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MIRAJES

EMILIO HERRERA

L U N E S

El comercio de la Hidalgo de la década de los cuarenta se distinguía por su formalidad y por el vestuario de quienes lo hacían. Hay que recordar, nomás, la austera elegancia con que vestía a diario don Isaac Villanueva, don Fernando Gireud, don Luis Espejo, don Genario Montalbán, don Rodolfo Kuster, don Feliciano Chabot, don Leonardo Herrador. Uno de los pocos que se salía de aquel cuadro era el cuadrado y vigoroso Demetrio Ezquerra, pero de allí en adelante el que no vestía saco y corbata aspiraba a hacerlo.

Bueno, pues por aquella época visitó esta ciudad un español bajito de estatura, asturiano, creo, cuyo nombre se me escapa ahora, acaso Pablo, pero de apellido Garín, atildado en el vestir y respetuoso en el trato.

Representaba a una importante fábrica de telas de la capital, lo que lo hizo muy conocido de todos los comerciantes de nuestra ciudad que se dedicaban a la venta de ellas, así como de los confeccionistas, de todos los cuales era muy estimado.

Quienes han viajado para ganarse la vida saben que el viaje cansa; que por muchos amigos que se hagan en él la soledad, en ocasiones, se hace presente y desespera, y que para quitárnosla de encima el refugiarse en una o varias copas es lo más fácil. Acaso por ello en una ocasión este señor se fue de farra, agarró la calle, o lo que haya podido agarrar, la cuestión es que por dos o tres días se perdió para sus amigos, que ya empezaban a preguntarse por él con preocupación, cuando al cuarto lo volvieron a ver como siempre, muy limpio y bien trajeado. Apareció exultante, montado en un burro, el primero de una partida de cinco o seis que trotaban tras el suyo, y todos eran de aquellos areneros que daban servicio a los constructores de la época. Sencillamente le habían salido al paso a la altura del mercado Juárez, y desde allí venía en el suyo por toda la Hidalgo al no resistir la tentación infantil, acaso reprimida toda su vida, de hacerlo como un rey entra a una ciudad conquistada. Y así siguió hasta su hotel. A medio siglo pasado, así eran algunos hombres de nuestra ciudad.

M A R T E S

Para hablar de otras cosas a veces se pone uno a pensar qué hubiese pasado si el oro no se hubiese hecho presente en tiempo de la conquista en las narices de los indígenas. ¿Hubiese bastado a los Reyes Católicos sólo la conquista de almas para la fe y autorizado el siguiente viaje, o le hubiese echado en cara a Colón la terquedad convincente que le enrolara en la aventura y luego se hubiesen olvidado de él para siempre? ¿Quién pudiese decirlo?

La cuestión es que de algo sirvió el oro americano, no tanto como se cree, pero sí algo, sobre todo a los Fúcar y a algunos otros prestamistas que no veían sus intereses desde hacía rato.

De una o de otra manera la historia del hombre no se puede concebir sin el oro que el Señor para algo hizo. Si el hombre le da o no el uso debido, eso es otra historia.

M I É R C O L E S

Una de dos, o Eva le entró a la manzana después de haber comido, o se asustó de lo que estaba haciendo al empezar a comerla, dejándola a medias. Digo lo anterior porque dicen los que de ello saben, que el pecado original fue castigado porque no fue bastante grande. Eva para adquirir la sabiduría tenía que haber comido todos los frutos de aquel árbol, pero no lo hizo.

Desde entones un delito en la tierra es castigado cuando es pequeño, glorificado y premiado cuando es grande.

Lo que no cuesta ningún esfuerzo, lo que no atormenta, lo que no se obtiene a través de durísimas pruebas y tenaces batallas, no tiene valor ante Dios; el cordero no hace nada meritorio si devora a sus semejantes, pero si el lobo se arrodilla delante del hermano santo y reprime su hambre de carne, para él es el Reino de los Cielos.

Todas nuestras acciones son dictadas e impuestas por motivos que no admiten contradicción y por esto digo y sostengo que no son verdaderas acciones, como no llamo personalidad activa a la pelota que va lejos porque doy una patada.

J U E V E S

Emile Chartier, que escribía lo que escribía firmándolo ALAIN, escribió sobre la LEY lo siguiente:

?La ley molesta a dos tipos de personas: a los encargados de obedecerla y a los encargados de hacerla cumplir, y los dos tipos ofrecen resistencia a la ley; los primeros porque la ley les impide hacer su gusto o su negocio; los segundos porque prefieren vivir cómodos.

Siempre hay muchas leyes y muchos intereses privados en desacuerdo con ellas; esto crea una especie de conspiración contra las leyes, en las que participamos todos.

Todos pedimos que se aplique la ley, y todos tratamos de eludir el cumplimiento de alguna.

Los gobernantes se encuentran con la resistencia al cumplimiento de la ley, ven que no hay forma de eliminarla, y se dedican a hacer nuevas leyes, sin hacer que se apliquen las nuevas ni las viejas.

Promulgar una ley es un buen comienzo. Pero falta hacer todo lo demás, que es casi todo. Y es lo que nunca se hace.

V I E R N E S

La diferencia entre la juventud y la vejez es que en la juventud hacías cosas hasta el cansancio, y en la vejez cada vez más ni siquiera las intentas, pues sabes que no te alcanzará el tiempo para hacerlas.

Eso, aparte de que si el tiempo pasado se ha llevado a tus amigos, no tienes ya quién te ayude a hacerlas posibles. Y en la juventud son hasta tonterías las que agrupan a los amigos. Recuerdo cuando Ruiz Cortines fue presidente de nuestra República. Cosa rara, usaba corbata de moño. No era lo usual en aquellos tiempos, pero, a su ejemplo no faltó quien la usara, al menos de cuando en cuando. Alberto, Alfredo, Manuel, Pelayo.

Necesitábamos un nombre para un nuevo grupo (con los mismos amigos de siempre) que nos identificara entre los que ya luchaban contra la polio, y de aquella tira o nudo de tela salió el nombre: ?Corbatas y Corbatones?. En cuanto se nos ocurrió, que fue de noche, salimos hacia ?El Siglo? a decírselo a don Antonio, y nos pusimos a trabajar: La idea fue convertir la fuente de la Plaza de Armas de la esquina de Morelos y Cepeda convertirla en una gran alcancía rodeándola con tela de gallinero donde el público depositaba sus monedas de cobre. No anduvo mal la cosa ? en aquellos tiempos nada andaba mal - , se reunieron en números redondos cincuenta mil pesos, que al terminar el Banco de La Laguna fue a recoger para ingresarlos a la cuenta correspondiente.

S Á B A D O

Firdusi, el poeta épico de Persia es tan citado allá como Shakespeare en Inglaterra.

Cuando tenía unos cuarenta años de edad empezó Firdusi su inmenso poema de unos sesenta mil dísticos que habla de comprender y conservar la historia de los antiguos reyes de Persia. Tardó veinte años en escribirlo, pasado cuyo tiempo el sultán Mamad fue su protector. Para Mamad trabajó en una versión ampliada , bajo promesa, se dice, de mil dinares de oro por cada mil dísticos. Encantado con el poema épico completo el sultán propuso mandar a Firdusi tantas monedas de oro como pudieran cargarse sobre un elefante, pero lo persuadieron para que no mandase más que una carga de plata. Mortificado y orgulloso Firdusi dio el dinero a un vendedor de sorbetes y a un empleado de los baños y salió huyendo de Ghama, pues Mamad había ordenado su captura y que muriese pisoteado por los elefantes. Se vengó del sultán en versos satíricos. Con el tiempo regresó a su país, y el sultán arrepentido le mandó índigo por valor de sesenta mil dinares. El cargamento llegó por la puerta de Tus en el momento en que el cadáver de Firdusi era sacado de la ciudad por la otra puerta.

Hasta hace unos años la tumba de Fardusi estuvo perdida. Fue hallada bajo un montón de cascotes en lo que fuera un jardín, entre montones de tierra y ruinas de la antigua ciudad de Tus.

Y D O M I N G O

No hagas nada para retener a la mujer que se va ni al pájaro que vuela; deja que el destino se cumpla. AMADO NERVO

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