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MIRAJES

EMILIO HERRERA

L U N E S

José León Robles de la Torre, el más joven de aquel selecto grupo de escritores que, venidos de diversas partes de la republica tuviera la suerte de tropezar entre nosotros con Pablo C. Moreno, animador de toda manifestación cultural en nuestra comunidad por aquel entonces, a mediados del siglo pasado, acaba de publicar su libro número 26: ?Mis recuerdos?.

Con esta recopilación de parte de su obra literaria celebra el señor Robles de la Torre sus 79 años de edad y 60 de escritor.

Ha recibido reconocimientos que van desde preseas, pergaminos, diplomas hasta su busto en bronce en la Calzada de los Escritores Laguneros en la Alameda Zaragoza de Torreón en 1987, autorizado por el Cabildo de Torreón, siendo presidente municipal el Lic. Manlio Fabio Gómez Uranga y tesorero municipal el C. P. Víctor Moreno Medina. ?La Presea Capullo? y el ?Pergamino al Ciudadano Distinguido? siendo presidente municipal el Lic. Heriberto Ramos Salas.

Figura en el Diccionario Biográfico de Coahuila de Profr. don Arturo Berrueto González, edición 1999; y figura en ?Mi Primer Diccionario Histórico de Coahuila, Diccionario de la Lengua Española para uso Escolar? del Profr. don José María Suárez Sánchez, edición enero 2004. Y figura en el libro ?Bibliografía sobre Zacatecas Siglo XX? del Dr. don Juan Ignacio Piña Marquina edición 2003. Zacatecas.

M A R T E S

Entre las muchas cosas que se cuentan, dícese que en cierta ocasión el célebre condestable de Castilla Álvaro de Luna, encontrándose de caza acompañado de varios nobles, hubo de fijar su atención en un pobre hombre falto de vista, pues en lugar de sus ojos presentaba dos horribles cicatrices que habían desfigurado por completo su rostro.

¿Has estado en alguna guerra, preguntó don Alvaro al viejo?

Señor, mis heridas no las recibí en combate alguno; me las hizo un desagradecido . . . .

¡Qué miserable! ? exclama el de Luna. ¿Y quien fue el mal nacido?

Tres años ha criaba yo un cuervo que había recogido pequeño en el monte y lo traté con mucho cariño; poco a poco se fue haciendo grande, grande . . . . Un día que le daba de comer saltó a mis ojos, y por muy pronto que me quise defender fue inútil; quedé ciego.

Don Álvaro socorrió largamente a aquel desdichado. Y con amarga ironía dijo a sus compañeros de caza:

-Ya habéis oído caballeros: criad cuervos para que luego os saquen los ojos.

¿Será éste en efecto, el origen de la mencionada frase proverbial?

M I É R C O L E S

Hablando de Josué una noche en casa del célebre naturalista Cuvier, con una suave sonrisa, un astrónomo, notable por sus trabajos y su jactancia se burlaba de aquel patriarca hebreo, quien en medio de su inspiración ordenó al Sol que se detuviera cuando en su calidad de profeta debía saber que sólo la tierra es la que se mueve.

Amigo mío, le preguntó Cuvier con una suave sonrisa que a veces tenía en él la más punzante expresión: ¿a que hora amaneció hoy?

Hoy ha salido el sol a las siete cincuenta y seis minutos y se ha puesto a las cinco y once minutos de la tarde.

¡Salir! ¡Ponerse! ? exclamó Cuvier - ¡Cómo! Eres un astrónomo célebre, te tienes por un semidiós y más que un profeta y con todo eso dices que el sol sale y se pone, cuando es la tierra la que se mueve.

Empleo como todos ? interrumpió el astrónomo - , las expresiones consagradas por el uso.

Entonces no te burles de Josué, que hacía como tú - replicó Cuvier con cierto tono seco que no admitía réplica.

J U E V E S

?El tirano Rosas? dejaba sentir su poder sobre el territorio argentino; la madre de Sarmiento, de aquel maestrito, uno de los más fecundos creadores de la República había implorado y conseguido la autorización para el retorno a su pueblo natal del hijo que en tierras de Chile, emigrado, estaba a punto de perecer, víctima de un trabajo agobiador, pero que no le proporcionaba medios suficientes para la subsistencia.

Sarmiento, claro está, no bien se vio de nuevo en su patria, donde la situación era la misma o peor que la por él combatida a causa de su primer destierro, volvió a luchar en idéntico sentido y análogo entusiasmo y hubo de trasponer la frontera por orden del gobierno.

A punto de internarse en tierras de Chile en la puerta de un rancho, bajo un escudo argentino, escribió en el límpido francés que él había dado lo mejor de su cultura: ?No se mata por las ideas?.

Dos arrieros que contemplaban extrañados semejantes jeroglíficos murmuraron, no sin sorna, que el primer aguacero se llevaría lo pintado.

Sin volver la cabeza, el aludido respondió: Lo que yo he escrito no se borrara jamás.

Sarmiento cruzó la frontera: era el 9 de noviembre de 1840.

V I E R N E S

Cromwell estaba decidido y hasta cabe decir que entusiasmado, con cortarle la cabeza al rey de Inglaterra, Carlos I Estuardo, en sus manos hacía ya bastante tiempo. Algernon Pedney, destacada figura de los parlamentarios, con un buen sentido que tal vez no era de esperar dada su juventud, trató de disuadirle. Alegaba que la inmolación de las personas notables contrarias a una causa, lejos de robustecer a ésta, restábale fuerza y en cambio prestaba al enemigo la aureola del martirologio; por otra parte, le apuntó también la posibilidad de que la ejecución del Rey produjese un levantamiento.

El futuro Protector, y ya dictador de hecho, le contestó:

Nadie se moverá; podemos cortarle la cabeza con la corona ceñida.

Y el 30 de enero de 1694 se salió Cromwell con la suya , sin que por el momento se produjese alteración alguna en el país.

S ÁB A D O

Con esto del tenorio, cuya obra está cada año más murta que viva cuentan la anécdota de que un actor corto de estatura o falto de fuerzas ? y a veces las dos cosas ? encargado del papel de Don Juan trata en vano de coger en brazos a Doña Inés, para raptarla, y entonces uno del gallinero exclama: ¡llévatela en dos veces!, o algún otro del público ha sugerido: ¡Haz dos viajes!

En Revista de Revistas de 1933 una actriz mexicana cuenta que en una compañía con la que trabajaba entonces en Sudamérica, cuando al final del primer acto se van Avellaneda y Centellas, dijeron:

Parece un sueño Tenorio.

Sin verlo no lo Mejía.

Pues yo apuesto por reía.

Y yo por don Ilusorio.

?¡Ocurrentes que son los artistas dramáticos mexicanos . . !

(Es la conocida redondilla: ?Parece un juego ilusorio - sin verlo no lo creería - - Pues yo apuesto por Mejía. ? Y yo pongo por Tenorio?.

Y D O M I N G O

El mito mexicano suele serlo todo: imagen, explicación y substancia del mundo. La realidad del mito es la realidad del país. CARLOS MONSIVÁIS

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