

empeñados a dos que conocemos,

a pesar de que no diferenciamos,

En un juego amoroso que sabemos

sin ganador, porque los dos perdemos

ni perdedor, porque los dos ganamos.

Y D O M I N G O

Nada existe por encima de las contradicciones del hombre. JESÚS REYES HEROLES

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