L U N E S
Me cuentan del poeta alemán, de origen judío, Enrique Heine, que murió en París en 1856 y está enterrado en Montmartre.
Pertenecía a una familia de banqueros, y era sobrino de un hombre muy rico, Salomón Heine, que le desheredó por dedicarse a la literatura. Y el poeta decía: Tengo ahora el derecho a ser inmortal, he comprado en dieciséis millones mi asiento en el Parnaso.
Heine sufrió mucho durante su no muy larga vida. Sufrió a causa de las persecuciones, de los amores y de las enfermedades. Decía: ?Con el zumo de mis grandes pesares he hecho pequeñas coplas.
Pero fueron coplas inmortales, que se siguen leyendo muy a gusto, y que, a poco que se pueda, es bueno leer en alemán, cosa no imposible, pues el alemán de Heine es relativamente fácil. Buena cosa es leerlas en alemán con una traducción española al lado.
Heine que, como se ha dicho, era de origen judío, se convirtió al cristianismo. Daba de su conversión esta explicación:
Así en el otro mundo no me encontraré con ninguno de mis parientes, judíos todos.
Por razones políticas fue desterrado de Alemania, y decía después:
El destierro me sienta muy bien, puesto que siempre me ha costado digerir las salchichas y la cerveza, las dos únicas cosas alemanas que me gustan.
M A R T E S
El filósofo griego Zenón de Citio fue el fundador de la escuela estoica . Este nombre procede del griego ?stoa? que significa pórtico, por ser debajo de un pórtico donde Zenón daba lección a sus alumnos; de forma que la traducción etimológica de ?estoicismo? sería ?porticismo?. Zenón exigía de sus alumnos que guardaran silencio mientras él les hablaba. Y después, los dejaba consumir a cada uno un turno de preguntas. A uno que una vez osó interrumpir, le preguntó:
¿Cuántos oídos tienes?
Dos.
¿Cuántas bocas?
Una.
Esto te enseña que debes escuchar más que hablar.
¿Y por qué no te aplicas tú la misma regla?
Porque yo, si te escucho, sólo oiré sandeces; y tú, cuando yo te hablo, oyes verdades, que son fruto de larga meditación.
Zenón nunca fue visto por el rey de Macedonia, Antígono, desde un día en que el rey estaba bebido, encontró a Zenón en una plaza y le dijo:
Pide por tu boca: soy el rey y te concederé todo lo que me pidas.
Sólo hay una cosa: que vayas a encerrarte en tu casa hasta que tu cerebro haya digerido el vino.
M I É R C O L E S
Cosas así, la verdad, no pueden ser sino cosas de Dios, (llámale tú como tú le llames) que, cansado acaso de todas las tonterías de su máxima creación, el ser humano, se habrá dicho: ¡Ahora me toca a mí! soltando sin más al Huracán Katrina.
En el último ataque estadounidense murieron 56 iraquíes. No fueron muchos más las vidas que el huracán se ha llevado; pero, no se trataba de eso, el hombre se ha vuelto insensible ante la muerte, así que de lo que se trataba era de dañar lo que el hombre más quiere: lo que ha hecho.
Y así acabó, o casi, con Nueva Orleans cuyo Palacio Municipal tenía cierta coincidencia con el nuestro, porque en las paredes de su vestíbulo estaban, o al menos estuvieron, pintadas las caras de muchos de sus personajes o políticos más importantes.
En el bar de su hotel y restaurante más céntrico, el San Antonio, cenamos alguna vez, y de esto hace ya algunos años, Gabriel y yo, el filete de vaca asado a la parrilla más filete asado que en el mundo ha sido, tanto que, ahora que lo recuerdo, mi paladar se acuerda también de su sabor más que del nombre del vino con que lo acompañamos.
Uno de los recuerdos con que el visitante de Nueva Orleans volvía era el de sus viejos edificios; ahora todo eso va a cambiar: todo va a ser nuevo. ¡Cuidado con la naturaleza!
J U E V E S
Somerset Maugham de vez en cuando decía sus cosas. Una de las cosas que llegó a decir acerca de la vejez fue que ?El hombre es el único animal que ha de verse terriblemente desfigurado por la edad.
Que: ?Nada le queda a un viejo fuera de sí mismo, y que una buena cosa será para él que encuentre agradable su propia compañía.
Y que: ?En su vejez, es como un pasajero que espera por el barco en un puerto, en tiempo de guerra.
Que no sabe qué día zarpará; pero que está dispuesto a embarcar en cuanto le avisen.
Que sabe que deja muchos rincones de su ciudad sin visitar; pero que no los quiere ver por la nueva y bella autopista por la que nunca circulará, como tampoco el gran teatro nuevo con sus modernos decorados, al que nunca asistirá.
Que lee los periódicos y hojea las revistas; pero que si alguien le ofrece un libro lo rechaza, porque podría no tener tiempo de acabarlo y, además, a la espera del último viaje, no sabría interesarse por sus páginas.
Que acepta el trato de un desconocido en el bar y en la mesa de juego, pero que evita hacer nuevas amistades con gente de la que tendrá que separarse muy pronto.
Por eso, como el pájaro, vuela libremente?.
V I E R N E S
Me gustan mucho los caballos. Creo que es el más hermoso animal que el Señor imaginó, y fue el único capaz de hacer por el hombre algo más de lo que el Señor hizo, por lo que, según se dice, es su máxima creación. Que sí; y si no, a ver, ¿quién sino el caballo transforma en caballero al hombre? Ah, ¿verdad?
Así como ahora a los niños muy pequeños sus padres, alguna vez, al subirlos a su automóvil los colocan entre su abdomen y el volante, así antes al llevarlos con ellos a caballo los encajaban adelante, en la propia silla. Y los niños no se sentían molestos, se sentían orgullosos y transformaban a sus mayores en un doble de Art Cord, Tom Mix, Al Holt o cualquiera de aquellos primeros cabalgadores que hicieron famosos a los vaqueros. Y quién sabe si el cine hubiera llegado a donde ha llegado de no haber tenido en su principio todas las películas de caballos que tuvo, y que sigue teniendo.
Estoy seguro de que si a nuestros primeros padres, a esos simples de Adán y Eva, el Señor les hubiera hecho visitar, en lugar de por la serpiente que les envió, por un caballo, la historia de la humanidad hubiera sido otra bien distinta y llena de aventuras, y el propio Adán, después de una cabalgada a lo mejor hubiese regresado con otro ser, hombre o mujer, en ancas. Vamos, que no habría habido necesidad de cerrar aquello que, como quiera que sea, era el Paraíso.
S Á B A D O
El combate a la seguridad y el combate a la pobreza son las dos cosas que, lo mismo en la capital que en los Estados y ciudades de nuestro país preocupa, por eso siempre se está hablando de ello, pero no ocupa a los responsables de ellas.
La pobreza, ni modo, existe desde que el mundo es mundo, aunque no lo crean quienes afirman que todos los hombres son iguales, pero que, claro, no se cambiarían por alguno verdadero.
La seguridad es otra cosa; la seguridad depende de otros que, al parecer, no cumplen al ciento por ciento con la misión que se les ha encomendado, pues el ser humano, por una causa o por otra vive rodeado de inseguridad. Y esto es igual, lo digo por si esto hace sentir mejor a algunos de los nuestros, en todas partes, lo mismo en Moscú que en Londres, en Egipto o entre nosotros.
Y D O M I N G O
Todos los amores definitivos son iguales: un deseo arrollador de algo inmenso, de algo que llena toda la vida; un encuentro, un deslumbramiento y la maquinaria de los sueños girando isócronamente de día y de noche; luego la fatiga de lo sublime consuetudinario; y la horrenda familiaridad; y la vergüenza de haber hecho y de haber dicho lo que nunca debió hacerse ni decirse. RENATO LEDUC