L U N E S
Uno de los tres primeros recuerdos de mi vida que ya va para larga es la visita todavía niño, ¡claro!, a nuestro Panteón Municipal. Por varios años esta visita se repetía con frecuencia anual. No había un motivo familiar para hacerla. Por muchos años no lo hubo; pero, por aquellos años, década de los veinte, hasta ir al panteón era algo diferente qué hacer para llenar un día.
Luego vienen los amigos a enriquecer de afectos tu vida. Los amigos son los hermanos que tú eliges, como suele decirse con cierta frecuencia. Y cuando su destino les llama su desaparición duele tanto o más que las de muchos hermanos de sangre. De estos últimos no tuve ninguno. Fui siempre solo y mi alma, a mi madre su destino no le dio tiempo para más.
Oportunamente llegaron muy buenos amigos que los suplieron:
Miguel Alvarado y Jesús Nava vecinos de cuadra y yo en medio de ellos fueron los primeros, a los que se añadió Arturo Rivas, compañero de banca en la primaria.
Pero, también llegan, a veces demasiado pronto, esos días negros que te enseñan dolorosamente que así como los amigos van llegando casi milagrosamente, así también la muerte se los va llevando casi sin darte tiempo para prepararte a perderlos.
M A R T E S
Rafael Barret se preguntaba un día sobre nuestros muertos, sobre ¡cómo viven dentro de nosotros! ?Esos dos o tres muertos queridos, que llevamos muchos en el alma, ¡con qué grave peso nos ayudan a bajar la pendiente de la vida! Si nos separamos de ellos demasiado pronto, y los creímos, en nuestra joven ignorancia, devorados por la segunda muerte del olvido, ¡qué dulce emoción, ahondada en el espíritu con el pasar del tiempo, al sentir que de nuevo se mezclan a nosotros y nos hablan, y se apoyan cariñosamente en nuestro brazo, y clavan en los nuestros sus ojos resucitados! Muertos que caídos al mar os sumergisteis y después subís en las aguas lentamente y ahora flotáis, volviendo al sol vuestros blancos rostros, ¿será cierto que nosotros también os visitamos, aunque sea en sueños, allá donde estáis y que en la sombra os persiguen nuestras pálidas figuras ausentes?
Anudáis y soltáis largos coloquios de silencio con nuestros fantasmas, y engañáis como nosotros la tristeza? Tristeza que nos viene de las cosas que no hicimos cuando era lugar, de las palabras que no dijimos, de todo lo que faltó para despedirse en paz. Tristeza y remordimiento de lo injustos, de lo ciegos que fuimos para los que tanto adorábamos.?
M I É R C O L E S
Este 2 de noviembre Darío nos viene que ni mandado hacer y, por supuesto, no lo vamos a dejar escapar, leamos juntos su
LO FATAL
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente-.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror . . .
Y espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos . . .
J U E V E S
Cuenta Plutarco en sus ?Vidas Paralelas? que Pericles, después de una guerra ganada, presentó sus cuentas al pueblo y rogó que le dijeran sinceramente, si las aprobaban o no. Una de las partidas era la siguiente:
?Cien talentos gastados en lo que se tuvo por conveniente?. Y el pueblo reunido aprobó todas las cuentas, pero al llegar a esta partida, la aprobó con un aplauso, para demostrar así la confianza que tenían en su gobernante.
El adversario político de Pericles era Tucídedes. Y según cuenta Plutarco, Arquidamo, rey de Esparta preguntó a Tucídedes cuál de los dos, él o Pericles, era más difícil de vencer. Y Tucídedes dio esta respuesta:
Si yo, luchando con Pericles, lo venciera y consiguiera derribarle, él después de levantarse sabría demostrar con tanta elocuencia que me había vencido a mí, que todo el mundo lo creería, aún aquellos que hubiesen sido testigos de su derrota.
Y acababa llegando a esta conclusión: Que nunca la fuerza vence a la elocuencia y siempre la elocuencia ha vencido a la fuerza.
Pericles, en su lecho de muerte, estaba rodeado de sus fieles amigos.
Todos comentaban lo mucho bueno que Pericles había hecho por su patria.
Uno hablaba de la magnificencia de los edificios, otro de la economía, otro del florecimiento de todas las bellas artes. Pericles, aunque ya moribundo, les escuchaba. Pidió que le ayudaran a incorporarse y les dijo:
Os olvidáis lo único bueno que deveras he conseguido para mi patria: la paz. Bajo mi autoridad nadie en Atenas ha tenido que llevar luto por mi culpa.
V I E R N E S
Esta semana fue dura. La celebración y la cercanía del llamado Día de Muertos cubrió de pesimismo todos los recuerdos de nuestros amigos que desde hace tiempo no vemos y que, de pronto, se nos venían a la mente.
Esto me trajo a la memoria lo que alguna vez leí en France: ?La humanidad está formada de muertos y de cosas muertas. Los vivos no representan nada al lado de la multitud de lo que han vivido. La memoria de los hombres es breve. Ni se acuerdan de lo que pasó hace algún tiempo, ni se acuerdan de todo. Y eso que han inventado mil cosas para ayudar a la memoria, fotografías, historias, museos. . . Pero la vida de un hombre aún es más breve que la memoria de los hombres.
La vida es una lucha de fuerzas, en la que nunca se sabe cuál es la fuerza más fuerte. A veces parece ser la razón y la ciencia; otras veces parece ser la ignorancia y la locura.
Cuando el hombre es ya viejo, muy viejo, se le hace muy difícil desaparecer.
Sin embargo, no hay que olvidar que, en este mundo cada cual representa el papel que le ha señalado el poeta autor de la comedia. Y es posible que, al terminar la representación el poeta autor nos felicite a todos.?
S Á B A D O
Querámoslo o no, el mundo no para de dar vueltas transformando todas las cosas, incluso la vieja sabiduría de los refranes que, si bien siguen encerrándola y es seguida por muchos, la gran mayoría la califica de obsoleta y prueba a mejorarla siguiendo otros caminos, si con más riesgos también con la gratificación de lo que no es rutinario y tiene su aventura.
¿Cuántas generaciones habrán seguido aquel consejo que todos oímos alguna vez en nuestros hogares, y que todos los padres y los abuelos legaban a sus hijos y nietos, recomendándoles no olvidar que ?Qal ojo del amo engorda el caballo?. Por siglos fue seguido a pies juntillos con resultados infalibles haciendo, generación tras generación, la fortuna de muchos, algunas incalculables.
Pero el tiempo ha hecho posible la invención de mejores ojos aún que los del ser humano, mejores procedimientos de vigilancia y control, mismo que ha llevado a pensar al hombre si no sería mejor que un caballo gordo, dos o más que no corrieran el riesgo de ser ahogados por su propia gordura, y que fuesen más ágiles y productivos. Y como la experiencia al respecto ha sido buena, contestando una y otra vez que sí, el viejo refrán ha tenido que ceder su lugar a otro que aconseja: ?Para crecer, compartir?.
Y D O M I N G O
Hablar de las posibilidades del mexicano es hablar de las posibilidades del hombre sin más. LEOPOLDO ZEA