L U N E S
Me estoy dando cuenta, y como dicen: más vale tarde que nunca, de que en cuanto dices que a ti esto o aquello no, pues eso, precisamente, sí. Y, así fue cómo por haber presumido hace un par de semanas de apenas haber enfermado en mi vida, aunque ello en términos generales siga siendo cierto, la siguiente, o sea, la que acaba de pasar, he tenido que soportar, con mi mejor paciencia, que no es mucha, un prurito que espero no sea anuncio de nada más y menos mayor, que ya con lo soportado es bastante, pues esa sensación irresistible a rascarse es capaz de volver loco a cualquiera.
Bien están los dichos y lo mejor es tenerlos en cuenta. Si hubiera recordado aquello que nos enseñan desde niños, lo mismo las abuelas que nuestras primeras maestras, y hasta la servidumbre, lo de: ?en boca cerrada no entran moscas? y no la hubiera abierto, acaso hubiera escapado a esta molesta sensación, pero, no, tenía que abrirla y pagar sus consecuencias.
En fin, estos días, pues, tuve que sentir casi todo mi cuerpo, que cuando estamos totalmente sanos, totalmente bien, no sentimos y ésa es la diferencia entre la salud y un achaque o afección cualquiera. Ojalá que la siguiente tarde en presentarse lo que ésta tardó en relación a la anterior.
Amén.
M A R T E S
Y a propósito de enfermedades, el músico alemán Brahams fue un hombre de una salud de hierro, hasta el punto de sólo padecer una enfermedad en toda su vida.
Le decían que tenía que dormir más y contestaba: Es que al amanecer me siento más inspirado.
Pues, en tal caso, acuéstate mucho antes.
Es que por la noche trabajo mucho más tranquilo.
Aseguran sus biógrafos que eso de que el hombre duerme una tercera parte de su vida nunca fue verdad para Brahams, que de los 64 años de su vida lo más que durmió fueron diez o doce.
Le gustaba la vida familiar, pero nunca tuvo mujer. Cuando le preguntaban, decía:
Cuando era tiempo de hacerlo, nadie aceptaba mi música y así iba de fracaso en fracaso. Una mujer no habría sido capaz de soportar mi fracaso, ni yo de soportar mi fracaso ante una mujer. Después, aunque unas mujeres me gustaron, entre mi trabajo y la mujer me decidí siempre por mi trabajo. Y ésta es una decisión que las mujeres no la soportan nunca a gusto.
Un crítico musical de entonces, un tal Hugo Wolf, dejaba siempre en mal lugar la música de Brahams. Y, en cierta ocasión, le dedicó calurosos elogios. Brahams lo leyó y exclamó desilusionado: Es que uno no se puede fiar de nadie. Hasta los mejores enemigos llega un día que te fallan.
M I É R C O L E S
Refiere Plutarco que Alejandro tenía casi más respeto por Aristóteles que por su propio padre. Que le preguntaban cómo explicaba esto y que lo explicó así.
Mi padre al darme la vida, me hizo bajar del cielo a la tierra:
Aristóteles, con sus enseñanzas, me volvió a elevar desde la tierra hasta el cielo.
Refiere también Plutarco que estaba Alejandro en una fiesta. Y que llegó un mozo con una muchacha de una belleza sorprendente. Alejandro la vio y la quiso para él. Y el muchacho le dijo:
Yo la quiero y voy a casarme con ella.
Alejandro le preguntó a ella si era verdad y ella dijo que sí. Y entonces Alejandro le dijo al muchacho:
Pues llévatela de aquí inmediatamente, no fuese a ocurrir que su belleza me impulsara a hacer aquello que un hombre honrado no haría jamás.
Alejandro estaba en su lecho de muerte. Era muy joven y conservaba toda la belleza de su juventud. Uno de sus generales se acercó a hablarle en nombre de los que creían heredarle.
Ruego que nos digas, Alejandro, dónde guardas tus tesoros.
Tienes razón. Se me olvidaba decirlo.
¿Dónde?
En los bolsillos de mis mejores amigos.
Y parece que sus últimas palabras fueron:
- Mis funerales serán sangrientos.
J U E V E S
Gran parte de lo que sabemos de Michel Eyquem, señor de Montaigne procede de sus ?Ensayos?. Era un terrateniente bastante acomodado, aunque no rico. En su vida no hubo ningún acontecimiento notable. Había estado en algunas ocasiones al servicio del rey, y fue alcalde de Burdeos.
?Nada con exceso? habría podido ser su divisa ideal. En una época en que Francia estaba desgarrada por la guerra civil entre católicos y protestantes, se ingeniaba para estar bien con los dos bandos. Lo que él odiaba más era la exageración o el fanatismo, pues, como hacía observar, en la antigüedad fueron doscientas cuarenta y ocho las sectas que disputaron sobre la naturaleza del bien común. Él mismo era católico porque la familia de sus padres era católica; iba a misa y no veía razón alguna para cambiar, si bien añadía: ?Una latitud distinta, diferentes padres, parecidas alabanzas y amenazas, habrían podido dar lugar, por el mismo procedimiento, a una creencia enteramente opuesta. Somos cristianos de la misma manera que somos alemanes o perigordianos. . . Y como no estoy en situación de elegir, sigo la elección de los demás y me quedo en la ranura en que Dios me ha puesto. Pues, de otra suerte, no haría sino rodar y rodar sin parar.?
V I E R N E S
El escritor francés Henri Barbusse observó que ?para enriquecerse hay quien se pasa toda su vida dando grandes golpes; si en las cien profesiones que usted pueda abrazar hay cien hombres que se enriquecen pronto, el público les llama ladrones porque todos sabemos que la vida es tan pringosa como la cocina y no hay más remedio que mancharse las manos para sacar tajada.
El hombre es siempre imperfecto; lo que pasa es que a veces, es más o menos hipócrita y entonces los tontos dicen sí es o no hombre de buenas costumbres. No acuso a los ricos en contra de los pobres. El hombre es lo mismo arriba que abajo que en medio. Por cada millón de tales bestias se encuentra un bravo que se pone por encima de todo, hasta de las leyes, siempre en línea recta y con la cabeza alta.
Pero tiene que luchar contra la calumnia, la envidia, la mediocridad, contra todo el mundo. Esos hombres son grandes poetas cuyas poesías son sus acciones y sus sentimientos. Si triunfan nadie les pregunta quiénes son. Son el señor Millones, ciudadano de los Estados Unidos.
S Á B A D O
Rainer María Rilke, el poeta alemán, fue quien lo dijo: Que amar no es, en un principio, nada que pueda significar absorberse en otro ser, ni entregarse ni unirse a él. Una unión entre dos seres inacabados, faltos de luz y de libertad, sería igual a nada. Amar es una oportunidad, un motivo sublime que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo en si mismo, para volverse mundo, todo un mundo, por amor a otro. Es una gran exigencia, una demanda ambiciosa, algo que le elige y le llama para cumplir con un amplio y trascendental cometido. Sólo en este sentido, es decir, tomándolo como deber y tarea para forjarse a sí mismo, escuchando y martilleando día y noche, es como los jóvenes deberían valerse del amor que les es dado. No el absorberse mutuamente ni el entregarse ni cualquiera otra forma de unión son cosas hechas para ellos, pues todo esto es la meta final, lo último que se puede alcanzar, aquello para lo cual, por ahora, resulta apenas suficiente la vida de los hombres.
¡Si al menos hubiese recuerdos! Pero, ¿quién los tiene? Si la infancia estuviese aquí; pero está como enterrada. Quizá sea necesario ser viejo para poder conseguirlo todo. Pienso que debe ser bueno ser viejo.
Y D O M I N G O
Gobernar equivale a tomar decisiones sobre la marcha. MIGUEL ALEMÁN VALDÉS